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Lecciones de vida que hemos aprendido con Liam Neeson pegando tiros por el mundo

Liam Neeson en 'El mediador'
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Venganza parecía una expansión de los registros actorales del actor irlandés Liam Neeson. El protagonista de Michael Collins o Kinsey demostraba que podía ser un héroe de acción madurito. Con los años, la expansión ha derivado en un encasillamiento. 

Neeson encadena thrillers de acción repletos de clichés narrativos y comercializados mediante pósteres casi intercambiables: el intérprete aparece sujetando pistolas y rifles. Lo que más cambia es la vestimenta: cazadora, traje, ropa deportiva o, en las películas ambientadas en climas extremos, gruesos abrigos...

Neeson suele encarnar a hombres algo torturados o abatidos, héroes o antihéroes que hacen lo que pueden (o así lo creen) dentro de sus circunstancias, que suelen intentar aplicar una cierta ética y un sentido común básico en contextos adversos. Quizá lo más verosímil de sus últimos personajes es que tienen algún tipo de enfermedad, porque los seres humanos somos vulnerables y la edad no perdona. 

La abundancia de thrillers hace que la filmografía del irlandés asuma la lógica de sospecha y tremendismo del género, una cierta mirada bajo la cual todo es susceptible de resultar peligroso. ¿Su visionado puede proporcionarnos unas cuantas lecciones que aplicar en nuestras vidas?

Los estados matan mucho

La última película de Neeson, El mediador, es un modestísimo thriller que juega al comentario político. Una facción del FBI con delirios totalitarios en supuesta defensa de la unidad nacional asesina a una líder política izquierdista (con ecos de figuras reales como Alexandria Ocasio-Cortez). El protagonista, un operativo especializado en rescatar a agentes en problemas, se ve implicado involuntariamente en todo ello y decide exponer a los conspiradores.

Esta narración sobre cloacas estatales no muestra nada que no se haya relatado en otras ocasiones (sin ir más lejos, en la reciente El agente invisible). El retrato carnavalesco del funcionamiento de los cuerpos de seguridad y las agencias de inteligencia tiene algo de cierto en su llamada a la desconfianza: estas instituciones se llegan a tomar muchas libertades en sus defensas del orden. Desgraciadamente, la película muestra desajustes graves en forma de inverosimilitudes y fallos de lógica interna: no se cuenta con los medios económicos o con el ingenio suficiente para vestir la trama a gran escala que se explica.

Desconfía de los poderosos

Además de interpretar a sicarios (retirados o no) contratados por estados, Neeson también ha encarnado a representantes de la iniciativa privada en el ámbito del asesinato. El protagonista de La memoria de un asesino es un veterano liquidador afectado por un principio de alzheimer que se niega a matar a una menor mexicana. 

Como en Asesinos de reemplazo y tantos otro filmes, los escrúpulos del pistolero acaban generando una gran escalada de mortandad. El protagonista termina descubriendo el origen de su encargo: una magnate quiere eliminar los cabos sueltos que implican a su hijo en un caso de abusos sexuales a menores.

No es la primera vez que los thrillers protagonizados por Neeson advierten sobre los oscuros tejemanejes de personajes poderosos: en la simpática Ice Road, el ejecutivo de una empresa minera quiere evitar el rescate de unos trabajadores atrapados cuya supervivencia revelaría incumplimientos graves de la normativa de seguridad laboral. El filme ilustra la doble decadencia profesional del mismo Neeson y del realizador Martin Campbell (Casino Royale), pero el visionado de El mediador puede contribuir a revalorizar este modestísimo entretenimiento.

Evita el transporte público

En El pasajero, Neeson interpreta a un antiguo policía que acaba de ser despedido de su trabajo como agente de seguros. Dicen que el ferrocarril es el medio de transporte por tierra más seguro, pero la visión conspiranoica del mundo característica de tantos thriller implica que cualquier lugar donde se concentran personas sea un lugar repleto de amenazas. Así que un cotidiano retorno a casa en tren se convierte en una odisea cuando el protagonista recibe una invitación: 100.000 dólares a cambio de identificar a un pasajero que supuestamente porta una mercancía robada. Por supuesto, todo se complicará mucho.

El Neeson convertido en héroe de acción otoñal nos ha proporcionado buenos momentos: el tenso relato de supervivencia Infierno blanco, la resultona Caminando entre las tumbas o la ya mencionada Venganza. Sus colaboraciones con el realizador barcelonés Jaume Collet-Serra ocupan también un lugar especial: cuatro thrillers comercialísimos, juguetones y disfrutables, que incluyen amnesias, conspiraciones e intrigas en escenarios reducidos. ¿Habrá una quinta película?

Europa es un lugar peligroso

Y aquí empezó casi todo. Neeson se reinventó como protagonista madurito de thrillers, como una especie de Charles Bronson de la contemporaneidad, en Venganza. La hija de un exagente de la CIA viaja a Europa. Antes de que tenga tiempo de instalarse, es secuestrada por una red que esclaviza sexualmente a mujeres jóvenes. El protagonista viaja hasta París para iniciar una búsqueda a contrarreloj.

En tiempos de la resaca por los atentados del 11-S, películas como Hostel parecían explorar aquel “¿por qué nos odian?” del estadounidense perplejo por el recelo que su nación recaba en otras partes del mundo. El francés Luc Besson, coguionista y productor de Venganza (Taken), parecía cultivar este clima de paranoia: fuera de las coordenadas del cine de terror, pero asumiendo la lógica sensacionalista del thriller, la película asumía que el resto del mundo era un lugar peligroso. 

Los accidentados viajes de la familia Mills continuarían en Venganza: Conexión Estambul, otra invitación a quedarse en casa. Al menos, hasta que Neeson protagonice un thriller de invasión doméstica.

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