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'Sin novedad en el frente': la película bélica de Netflix que explica el mundo actual demasiado bien

La Primera Guerra Mundial es uno de los conflictos menos fotogénicos de la historia. Aunque el cine bélico naciera prácticamente a su rebufo (ahí quedan para demostrarlo títulos como Alas, El gran desfile o ¡Armas al hombro!, esta última rodada por Charles Chaplin antes del fin de las hostilidades), su iconografía asociada a la mugre de las trincheras y a las carnicerías sin sentido no ha tentado a muchos directores de cine. 

Dejando de lado los precedentes ilustres (a los que habría que sumar Senderos de gloria, de Stanley Kubrick, entre otros títulos), el esfuerzo más reciente por convertir esta masacre en imágenes memorables ha sido el de Sam Mendes con 1917. Y, sin embargo, un filme alemán sobre la Gran Guerra se lleva actualmente de calle a los espectadores desde el catálogo de Netflix. 

Se trata de Sin novedad en el frente, la cinta de Edward Berger que adapta la novela de Erich Maria Remarque. Un título que ya ha tenido dos adaptaciones audiovisuales: el clásico de 1930 ganador de los Oscar a mejor película y mejor director (para Lewis Milestone) y el telefilme de 1979 que se llevó un Emmy y un Globo de Oro. 

Más allá de su espectacularidad visual, que es considerable siempre que a uno le gusten el gris desaturado y las explosiones puntuales de gore, la película de Berger no es una adaptación fiel. Es más: puede decirse que su estructura dramática resulta forzada en comparación con la de la novela, y que deja de lado momentos tan importantes como el permiso durante el cual su protagonista (Felix Kammerer, un actor de teatro que debuta frente a la cámara) se ve incapaz de adaptarse a la vida civil. 

El bestseller perseguido por los nazis

Pero, defectos aparte, Sin novedad en el frente está triunfando a lo grande entre los usuarios de Netflix, incluyendo los españoles. Ahora mismo, de hecho, ocupa el segundo lugar en el top de la plataforma en nuestro país. ¿A qué puede deberse esto? 

Para empezar, a que su historia resulta tan incómoda ahora como cuando se publicó, aunque el contexto sea muy distinto. Tras la publicación de la novela en 1930, Remarque obtuvo un enorme éxito de ventas en todo el mundo, pero también la hostilidad de aquellos que, en su Alemania natal, le tachaban de derrotista. Algo que se agravó aún más con el ascenso al poder de los nazis. 

La ambición del novelista ("Dar testimonio de una generación de jóvenes que, pese a haber escapado de las balas, fueron destruidos por la guerra") casaba muy poco con los planes del III Reich para lavar con sangre la derrota de 1918. De modo que, consciente de encontrarse en el punto de mira, Remarque partió al exilio. 

Felix Kammerer en 'Sin novedad en el frente'.
Netflix

En 1933, Joseph Goebbels hizo que el escritor perdiera su ciudadanía alemana. Y, en 1943, con la II Guerra Mundial en su momento más crudo, su hermana Elfriede Scholz fue ejecutada bajo la acusación de conspirar contra el régimen. Por si hubiera dudas sobre el verdadero motivo del proceso, quedan estas palabras del juez que la condenó: "Su hermano está lejos de nuestro alcance, por desgracia, pero usted no escapará". 

Este ensañamiento hitleriano es comprensible si pensamos que uno de los puntales de la ideología nazi era la teoría seudohistórica conocida como 'puñalada por la espalda' ("dolchstoßlegende"), según la cual la derrota de Alemania y la posterior humillación en el Tratado de Versalles se debieron a un complot de judíos y comunistas. 

Albrecht Schuch en 'Sin novedad en el frente'.
Netflix

El panorama descrito por Remarque (todo él hambre, disentería, gas mostaza y decisiones asnales del alto mando) era del todo opuesto a esta superchería. Y el autor podía alegar, además, que sus impresiones venían de sus propios recuerdos como veterano de una guerra en la que fue herido y condecorado. 

La épica murió en el Somme

Para recalcar esta condición de la I Guerra Mundial como incubadora de mitos totalitarios, Edward Berger ha incluido en su película una subtrama con Daniel Brühl (que también produce el filme) en el rol de Matthias Erzberger, el político alemán que negoció el armisticio. Y que acabó asesinado por terroristas de extrema derecha en 1922. 

Gracias a su serie Deutschland 83, centrada en los aspectos más kafkianos de la Guerra Fría, sabemos que a Berger le gustan mucho esas marañas políticas indescifrables en todo salvo en su capacidad para crear sufrimiento. De ahí que haya introducido este elemento en la historia, y también que lo haya aprovechado para crear su clímax final, cuando el empeño de un general (Devid Striesow) por cobrarse una última victoria acaba en masacre. 

Cuestionable o no, esta decisión ayuda a recordar que la I Guerra Mundial fue también un truculento teatro del absurdo cuyas causas, propaganda aparte, resultan hoy tan laberínticas como lo eran en 1914. Asimismo, según vemos también en filmes como Senderos de gloria o Largo domingo de noviazgo, el conflicto obedeció a los caprichos de generales hambrientos de medallas y muy poco dispuestos a enterarse de lo que significaba una guerra industrializada. 

Hoy en día, Europa vive en su suelo una guerra de agresión cuyos motivos resultan muy difíciles de entender y que amenaza con consecuencias imprevisibles. Asimismo, en esa guerra se ponen en práctica a gran escala nuevas formas de matar. Y en el fondo del conflicto late una amenaza mucho más apocalíptica de lo que en su día fueron los gases tóxicos, los tanques o los ataques aéreos. 

De esta manera, tal vez lo correcto no sea preguntarse por qué Sin novedad en el frente nos interesa tanto. En vez de eso, deberíamos lamentarnos de que una historia así siga siendo tan relevante, máxime cuando muchos de sus espectadores en potencia vuelven a soñar con unos honores que nunca han existido… salvo como cebo para la carne de cañón. 

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Redactor 'Cinemanía'

Estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid. Sus textos se publican en la revista Cinemanía desde 2005. Ha sido miembro fundador de Canino, web dedicada a la cultura popular, y redactor en el diario ADN, además de colaborador en medios como Mondo Sonoro, Neo2 y On Madrid-El País.

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