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Pilar Palomero: "En los 90 nos decían que Dios había creado a la mujer para acompañar al hombre"

Pilar Palomero
BTeam

Un antiguo cuaderno de religión. El germen de Las niñas lo encontró la directora Pilar Palomero (Zaragoza, 1980) entre sus deberes de la EGB. “De ahí saqué los dictados que las monjas les hacen a las niñas en la película”, nos cuenta por teléfono sobre una de las escenas de su ópera prima en la que una religiosa hace copiar a sus alumnas: “La sexualidad forma parte del plan de Dios; la mujer fue creada para acompañar al hombre. Punto”. 

Estos recuerdos del comienzo de la adolescencia venían mezclados con otros un tanto contradictorios: los anuncios del “Póntelo, pónselo”, las Mama Chicho en Telecinco o los consejos para ligar con chicos de la Super Pop. Poco a poco, en la cabeza de Pilar Palomero se fue fraguando una película que ponía en imágenes esos mensajes tan contradictorios con los que nos educamos las niñas de los 90. “El que las mujeres hablemos de sexualidad es un fenómeno reciente, de hace unos cinco años. Por el pasado que ha tenido España la sexualidad femenina ha estado reprimida mucho tiempo”, explica.

¿Cuándo te empiezas a plantear el tema de Las niñas, la educación sexual de las mujeres de nuestra generación?

Las primeras conversaciones que recuerdo fueron con mis padres y amigas, recordando las Mama Chicho, lo que nos decían las monjas en el colegio, el "Póntelo, pónselo". Ese fue el germen. También hice un trabajo de investigar en mis propios documentos, cartas diarios de la época o mis cuadernos de religión de EGB. De ahí saqué el dictado que las monjas les hacen a las niñas en la película. Cuando volví a leer esos cuadernos me chocó que en el 92 nos dijesen que dios creó a la mujer para que acompañase al hombre. Nos parece que éramos muy modernos pero no lo éramos tanto.

¿Se nos daba a las niñas de esa época mensajes contradictorios?

Por un lado, había un poso de una cultura muy conservadora y por otro, se nos daba el mensaje de que teníamos que ser mujeres independientes y no depender de nada. Mucha gente se da cuenta de que hemos recibido esos mensajes al ver la peli. No tiene que ver con el colegio de monjas sino la sociedad que había, era una sociedad enraizada en el pasado y provinciana. Todos cargábamos con esa mochila.

Es una película que mima los detalles y muchos parecen reales.

Sí. Muchos de esos detalles parten de mis recuerdos: fotos con mis amigas, las dedicatorias en las carpetas que nos escribíamos, sin ser nada conscientes. Por ejemplo, aquella que decía "si no bebes, no fumas y no follas, para qué vives, gilipollas". O el recuerdo de sentarme a cenar viendo a las Mamachicho de Telecinco… Y también la educación que nos dieron las monjas, que en muchos casos hoy sería inconcebible. Por ejemplo, que te mandasen a la última fila de la clase porque tuvieses dificultades de aprendizaje.

Eso se refleja muy bien en las secuencias del coro, sobre todo con la que arranca la película.

Eso es verídico. Yo sé que las monjas nos dieron la mejor educación que supieron. Estaban convencidas de que era la mejor manera de educarnos y mi familia, de que era el mejor colegio. Todo el mundo tenía la mejor voluntad, pero era una época en la que no se daba importancia a la educación emocional.

La película va del retrato social al retrato íntimo de una madre y una hija. ¿Siempre tuviste clara esta estructura?

Nuestra idea con la estructura era explicar ese universo para que se entendiese la relación madre-hija. Por eso, al principio es más coral y luego nos vamos centrando en ellas dos. Lo que le sucede a la madre es consecuencia de lo que hemos visto antes. Y a la vez lo que hemos visto antes es resultado de la educación que recibió la madre. Vemos que las niñas tienen prejuicios en el 92, esos prejuicios vienen por lo que ellas han visto. Quería que se entendiese que nuestra educación es el resultado de la educación de nuestros padres.

