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Bacri c'est fini: adiós a Jean-Pierre Bacri, un actor para todos los gustos

Jean-Pierre Bacri
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Podría haber sido el Jack Nicholson del cine francés, pero no era ni tan cínico, ni tan sardónico, ni tan histrión. Eso sí, tampoco iba sobrado de pelo. Jean-Pierre Bacri, que falleció el 18 de enero a los 69 años, tenía pinta de ser un tipo con mal café, recién levantado, permanentemente cabreado con el mundo, pero con un corazón de oro, que se le transparentaba. 

Ese papel, el de gruñón inofensivo, lo bordó en infinidad de películas, desde que persiguió a Christopher Lambert por los pasillos de la mítica Subway (Luc Besson, 1985) –primera nominación al César, que nunca logró como actor– al organizador de catering sobrepasado de C'est la vie (Nakache y Toledano, 2017), pasando por el dueño del bar de Como en las mejores familias (Cédrick Klapish, 1996). 

Con todas ellas, más de 60 en total, se ganó al gran público, sin que la crítica le pusiera peros, porque era de los levantaban una película. Lo dicho: caía bien a todo el mundo.

Una imagen familiar

Bacri tenía ese tipo de rostro cotidiano, como de anónimo viajero del metro, que le condenaba a pasar desapercibido, como su personaje en Para todos los gustos (Agnès Jaoui, 2000), un rico ignorante que trata de cultivarse a marchas forzadas: se afeitará su ostentoso bigote, sin que prácticamente nadie se percate del cambio sustancial. 

Una idea sin duda tomada prestada de la novela El bigote, que el propio Emmanuel Carrère llevaría a la pantalla en 2005 (pero con Vincent Lindon), que sin embargo define muy bien el carisma anodino de Bacri, con el que resultaba tan fácil identificarse. Era el perfecto Monsieur Tout le Monde. Mira por dónde decía que su libro preferido era el monumental El hombre sin atributos, de Musil.

Para todos los gustos, que constituyó un enorme éxito en el circuito V.O., fue un hito en su larga colaboración con Agnès Jaoui, que fue su pareja de 1987 a 2012. Era su primera película como directora, y también sin duda la mejor de cuantas ha dirigido. Aunque no tenían hijos que les obligara a permanecer ligados –Jaoui adoptó dos niños tras la ruptura, Bacri nunca quiso saber nada del asunto porque traían “demasiadas obligaciones”– siguieron el modelo francés de continuar tan amigos después de separarse, algo que es más difícil de lograr por estos lares. 

Y tampoco dejaron de escribir a cuatro manos: Llenos de vida (2018) fue lo último que firmaron juntos. El maestro Alain Resnais les llamaba cariñosamente los “Jacri”, tal era el grado de fusión de la pareja, tanto en lo artístico como en lo sentimental.

No en vano, juntos habían pergeñado, entrelazando las letras de unos 40 hits de la canción francesa, el guion de On connaît la chanson (1997), sin duda la película más popular del gran Resnais, para el que ya habían adaptado una obra de Alan Ayckbourn en Smoking/No Smoking (1993), con la que lograron su primer César al mejor guion. 

Por entonces la pareja, que se había conocido sobre las tablas interpretando una obra de Pinter (La fiesta de cumpleaños), ya había cocinado a cuatro manos la obra teatral Cuisine et dépendances (1991), un exitazo luego llevado al cine por Philippe Muyl, un proceso similar al de Como las mejores familias, que les valió su segundo César al mejor guion, al que seguirían los de On connaît la chanson y Para todos los gustos.

Judío argelino de nacimiento, vivió su adolescencia en la capital del cine, Cannes. Aunque fue en París donde desarrolló su vocación de actor a finales de los 70, luego participaría, con un pequeño papel de proyeccionista, en Cannes, ciudad del miedo (Alain Berberian, 1994), la comedia de culto que homenajea al festival de festivales con una serie de gags delirantes en los que se parodiaban películas famosas. Como la mayoría del reparto, acababa siendo víctima del Asesino del Martillo.

Cannes, ciudad del miedo era una tontería de Les Nuls, el grupo cómico encabezado por el impagable Alain Chabat, al que Bacri acabó paseando como un perro cuando el labrador de Didier (1997), dirigida por el propio Chabat, cobró apariencia humana: “¡No se huele el culo de la gente!” es una de esas frases de Bacri que se están recordando ahora mismo al otro lado de los Pirineos donde, como no podía ser de otra forma, ha acabado siendo portada de Libération. Estaba claro, era un antihéroe nacional.

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