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El cine de Wes Anderson en cinco claves que te ayudarán a descodificar su peculiar estilo

Por qué 'El gran hotel Budapest' no debería ganar el Oscar

El estallido de las inteligencias artificiales se ha dejado sentir en todos los terrenos artísticos: desde el literario con la creación automática de poemas, hasta el musical con la generación de álbumes completos de Oasis y de los Beatles. En el cine, la inteligencia artificial parece haberla tomado con Wes Anderson, ya que, cada pocos días, vemos cómo habría sido El señor de los anillos o Harry Potter si la hubiese dirigido el cineasta texano.

El estilo tan reconocible del director de El Gran Hotel Budapest lo ha convertido en un blanco fácil para estos generadores de contenido, que, tras embeberse de toda su filmografía, se sienten capaces de replicar imágenes que se corresponden, en principio, con la factura técnica de Wes Anderson. 

Pero, ¿es tan artificial y simple el estilo de este creador que hasta una máquina puede hacerse pasar por él? ¿Basta un encuadre simétrico y una paleta de colores pastel para hacer una película a lo Wes Anderson? Pues lo cierto es que no, aunque estos dos rasgos sean indispensables. Aquí, exponemos el cine del texano en cinco claves.

1. El Tableau Shot

Habitualmente suele decirse que el séptimo arte, el cine, contiene a todos los anteriores: la música, la danza, la literatura, la escultura, la arquitectura y la pintura. No obstante, cada cineasta potencia o reduce el alcance de estas seis disciplinas conforme a su gusto particular. En el caso de Wes Anderson, la pintura es el arte predominante, y esto nos lleva a hablar del Tableau Shot o plano Tableau

Los tableau vivants eran reproducciones en vivo de lienzos y proceden de la cultura francesa. Y Wes Anderson, pese a haber nacido en Texas, parece decidido a convencernos de que nunca en su vida ha salido de París. Por eso, su cine está construido sobre planos más pictóricos que cinematográficos, compuestos tan artesanalmente que fascinan y ahuyentan a partes iguales a los espectadores, al considerar estos últimos que su estilo no es nada orgánico y que les impide integrarse en la historia. 

'Los Tenenbaums'
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2. Un cine coral

Las películas de Wes Anderson evitan concentrar su atención en torno a un pequeño grupo de personas, dispersando su narrativa hacia un gran plano general, a la manera de un tebeo en el que cada viñeta estuviese ocupada por un personaje diferente. Esto explica su querencia por los repartos kilométricos, como el de Asteroid City, en el que el auténtico protagonista de la película no es la Midge de Scarlett Johansson o el Stanley de Tom Hanks, sino el pueblo que da título a la película. 

Desde su primera película, Bottle Rocket (1996), Wes Anderson ha demostrado que no sólo quiere elencos grandes: también quiere que estén repletos de estrellas. Esto también genera dos posturas contrapuestas en el público: para unos, es un incentivo más para ir al cine; para otros, sus películas se transforman en meras alfombras rojas en la que el lustre del actor sólo distrae y deshumaniza al personaje al que interpreta. 

James Caan interpreta un pequeño papel en 'Bottle Rocket'
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3. Simetría

Antes de que Wes Anderson se pusiese por primera vez detrás de una cámara, la simetría como valor estético ya llevaba unos años asentada en el arte: desde los tiempos de Fidias, aproximadamente. Sin embargo, el cineasta texano la ha transformado en una de sus claves más reconocibles. 

El cine de Wes Anderson ha evolucionado, título a título, hacia una simetría total, que es la que emulan las inteligencias artificiales en sus ejemplos.  

No obstante, este efecto conlleva ciertos inconvenientes que el director ha abrazado sin el menor remordimiento: de nuevo, una imagen totalmente simétrica se vuelve siniestra a ojos del espectador, de igual forma que ocurre con los androides demasiado realistas, al empujarnos hacia el llamado “valle inquietante”. Pero para Wes Anderson este valle inquietante es su destino vacacional preferido.

La simetría está presente incluso en sus películas de animación, como 'Fantástico Sr. Fox'
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4. Una coreografía perfecta

Cada director tiene su propia duración de plano: Berlanga y Ozu apostaban por planos muy dilatados en el tiempo, mientras que si parpadeas en una película de Guy Ritchie o Michael Bay, posiblemente te hayas perdido un par de planos.

Wes Anderson se acerca más al primer grupo que al segundo. En su cine, el plano largo ocupa un lugar privilegiado, algo que desemboca en películas en la que la vida es reflejada en toda su continuidad y sin fragmentar. Los personajes entran y salen de escena como en un teatro, lo que requiere de una sincronización ejemplar para que no se rompa la simetría ni la composición de plano. 

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5. Colores pastel, pero no cualquier color

La fotografía de Wes Anderson está asociada con los colores pastel, de forma que, si una inteligencia artificial quiere mostrarnos cómo habría sido Avatar si la hubiese dirigido el texano, no tendría más que rebajar el azul brillante de los Na’vi por un azul menos saturado. ¿Es tan fácil lo que hace Wes Anderson?

En absoluto. Los colores del cine de Anderson siempre responden a decisiones narrativas: por ejemplo, a medida que avanza El Gran Hotel Budapest, la paleta de colores se va volviendo más tenue y desvaída, en sintonía con la galopante decadencia del edificio protagonista.

'El Gran Hotel Budapest' 
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