FICX 2022 | 'À vendredi, Robinson': tienes un e-mail de Godard
Cuando la cineasta iraní Mitra Farahani presentó su película À vendredi, Robinson el pasado mes de febrero en el Festival de Berlín (donde ganó el Premio Especial del Jurado en la competencia Encounters) suponía sin duda un reclamo de gran interés poder asistir a un diálogo epistolar entre dos figuras artísticas descomunales como Jean-Luc Godard y Ebrahim Golestan, más desconocido en occidente pero capital en el cine y la literatura iraníes.
Su llegada al Festival de Gijón, en colaboración con el Zinebi de Bilbao donde también se ha proyectado, se siente muy distinta por el reciente fallecimiento de Godard el 13 de septiembre. Dos meses después, con la cinefilia mundial aún llorando su pérdida, tener acceso a la madeja de pensamientos, reflexiones y ocurrencias del cineasta franco-suizo en esta película adquiere la condición de acontecimiento conmovedor a la par que intelectual.
À vendredi, Robinson nace del deseo de remediar la falta de un encuentro entre Godard y Golestan que bien podría haberse producido físicamente en algún momento de sus carreras, pero la vida los llevó por meandros distantes con aroma de exilio: uno recluido en su casa de Rolle, en Suiza; el otro, afincado en el condado de Sussex (Reino Unido) en una mansión de grandes ventanales. A través del correo electrónico, entablan una suerte de diálogo epistolar en el que se escriben cada viernes mandándose textos y archivos de vídeo.
Frente a otros proyectos de relaciones epistolares entre cineastas, en À vendredi, Robinson no tenemos acceso en crudo a los vídeos y mensajes que se estuvieron mandando Godard y Golestan durante varios años. Vemos el material, desde luego, pero está filtrado, ordenado, editado y comentado por Farahani, la directora, quien a fuerza de ejercer como hada madrina y comadrona propiciando la existencia del diálogo termina convirtiéndose prácticamente en una tercera interlocutora. No tiene poco mérito que ante estos dos enormes referentes la película se sienta suya.
Durante el desarrollo de la correspondencia da tiempo a ver cómo esta peculiar relación entre dos solitarios nonagenarios como Godard y Golestan (quien cumple 99 años durante el transcurso del metraje) va atravesando distintas fases propiciadas por su diálogo o las circunstancias vitales (diversas estancias hospitalarias por problemas de salud). No sorprende que sea Godard quien impulse en todo momento el componente de juego, tanto lingüístico como visual, lanzando mensajes, clips y collages capaces de dejar patidifuso a su receptor.
Es muy divertido ver al cineasta iraní reaccionar contrariado ante el torrente de significantes enigmáticos que Godard le lanza, con sus habituales collages de imágenes (Matisse), textos (Joyce) y juegos de palabras constantes. Cuando Golestan pretende reconducir la conversación por caudales más convencionales de reflexión filosófica, Godard le corta con sus propios fetiches, como una cita del final de The Thin Man, de Dashiell Hammett, que reutiliza y modifica hasta darle entidad de meme. ¡He aquí la mejor versión posible que hubo nunca de un trol de internet!
De hecho, À vendredi, Robinson tiene mucho de conversación internáutica en su dimensión fragmentada, dislocada y algo caótica. El proyecto comenzó en 2014 y se prolongó durante seis años, con lo que se puede ver cómo algunas de las referencias que obsesionan a Godard durante la época, como la cita de Elias Canetti sobre la tristeza del mundo, acabarán teniendo un lugar importante en El libro de imágenes (2019), su último largo, del cual se puede intuir una especie de privilegiado making of.
Godard aparece especialmente sonriente en este filme de marcada naturaleza crepuscular, con andares busterkeatonianos, haciendo carantoñas a un gato y bebiendo vino rebajado con agua en un plano fijo cerca del final que, con un par de frases distendidas pero cargadas de significado, parece resumir su idea del cine. Sintámonos agradecidos a Mitra Farahani por esta película y afortunados de poder recordarlo así.
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