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Así se convirtió Brendan Fraser en el hombre de 270 kg de 'La ballena'

"Nunca me oirás llamarlo así", asegura Brendan Fraser a Pete Hammond en su entrevista para Deadline al oír las palabras "traje de gordo" salir de la boca del periodista. Después de la ovación que recibió en el Festival de Venecia, de ver las primeras imágenes del actor convertido en un profesor con obesidad mórbida, de infinidad de titulares sobre "el gran regreso de Brendan Fraser" y de su primera nominación al Oscar a Mejor actor, por fin conocemos a Charlie.

Y, como esperábamos, su historia no es de las que pasan desapercibidas. Es una historia de redención, de un último intento de reconectar con una hija, de una enfermedad difícil de curar, de un hombre que nota que se le acaba el tiempo. La ballena (The Whale) era una historia difícil de contar, algo de lo que tanto su director Darren Aronofsky como su protagonista fueron conscientes desde un principio.

La transformación de Fraser en Charlie debía ser tan respetuosa y seria como su historia demandaba, evitando esa tendencia de la industria cinematográfica a retratar a las personas obesas como "villanos o chistes andantes", tal y como afirmaba el actor que le da vida en su entrevista para Cinemanía. Una transformación que, al final, además de la obvia exigencia física, requirió del intérprete un gran trabajo a nivel emocional.

Diseñando a Charlie

Tras ese cuerpo que cubre el de Brendan Fraser se encuentra uno de los más antiguos colaboradores de Aronofsky, el especialista en efectos especiales de maquillaje Adrien Morot quien, según ha contado el actor, acabó convirtiéndose en un buen amigo después de tener que aguantar 8 horas diarias de transformación (4h para que le pusiese las prótesis, otras 4 para que se las quitase). 

"Al final, el actor tiene que ser muy paciente. [...] Pero nunca me oirás quejarme", le dice Fraser a Hammond durante su entrevista, "Porque Adrien estaba una hora antes que yo y se quedaba una hora después para limpiar y prepararlo todo para volver a hacerlo a la mañana siguiente", recordaba el intérprete. "Fue una alianza, no hace falta decir que nos hicimos amigos".

Morot creó el cuerpo de Charlie con una tecnología con la que la industria no contaba cuando el intérprete rodó Al diablo con el diablo (2000). "Dios, ¿hace ya 20 años que hice esa película con Harold Ramis? Aquello fueron distintos personajes que pasaron por maquillaje protésico", explicaba el actor a EW. "Esta vez no hubo necesidad de cubrirse la cara con una sustancia pegajosa, pudimos escanear mi cara digitalmente. Ese modelo se pasó a un ordenador y el cuerpo de Charlie pudo crearse con total control hasta el nivel del posicionamiento de poros y lunares".

Cubrir a un actor con prótesis para alterar su peso no es algo nuevo. Sin embargo, Fraser defiende que con el diseño de Charlie buscaron redirigir la manera en que estas prótesis son creadas. "Creo que los trajes en otras películas ponen un interrogante alrededor de las personas con obesidad [...]. Les falta autenticidad", aseguraba el actor a EW. "Quizá es porque se trata de actores atléticos dentro de un disfraz relleno de algodón, y ahí hay una desconexión", reflexionaba. "Eso no existe en el diseño de Charlie".

Según explicaba a nuestra revista, a pesar de haber estado envuelto en llamas, de haber sido golpeado e incluso de haberse caído de un camello en proyectos anteriores, "La ballena es el trabajo más exigente a nivel físico que he hecho nunca", porque el personaje "tiene dificultad de movimiento, transpira profusamente, no se le ve bien, no come por placer, tiene defectos", comentaba también a EW y Deadline. "Charlie tiene problemas de movilidad. El diseño del personaje se hizo de manera que obedeciese a las leyes de la física y de la gravedad".

Las historias que lo crearon

Fraser no hace caso a los que hablan de su gran renacer artístico porque, además de considerar que, realmente, él nunca desapareció, si algo se adivina de sus declaraciones a los medios es que lo que más le importó siempre fue hacer un retrato real de los problemas con los que conviven las personas con obesidad. El objetivo era mostrar, de la manera más auténtica y respetuosa posible, cómo es vivir en la mente de una persona como Charlie.

"Fue un proceso doloroso, porque me hizo entender hasta qué punto la sociedad estigmatiza a las personas obesas, y eso es algo de lo que el cine tiene parte de culpa", nos contaba hace unos días. "También comprendí cómo la crueldad de la que son objeto por parte de los demás, y por lo general de sus propios familiares y seres queridos, puede marcarles para el resto de sus vidas".

Sadie Sink como la hija de Charlie en 'La ballena (The Whale)'
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Ese es, según explicaba aWMagazine, el común denominador que encontró en todas aquellas personas con las que pudo hablar gracias a su colaboración con la Obesity Action Coalition, "un grupo de apoyo que tiene miles de miembros que se ayudan los unos a los otros", miembros a los que la obesidad ha puesto su vida en riesgo, ya sea en una lucha del pasado o en una batalla que libran en el presente.

"Se aseguraron de que fuésemos sensibles para que no fuéramos en contra de su misión, que es la de acabar con los estigmas contra aquellos que viven con obesidad", comentaba el actor a Hammond. "Para mí es evidente que tenemos que cambiar la manera en la que hablamos sobre la obesidad, porque ese es el último resto de fanatismo y prejuicio que queda en nuestra sociedad. [Con La ballena] creemos que podemos cambiar algunos corazones y mentes, más allá de solo entretener a la gente".

Precisamente por esa responsabilidad "sentí la obligación moral de retratar a Charlie con una dignidad y un respeto extraordinario", nos explicaba Fraser en la entrevista. "Muchos espectadores no están dispuestos a ver una película que los enfrenta a sus propios prejuicios. Pero creo que por eso es importante verla".

Al final, el filme de Aronofsky, estrenado el pasado 27 de enero en cines, se convirtió en algo mucho más importante que en la reivindicación de un actor caído, se convirtió en una cinta con un mensaje y un propósito claro: el de "dar voz a aquellos a los que tan a menudo ignoramos".

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