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Sexo oral, mentiras y palizas con olor a mafia: todo lo que sabemos sobre la muerte de Pier Paolo Pasolini

Pier Paolo Pasolini 

Tenía apenas 19 años y estudiaba en la Facultad de Letras de Bolonia cuando logró publicar su libro de poesía Las cenizas de Gramsci. Aquello brindó bastante fama y notoriedad a Pier Paolo Pasolini, un joven pobre, homosexual y comunista que, al poco, conseguiría lanzar varias novelas, ensayos y poemarios que también había ido escribiendo mientras era universitario y que le convirtieron en una figura clave de la literatura italiana de posguerra.

Pasolini había pasado su infancia trasladándose con frecuencia de una ciudad a otra por el trabajo de su padre, un teniente de infantería maltratador, con inclinaciones fascistas y problemas de ludopatía. El cineasta italiano se ganaba la vida como profesor en un pueblo cercano a Casarsa cuando, en 1949, fue denunciado por la policía por corrupción de menores y actos obscenos en lugar público. 

A raíz de hacerse pública su homosexualidad, Pasolini perdió su trabajo y fue expulsado del Partido Comunista Italiano. Repudiado tanto por la derecha como por la izquierda, decidió huir a Roma, donde, tras varios años experimentando la soledad y la miseria, lograría dar sus primeros pasos en el mundo del séptimo arte.

Pasolini cineasta

Con 39 años, Pasolini debutó como director de cine con Accattone (1961), una tragicomedia neorrealista protagonizada por un chulo alérgico al trabajo que se gana la vida prostituyendo a sus parejas. Aquel filme levantó cierta expectación y le permitió al italiano ofrecer su particular visión de los suburbios romanos. 

Pero, además, con él dejó ya claro por dónde irían los tiros de su siguiente proyecto, Mamma Roma (1962) —donde la gran Anna Magnani encarna a una prostituta romana—, que fue nominado al León de Oro en el Festival de Venecia.

A pesar de ser un ateo confeso, el rebelde cineasta se animó a rodar El evangelio según San Mateo (1964), un retrato en clave neorrealista del fundador del cristianismo que levantó ampollas, pero que el director de L'Osservatore Romano (periódico oficial de la Santa Sede) llegó a calificar como una de las películas sobre la vida de Jesucristo "más bellas" que se han rodado nunca. 

Después llegaría una de sus obras más personales: Pajaritos y pajarracos (1966), una comedia ácida protagonizada por el comediante italiano Totó, donde el cineasta mostró una vez más su carácter comprometido. Aunque la peli ("una fábula narrada en prosa", en las propias palabras de Pasolini) se estrenó en España con trece años de retraso.

"Al acabar Pajaritos y pajarracos, me di cuenta de que la ideología tenía un papel mucho más importante del que esperaba. No había sido absorbida por la historia, no llegaba a transformarse en poesía, ligereza y gracia. Cuando vi por primera vez la película acabada me di cuenta de que la carga ideológica era excesiva y lamenté no haber hecho algo más ligero donde la fábula tuviese una mayor importancia", señalaría en su día el propio Pasolini. 

Dos años después presentó la obra maestra Teorema (1968), declarada inmoral por la Iglesia al abordar la historia de una familia de clase alta que es visitada por un apuesto desconocido que termina haciendo el amor con cada uno de sus integrantes (el hijo, la hija, el padre, la madre, y hasta la criada).

A lo largo de su carrera, Pasolini mostró su gran pasión por la cultura popular y su gusto por la provocación. Es cierto que su ideología era difícilmente clasificable, pero no es menos cierto que, a menudo, dejó ver su rechazo hacia la sociedad burguesa de consumo, y en todo momento se posicionó al lado de los más desfavorecidos.

“Se entiende que añoro la revolución pura y directa de la gente oprimida cuyo único objetivo es ser libre y dueña de sí misma. Imagino que aún puede llegar un momento así en la vida de Italia y del mundo. Quiero decir a calzón quitado. Yo bajo al infierno y sé cosas que no perturban la paz de los otros. Pero tened cuidado. El infierno está subiendo y las ganas y necesidad de dar un garrotazo, de agredir y de matar es fuerte y es general”, confesaría a un periodista de La Stampa la noche antes de morir, como si intuyera que su final estaba ya demasiado cerca.

Una muerte terrible

“Las pocas personas que han escrito la historia son las que han dicho no (los santos, los eremitas, pero también los intelectuales), y no los cortesanos y los asistentes de los cardenales. Para ser eficaz, el rechazo no puede ser puntual, ha de ser grande, total”, comentó aquel mismo día Pasolini.

Antes de marcharse al otro barrio pudo dejar acabada Saló, o los 120 días de Sodoma (1975), un drama bastante duro de ver y que estuvo prohibido en multitud de países, así como una novela (Petróleo) que investigaba crímenes que señalaban al propio Estado y denunciaba la estructura corrupta del poder italiano.

Cuentan que a Pasolini le gustaba verse con jóvenes chaperos. Pero aquella arriesgada afición suya le acabaría pasando factura el 2 de noviembre de 1975, día en que se citó con un chaval de 17 años llamado Pino Pelosi. Según la primera versión ofrecida por ese joven estafador, el director y él cenaron juntos y viajaron hasta el puerto de Ostia para "magrearse un poco" allí a cambio de veinte mil liras. 

