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Rizoma 2022 | 'Ramona': una preciosa carta de amor a Madrid y al cine

Imagen de 'Ramona'
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Cómo puede ser posible que alguien de Barcelona filme Madrid como si hubiera nacido allí, que una actriz que es realmente cantante encuentre su voz actuando, que una Madrid en plena pandemia luzca más viva que nunca o que una directora que hace su primera película la resuelva con la naturalidad y la solvencia de quien lleva años trabajando en el cine. Tantas cosas juntas con el mismo resultado solo pueden deberse a un milagro. Un milagro llamado Ramona

Solo así se puede entender este filme presentado como película de clausura en el Rizoma 2022, como un pequeño milagro, una película que bebe de muchos clásicos pero que a pesar de todo logra poseer una personalidad propia y encontrar su lugar. Porque la película puede ser una Manhattan dedicada a Madrid o una Frances Ha para la generación madrileña que está enamorada y cansada a la vez de tener que comapartir Lavapiés con un narcopiso, pero por encima de todo esta es la película de una autora que su ópera prima ya parece haber impreso su sello, Andrea Bagney.

Ramona cuenta la historia de una joven que ya no lo es tanto, algo ingenua pero llena de vida que un día, vagando por Madrid, se encuentra con un curioso hombre (Bruno Lastra) que no tiene redes sociales, toma un raro ungüento para la ansiedad y con el que se acaba yendo de cañas hasta que, al cabo de un rato, este le confiesa que se ha enamorado de ella. Al día siguiente, Ramona (Lourdes Hernández) tiene un casting y resulta que el director es nada menos que aquel hombre. Ahora tendrá que decidir si acepta el papel protagonista como le recomienda su novio y cocinero particular Nico (Francesco Carril), aunque a ella no le entusiasma la idea ahora que sabe que su elección se debe más a una cuestión sentimental que estrictamente cinematográfica. ¿O acaso no son lo mismo?

La película es, como decimos, un particular monstruo de Frankenstein cinematográfico, pues toma muchas cosas de muchas películas clásicas. Hay un poco de Woody Allen en el ensimismamiento por la ciudad y la música, un poco de Peter Bodganovich en su aura nostálgica y cinéfila, un poco de Billy Wilder en el tono, a medio camino entre lo irónico y lo romántico, o incluso de Jonás Trueba (por poner un ejemplo patrio) en esa sensación de naturalidad y espontaneidad en todo momento. Ramona tiene muchas de esas cosas pero no por ello se ve atada a sus referentes sino que se aprovecha de ellos para construir una historia que los homenajea y se ríe de ellos a la vez. 

Imagen de 'Ramona'
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Es difícil anteponer cualquiera de esas virtudes pues se trata de un filme sorprendentemente equilibrado en todas sus facetas para tratarse de una ópera prima. El director de fotografía Pol Orpinell (quizá el no-madrileño que mejor ha captado el esplendor de la capital en mucho tiempo) poco tiene que envidiar al Gordon Willis de Manhattan, pues con un precioso blanco y negro en 16mm consigue inmortalizar una Madrid real (la de sus bares y sus tapas) y una cinematográfica (esa Gran Vía o parada de Metro completamente vacía) sin perder un ápice de belleza. 

Tampoco deslucen los diálogos de Bagney, quien por momentos resultan tan surrealistas como si de una screwball comedy se trataran, contraponiendo a personajes que tienen los pies en la tierra (Nico) y otros en las nubes (Bruno y la propia Ramona). Todo ello en un tono mezcla de naif e irónico sin tampoco caer en lo ñoño o en lo extremadamente frívolo dentro de esas conversaciones sobre los barrios de Madrid o la vida. Lo mismo sucede con Lourdes Hernández, quien en su primer gran papel se ayuda precisamente de su poca experiencia para dotar a su personaje de ese sentimiento de inocencia y espontaneidad al tiempo que la falsa seguridad que ha demostrar la propia Ramona a lo largo de toda la película. 

El cine, como todo artificio de magia, tiene su truco detrás, y en el coloquio posterior a la película Andrea Bagney desvelaba que la película estaba hecha con prácticamente dos tomas por secuencia. Es decir, el margen de error era mínimo. Con apenas dos tomas por secuencia, actores semiprofesionales, una directora novata y un rodaje interrumpido y aplazado por eclosionar una pandemia mundial, solo un milagro hubiera salvado esta película. Pero el cine tiene estas cosas, que a veces los astros se alinean y surge una película, por pequeña que sea, que logra que cada elemento funcione en armonía como lo hace esta. Se estrenará en pocos cines este mismo viernes 25 de noviembre y que la gente sepa de ella y acuda a llenar la sala es probablemente el único milagro que le falta por cumplir. Quizá sea el momento de ir a verla y volver a creer en el cine y los milagros. ¿O acaso no son lo mismo?

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