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40 años sin Gloria Swanson: auge y crepúsculo de la diosa mejor pagada del cine mudo

Gloria Swanson en 'El crepúsculo de los dioses' (1950)
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Durante los años veinte del siglo pasado, Gloria Swanson fue garantía de éxito en la taquilla. La gente acudía en tropel a ver los estrenos de sus películas, donde lo mismo encarnaba a una esposa sofisticada que a una vampiresa, y sus extravagantes estilismos eran copiados por muchísimas mujeres que aspiraban a alcanzar el nivel de encanto de una actriz que levantaba pasiones.

Los columnistas de cotilleo escribían a menudo sobre la vida personal de la que muchos consideran la reina del cine mudo, quien tuvo dos hijas biológicas (además de uno adoptado) y protagonizó seis matrimonios que, por lo general, duraron lo mismo que dura un caramelo a la puerta de un colegio. “El desastre que hice con lo del matrimonio fue todo culpa mía”, confesó. “El problema conmigo es que siempre he sido demasiado independiente".

Uno de sus escarceos más comentados fue el que tuvo con Joseph P. Kennedy, financiero y patriarca de la famosa dinastía política norteamericana. Ambos estaban casados cuando tuvieron su primer encuentro. La actriz pasó varias décadas negando esta historia, pero acabó reconociendo que sí habían tenido algo en su exitosa autobiografía Swanson on Swanson.

"Si me lo hubiese propuesto", dijo, "me habría casado con Joseph, aunque él era un hombre muy afincado a la familia. Incluso me propuso vivir bajo un mismo techo. Quería tener un hijo mío. Altos cargos de la Iglesia católica se pusieron en contacto conmigo para que rompiese mis relaciones sentimentales con él. ¡Así lo hice!".

Los inicios

En las páginas del mismo libro, Swanson escribió que comenzó su carrera cuando, con 14 años, visitaba a una tía suya que, sabedora de su afición al teatro y el canto, la llevó a visitar los estudios Essanay. Alguien que la vio dando vueltas por allí consideró que era una muchacha lo bastante fotogénica como para trabajar en calidad de extra en una de sus películas.

La de Chicago pasó luego un par de años interpretando pequeños papeles en comedias mudas como Charlot cambia de oficio (1915), de Charles Chaplin, o Sweedie Goes to College (1915), en la que actuaba Wallace Beery, con el que se casó el mismo día que cumplió 17 años. Por lo visto, el actor era un tipo bastante bruto que durante la noche de bodas se emborrachó y la violó. El matrimonio llegó a su fin apenas dos meses después del episodio.

La estadounidense se plantó luego en la meca del cine, donde el productor Mack Sennett la uniría a Bobby Vernon en un puñado de simpáticas farsas. “Era graciosa porque no intentaba serlo. Cuanto más seria me ponía, más graciosa resultaba la escena", dijo Swanson, que se pasó a los melodramas cuando se cansó de las bufonadas.

En 1918 firmó un contrato con la Paramount y con uno de los fundadores de Hollywood, Cecil B. de Mille, quien supo sacarle mucho partido a su seductora mirada y potenció su imagen de mujer glamurosa gracias al vestuario que la animó a lucir en cintas como Macho y hembra (1919), donde Swanson compartió escena con un león real que según ella mató a alguien dos semanas después del rodaje.

Gloria Swanson con un león en 'Macho y hembra' (1919)
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“En esa época no existía la censura ni la autocensura”, ha comentado el periodista Bob Thomas. “En casi todas las películas había una secuencia en la bañera y Gloria, por tanto, estuvo entrando y saliendo de diversas bañeras durante varios años. Eran películas mudas, algo picantes, que se veían en todas partes, porque no existía la barrera del idioma”.

La reina del cine mudo

Entre 1921 y 1926, Swanson protagonizó una veintena de películas y ganó varios millones de dólares que luego fue gastando con alegría tanto dentro de casa (su mansión en Beverly Hills contaba con 11 criados) como fuera de ella (cada vez que viajaba con su séquito, alquilaba en la ciudad de turno una casa, una finca o media docena de suites de hotel).

“Su chófer la llevaba a la puerta del estudio y ella salía del coche”, contó luego el productor ejecutivo A.C. Lyles. “Gloria tenía dos chicas que llevaban dos cestas llenas de pétalos de rosa. Mientras ella andaba, las chicas lanzaban los pétalos a su paso, de manera que caminaba sobre pétalos de rosa cuando entraba en el estudio”.

Swanson era ya un ídolo nacional cuando en 1924 viajó a Francia para filmar Madame Sans-Gêne (1925). En esta cinta sobre la lavandera de Napoleón trabajaba también Henri de la Falaise, un aristócrata francés de poca monta con quien se casó en París en 1925. Al tratarse de la primera boda entre una estrella de Hollywood y un noble, el evento fue portada en todo el mundo.

Tras la ceremonia, la actriz mandó un telegrama a Paramount para pedir ser recibida con una ovación a su regreso. “Organizaron a miles de extras para que estuvieran en las aceras de las calles que iban desde la estación hasta sus oficinas principales”, comentó su colega el compositor Dickson Hughes. “La gente tiraba flores desde ambos lados de las calles. La aclamaban y tiraban confeti”.