¿Cómo trabajaste con las actrices que interpretan a las niñas para que interpretasen sus personajes con tanta naturalidad?

Primero hicimos un casting larguísimo, de casi seis meses en el que vimos casi mil chicas. Después, me sirvió hablar mucho con ellas. Terminamos de escribir el guion en función de las chicas que conocimos. Buscamos perfiles. Conocí a Andrea Fandos y vi que era Celia, la protagonista. Tiene esa melancolía en la mirada, una timidez, una tristeza. El personaje era mayor y lo adaptamos para que lo interpretase ella. A las niñas nunca les di el guion a leer pero si hicimos un mes de ensayos, en cada sesión hablábamos de un tema distinto: el año 92, las expresiones que se usaban, las series que veíamos, el sida... Les hablábamos de cómo era el mundo en el que habíamos crecido.

Las niñas
Jorge Fuembuena

¿Afectó esa naturalidad que buscabais en la interpretación a la puesta de escena?

Sí. Queríamos que la puesta en escena estuviese en función de las niñas. Siempre al servicio de ellas, que estuviesen cómodas. Cuidando lo audiovisual, pero que todos los jefes de equipo estuviesen al servicio de ellas.Yo le pedí al equipo rodar las escenas de manera muy libre: cuando las niñas hablan o se prueban ropa, la cámara las acompaña. Otras escenas partían de una improvisación muy guiada. Íbamos articulando la escena, yo me colocaba haciendo el personaje de una de ellas, y las iba colocando en el estado de ánimo que quería de ellas.

¿Cómo fue el trabajo con Andrea Fandos?

Andrea es actriz. Tiene una capacidad alucinante para comprender la psicología del personaje y sus emociones. Ella lo vive, es algo visceral. Le explicas de qué va la escena y se emociona porque empatiza mucho con el personaje. Tiene mucha fuerza. Hizo un tándem increíble con Natalia, se ayudaron mucho. Tenían muchas secuencias complicadas.

Las niñas
Jorge Fuembuena

¿Y con Natalia de Molina? Es curioso cómo va entrando en el plano según avanza la película.

Tiene que ver con la estructura del retrato generacional para pasar a la historia individual que es la consecuencia de ese universo. Es la idea de que es una madre que al principio no comprendemos. No comprendemos su dureza. Quería que el espectador hiciese ese viaje con Celia, que empezase a comprenderla con la niña.

No hay música extradiegética en Las niñas. ¿Por qué?

Esto es un gusto personal. Nunca vi música extradiegética en la película, sentía que iba a reforzar emociones que quería que partiesen de las miradas, de los gestos... Y quería rodear la película de una banda sonora de la adolescencia, cuando la música se convierte en algo muy importante. En los 90 en Zaragoza hubo un boom musical, con Héroes del silencio o Niños del Brasil. Sus canciones son himnos en Aragón. Una vez más, había dos realidades que convivían en la ciudad: la del movimiendo underground y la de los tabús.

¿Cómo fue el trabajo de recrear los años 90 desde la dirección de arte y el vestuario?

Fue un trabajo divertidísimo. Tratamos de ser muy rigurosas, cuidar mucho esa estética. Por ejemplo, algunas chicas llevan en los 90 una bolsa de tela que costaba 5000 pesetas que marcaba un estatus social, no todas las podíamos tener. Marcaban diferencias entre nosotras, las que veníamos de familias humildes o ricas. Hoy parece que todo es accesible para todos pero en ese momento la ropa decía mucho de nosotros.

Redactora jefa 'Cinemania'

Puedes leerme en CINEMANÍA. Puedes verme en Historia de nuestro cine, el programa de cine español de La 2 en el que colaboro. Y puedes oírme en el podcast 'Mi vida en películas'. Estudié Periodismo y Humanidades en la universidad San Pablo-CEU y tengo un Máster en Literatura inglesa y norteamericana en la Universidad Complutense. He dirigido el documental 'El hombre que diseñó España' y estoy escribiendo un libro sobre la cineasta Cecilia Bartolomé.

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