Al llegar a un descampado situado junto al mar, Pelosi cambió de opinión y se negó a tener relaciones sexuales. Eso hizo que Pasolini se cabreara, se bajara de su Alfa Romeo para perseguirle y hasta le atacara con un bastón. Pelosi dijo que se defendió pegándole una brutal paliza. Acto seguido, se subió en el vehículo para huir de allí y atropelló al cineasta, al que le reventó el tórax y abandonó muerto en el suelo.

Una patrulla de los carabinieri detuvo luego a Pelosi, que admitió haber robado el coche y, cuando al cabo de un par de horas apareció el cadáver (parcialmente quemado) del cineasta, confesó también el crimen. El Tribunal Supremo le juzgó y condenó a nueve años y medio de prisión por 'homicidio en colaboración'. Pero muchos se mostraron críticos con aquella resolución judicial, al considerar que Pelosi no podía haber actuado solo. 

En un artículo publicado en el diario L’Europeo, la periodista Oriana Fallaci llegó a asegurar que el crimen se había cometido con premeditación, y que había contado con la participación de, al menos, tres personas más.

Giro de tuerca a un misterio aún sin resolver

La cosa es que, en 2005, Pelosi sorprendió al mundo cambiando su versión de los hechos y afirmando que en su día había mentido por miedo a las represalias. En una entrevista concedida a Rai 3, confesó que sí que llegó a practicar sexo oral con Pasolini en el interior del coche y que, tras hacerlo, salió del vehículo para orinar. En ese momento, aparecieron en la escena tres desconocidos ("de 45 o 46 años, con acento del sur, calabrés o siciliano") que comenzaron a insultarles y acabaron propinando una paliza al cineasta. 

Según esta nueva versión, aquellos matones amenazaron con matarle a él y a su familia si se atrevía a revelar lo ocurrido, y luego se marcharon de allí. Asustado, él huyó en el Alfa Romeo del cineasta, pasando accidentalmente por encima de su cuerpo.

Un relato inconsistente y que nunca convenció del todo a algunos allegados a Pasolini pero que, sin embargo, resultaba verosímil, teniendo en cuenta que en el vehículo del director de cine había aparecido un jersey de una tercera persona, y que el único condenado por aquel asesinato apenas tenía manchas de sangre. Por no hablar de lo mucho que costaba creer que alguien con un aspecto tan enclenque pudiera haber propinado solo semejante paliza a alguien tan atlético como Pasolini.

“Hoy, en Italia se sigue diciendo que fue un homicidio casual, pero en el proceso no se hizo ninguna investigación. Fue todo un complot entre los servicios secretos, la Iglesia y los políticos. Se había creado un ambiente de que Pasolini era un hombre peligroso que hacía daño a la sociedad italiana y a la democracia”, afirmaría en una ocasión el cineasta italiano Federico Bruno, que investigó a fondo la vida de Pasolini para rodar un filme sobre su figura. 

"Es absolutamente injusto cómo una figura como Pasolini ha sido borrada de la memoria de Italia. Fue un testigo de su época que se dedicó a denunciar la pobreza, la corrupción y las miserias. Con su cine rompió de manera rotunda los esquemas estéticos de la época, algo así como hizo Buñuel con Los olvidados", apuntaría igualmente Bruno.

Efectivamente, siempre ha existido la sospecha de que detrás de la muerte de Pasolini se escondía un crimen político disfrazado de ajuste entre maricones. Según se descubrió en 2009, el director de cine había investigado la misteriosa muerte (en un supuesto 'accidente') del industrial Enrico Matei, y conocía los nombres de sus asesinos. 

Un primo de Pasolini consiguió que se llevase a cabo un análisis del ADN presente en la ropa que el cineasta llevaba la noche del crimen, y los cinco diferentes ADN hallados en esas prendas llevaron a la reapertura del caso (a petición del exalcalde de Roma Walter Veltroni).

"Pasolini fue asesinado por tres personas", declaró esta vez Pelosi ante el fiscal. "Lo golpearon a sangre fría delante de mis propios ojos. Eran romanos. Dos eran los hermanos Borsellino (Franco y Giuseppe, ya fallecidos). Fue víctima de una emboscada estudiada al detalle [...] Le convencieron para ir a Ostia con la excusa de negociar la venta de las cintas de la película Saló, robadas tiempo atrás. Él tenía consigo el dinero, era una excusa para tenderle una emboscada".

La policía científica italiana pasó varios años llevando a cabo interrogatorios, pero no pudo atribuir a nadie los restos de ADN, ni tampoco obtuvo resultados concluyentes, lo que llevó a que el caso volviera a cerrarse en 2015. Pelosi moriría poco tiempo después, a los 59 años, llevándose toda la verdad a la tumba. 

Será difícil llegar a descubrir el secreto y saldar por fin esa gran deuda moral que todos tenemos, no ya solo con la sociedad italiana sino también con uno de los grandes genios del siglo XX.

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