Paramount le ofreció entonces firmar un contrato a largo plazo por el que ganaría 18 mil dólares a la semana. Pero Swanson, que no quería que un estudio siguiera controlando su carrera, lo rechazó y montó su propia productora (Gloria Productions) en 1928.

Fue entonces cuando se cruzó en su camino Joseph P. Kennedy, que se había forrado con el contrabando de alcohol durante la Ley Seca y, deslumbrado por el mundo de la farándula, aceptó ayudarla a montar la compañía y convertirse en su director.

Se convirtió en su propia jefa

La transición del cine mudo al sonoro era un reto complicado pero, a diferencia de otros actores de su tiempo, Swanson consiguió franquear ese muro. Ella misma produjo su primera película sonora, La intrusa (1929), en la que no solo hablaba, sino que también cantaba de forma agradable. El filme de Edmund Goulding fue un éxito rotundo y la llevó a ser nominada por segunda vez al Oscar (un año antes lo había estado por su trabajo en La frágil voluntad).

Antes de que Gloria Productions se disolviera, Kennedy gastó parte de la fortuna de su amante y socia en La reina Kelly (1932), que pasaría a la historia por los numerosos problemas que encaró durante el rodaje. "Joe contrató a un director alemán, Eric von Stroheim, cuya idea era que Gloria interpretase el papel de una novicia que era seducida", explicó Rose Kennedy, matriarca del famoso clan. 

"Gloria advirtió a Joe que las locas ideas de Von Stroheim nunca pasarían la censura. Mi marido tuvo que despedir al director alemán y contratar otro, Edmond Golding. El nuevo director trató de volver a filmar muchas de las escenas, y los costos del filme ascendieron a casi un millón de dólares". Por lo visto, aquel desastre contribuyó a enfriar la relación entre Swanson y el financiero de Boston.

A partir de entonces, la estrella de la actriz perdió brillo de forma paulatina. En 1938, después de rodar varias farsas y comedias ligeras, y cansada de la falta de ofertas para papeles interesantes, se instaló en Nueva York, donde se mantuvo ocupada haciendo esculturas, diseñando ropa femenina, creando una línea de cosméticos, y (esperanzada en conseguir que su hijo se librara de ir a la guerra) haciendo campaña contra Franklin Delano Roosevelt en las elecciones presidenciales de EE UU de 1940.

Además de trabajar en la radio y protagonizar varias comedias en el circuito de teatro de verano, la actriz se animó a producir y presentar en 1948 The Gloria Swanson Hour, un programa televisivo de entrevistas realizadas en un escenario que simulaba la sala de estar de su apartamento en la Quinta Avenida.

El regreso más famoso de la historia del cine

Al poco de aquella aventura, recibió un pago de 50 mil dólares para protagonizar El crepúsculo de los dioses (1950), en la que encarnó a una trasnochada gloria del cine mudo empeñada en que un joven escritor corrija un guion que ella ha escrito y que va a significar su regreso al cine.

Considerada la mejor cinta jamás hecha en Hollywood sobre Hollywood, esta comedia de Billy Wilder reavivó la popularidad de la intérprete, a la que llovieron elogios y una nueva nominación al Oscar a mejor actriz. Se acabó llevando la estatuilla Judy Holliday por Nacida ayer (1950), aunque Swanson disimuló su decepción alabando el trabajo de su compañera y asegurando públicamente que ella misma había votado por su rival.

Tras el estreno de El crepúsculo de los dioses, su protagonista realizó una gira de tres meses para promocionarla. En 1954 se convirtió en la primera estrella internacional en visitar el Festival de San Sebastián, que había echado a andar justo el año anterior. Una vez allí, la actriz se bañó en la playa, asistió a una competición de tiro de pichón celebrada en el Hotel Gudamendi y disfrutó de una fiesta flamenca en la que Lola Flores y otras folclóricas bailaron para ella.

A partir de ahí, Swanson pasó una temporada escapando del encasillamiento. De alguna manera, se negaba a asumir en la vida real el papel que había supuesto su regreso al cine por la puerta grande. "Yo no soy Norma Desmond", aclaró en una entrevista. "No soy una reclusa y no vivo en el pasado. Viajo tanto que cuando me levanto por la mañana a veces no sé de qué lado de la cama levantarme. Tengo una curiosidad insaciable por todo y me gusta la gente joven".

Después de participar de forma episódica en varias series y de regresar a Broadway con la comedia Butterflies Are Free, Swanson demostró su interés en los retos metiéndose en la piel de una tozuda matriarca capaz de controlar el enjambre de abejas asesinas que residen en su viñedo, e interpretándose a sí misma en el que fue su primer largometraje en dos décadas, Aeropuerto 1975 (1974), donde además escribió sus propios diálogos.

“Estaba esperando hacer una película a la que pudiera llevar a ver a mis nietos, algo emocionante y actual, sin violencia sin sentido”, confesó luego la actriz, que en sus últimos años se convirtió en una férrea defensora de la alimentación sana y empezó a luchar públicamente contra los aditivos, el exceso de azúcar y los efectos nocivos de la contaminación del aire, el suelo y el agua.

Swanson falleció en un hospital neoyorquino en abril de 1983, a los 84 años, cuatro después de haber sorprendido a sus admiradores con un libro de memorias donde compartió un sincero relato en primera persona sobre una estrella de cine (celebrada, idolatrada y envidiada) que quiso seguir siéndolo hasta el mismo día de su muerte.

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