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Berlanga en Holywood: el fin del imperio austrohúngaro

Berlanga tendrá una estrella simbólica en el Paseo de la Fama de Hollywood
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En un giro de lo más berlanguiano, el centenario de Luis García Berlanga ha durado 24 meses. Cosas de una pandemia que nos ha desquiciado más que Pepe Isbert a Nino Manfredi en El verdugo. Así, lo que debería haberse celebrado en 2021 se ha alargado hasta 2022. Hasta el fin de semana en que don Luis habría cumplido 101 años (el genio nació el 12 de junio de 1921) y lo hizo con una mascletá final en Hollywood, La Meca del cine, celebrando lo bien que se lo pasó en 1962, cuando fue nominado al Óscar por Plácido y que lleva por título, como no podía ser de otra manera “Berlanga en Hollywood”, un evento impulsado por Valencia Cultural Point y Laboratorio Cultural Ultramarino.

Los más austrohúngaros del lugar lo recuerdan: balbuceaba el Desarrollismo y Plácido, una sátira sobre las fuerzas vivas y la hipocresía social de la dictadura se coló de rondón entre las candidatas a Mejor Película Extranjera, como se llamaba por entonces. Da igual que perdiera contra alguien bastante menos socarrón como Ingmar Bergman y su Como en un espejo. Así, se conmemoraron en el paseo de la fama sus encuentros con Jane Mansfield o Angie Dickinson, William Wyler o Billy Wilder (¿de qué hablarían estos dos?). Las noches de farra con sus inseparables Alfredo Matas y Amparo Soler Leal, que resucitarían su carrera merced a la Trilogía Nacional. 

El evento incluyó la colocación de una estrella simbólica en el Paseo de la Fama de Hollywood y una experiencia gastronómica sobre la paella. Se proyectaron sus películas y se presentó el libro Plácido viaje a Hollywood. Luis García Berlanga en clave americana, escrito por Luis Alberto Cabezón. Una nueva aportación bibliográfica tras trabajos como Furia española, coordinado por Santos Zunzunegui y José Luis Castro de Paz y, por supuesto, el guion de su cuarta parte de la saga Leguineche, ¡Viva Rusia! Ahora, la memoria de Luis García Berlanga volverá a su tamaño natural, esto es, el de su gigantesco legado. Porque el mundo, berlanguiano, lo sigue siendo un rato.

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