‘Tierra de nuestras madres’ es la tapada del Festival de Málaga, tan surrealista que solo podía ser manchega
Zonazine siempre aporta las mejores sorpresas del Festival de Málaga. Este año, la joya de la corona de esta sección es la insólita Tierra de nuestras madres, un cruce del cine de Javier Fesser, José Luis Cuerda y la vieja del visillo.
Rosario, de la familia de las Paloseca, es la carismática protagonista de esta comedia tan surrealista que solo podía ser manchega. Trabaja la sal y la reparte a los vecinos de Villacarrizo, trapichea con recetas y bocatas con los viejos de la residencia del pueblo.
Rosario es una vieja del visillo en toda regla, con su pañoleta y sus faldas negras y que la interprete el actor Saturnino García es otra muestra más de la genialidad de Tierra de nuestras madres. Como también lo es que la narradora de esta historia sea Emilia, una cabra con aspiraciones de escritora.
Bajo esta pátina de simpático surrealismo (o subruralismo, como llamaba Cuerda a su cine), la actriz Liz Lobato esconde en su ópera prima una crítica a la lenta compra de la España vacía con capital extranjero. El ayuntamiento de Villacarrizo está endeudado y no queda otra que subastar sus tierras por cuatro perras a unos compradores chinos.
Todos los vecinos firman bajo la amenaza de la expropiación menos la vieja pelleja. Su tozudez se convierte en un símbolo dentro de una España tan de capa caída que no le importa dejar de serlo y pasar a ser otra cosa.
No es el único contraste con el que Lobato compone su primera película. Frente a la guasa de su trama y personajes, Tierra de nuestras madres, con su planicie manchega, está fotografiada en un estilizadísimo blanco y negro que recuerda a esas fotografías de Ramón Masats o del Saura precinematográfico.
Unas fotografías antiguas sirven para presentar a los vecinos del pueblo, elenco coral formado por actores naturales imbatibles de los que la cabra Emilia siempre aporta puntualizaciones interesantes y árboles genealógicos descacharrantes.
Pero, si por algo nos llevaremos Tierra de nuestras madres en el corazón (o bajo el sobaquejo, como una vez escuché decir a una manchega) es por su irrepetible sentido del humor. Como ese programa que, en un momento dado, los viejos del pueblo ven en la tele. "La ruleta de la vida", una especie de "Ruleta de la fortuna" protagonizada por enfermos a la caza de un corazón o un riñón. De traca.
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