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Wong Kar-wai esencial, para fumadores y románticos

Una escena de 'Chungking Express'
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El humo del cigarro de Tony Leung sale de su boca y se retuerce, denso, mientras se eleva sobre su cabeza y acaricia el único punto de luz que hay en la sala. 

Escena de 'Deseando amar'
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El cigarro que sujeta Michelle Reis con los dos dedos de una mano mientras utiliza la otra para masturbarse en la cama caliente de Fallen Angels. El cenicero donde Takeshi Kaneshiro amontona las colillas mientras espera, sin éxito, que Brigitte Lin se despierte durante la única noche que pasarán juntos en Chungking Express. Los tres paquetes de tabaco que pide Leslie Cheung a Tony Leung mientras continúa recuperándose en esa habitación de algún lugar de Argentina en Happy Together.

Wong Kar-wai fuma muchísimo y sus criaturas también. El director que mejor ha retratado Hong-Kong utiliza el humo de los cigarros con abrumadora pasión para hablarnos de deseo y de sensualidad. Y es imposible no dejarse llevar por esas nubes ascendentes e interminables. 

Pero el cigarro que más duele de toda su filmografía es el que se encuentra Chow, el marido engañado de Deseando Amar, en su habitación de Shangai. Esa colilla con manchas de carmín que Li-zhen, la mujer engañada, tenía en su boca momentos antes. Ella se va y él sabe que ella ha estado allí, pero no se cruzan. Y jamás volverán a verse. 

Hace veinte años que Deseando Amar se estrenó en cines y sigue siendo una de las historias de amor más tristes que se hayan rodado nunca.

Una escena de 'Deseando amar'
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Los dos amantes de su película más célebre, interpretados por Tony Leung y Maggie Cheung, son, como el resto de los amantes de su filmografía, seres sedientos. Los personajes de Wong Kar-wai buscan ser amados con pulsión y sufren los despechos con agonía. Nunca encuentran el amor, o muy pocas veces lo hacen. 

Se contentan con fetiches… La basura del amante (Fallen Angels), un billete de avión (Chungking Express), un minuto de un día concreto (Días salvajes), un vaso de cristal escondido (El fluir de las lágrimas), una foto (Happy Together) o un secreto en el hueco de una pared (Deseando Amar).

Tête-bêche

¿Qué les pasa, entonces, a los amantes de Wong? Son seres que han sido creados desde el concepto tête-bêche. A una pareja de sellos en la que uno de ellos tiene una posición invertida respecto al otro se le aplica dicho concepto filatélico que vale igual para todos los protagonistas del cine de Wong Kar-wai, excepto para el Jeremy y la Elizabeth de My Blueberry Nights, que sí que alcanzan un final feliz consumado en las imágenes.

Una escena de 'My Blueberry Nights'
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Tête-bêche. Un proyecto de Wong Kar-wai  es el título de la edición especial traducida por el director del relato corto de Liu Yichang, se titula Duidao y fue el germen de la historia de Deseando amar

En esta, su película más célebre, y en el resto de títulos los protagonistas de Wong Kar-wai (WKW) son amantes diacrónicos. 

“El amor requiere el momento oportuno. No es bueno conocer a la persona ni antes ni después. Si hubiera vivido en otro momento o lugar, mi historia habría tenido un final distinto”, recita Chow Mo-wan en el off de 2046.

Los deseos de sus protagonistas no coinciden nunca en el tiempo con sus seres amados. Y si coinciden o está a punto de ocurrir la magia, es cuando uno de los personajes decide que hay que esperar, que hay que darle (más) romanticismo al asunto.

En Chungking Express el policía 663 por fin se da cuenta de que Faye, la tendera del Midnight Express, está enamorada de él así que la invita a salir. Quedan en el bar California (ella se pasa toda la película escuchando California Dreamin). Pero Faye no acude a la cita... ¡porque se ha ido a la verdadera California! Le deja una carta a su amado, quien decide no abrirla e incluso tirarla a la basura en una noche muy lluviosa de Hong Kong. Al final la abre, claro, y dentro hay un billete de avión dibujado en una servilleta, pero el lugar de destino ha quedado borrado por el agua de la lluvia. 

Una escena de Chungking Express
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Y así sufren todos los personajes del universo de WKW la disincronía con la que su autor los martiriza. Y lo interesante es que Wong nunca ha vivido historias de amor similares, nunca ha sentido el despecho cómo lo sienten sus personajes, nunca ha sufrido los embates del amor romántico, del amor ido, porque Wonk Kar-wai lleva casado con su mujer, Esther, toda la vida. 

En 1977 Wong y Esther trabajan durante el verano en una tienda vendiendo vaqueros. Allí pasan juntos 10 horas al día y ambos se gustan y ambos saben que se gustan. Es en el último día de trabajo cuando él le pide el número de teléfono. Ella accede pero le da un número de solo cinco cifras, ya que si él la quiere tendrá que esforzarse para encontrar el número que falta. 

Su relación estable y su falta de anhelo amoroso contrasta con su cine, pero Wong Kar-wai contesta: “Siempre es más interesante imaginar la vida que no has vivido. Eso excita tu imaginación”. Una frase del cineasta que recoge Carlos F. Heredero (probablemente la persona de este país que más sepa de WKW en su libro de Cátedra: Wong Kar-wai).

Pero más allá de ese contraste la anécdota real es un reflejo de las artimañas románticas que utilizan todos sus personajes para llamar la atención del otro. La biografía de este director impregna cada una de sus películas. El amor paternofilial que nunca tuvo está retratado con enorme sensibilidad en Fallen Angels, la afición de su madre por el mahjong que es un juego tradicional chino que podemos ver en muchas de sus películas, los pasillos estrechos y las habitaciones mínimas en las que él pasó su infancia y adolescencia en Hong Kong, las mismas en las que conviven sus personajes… 

Y todo lo retrata con una belleza abrumadora. 

La forma y el contenido en un cine colaborativo

Uno de los peores errores a los que se puede llegar cuando uno ve películas de Wong Kar-wai es pensar que la estética, la forma, está por encima de lo que se cuenta. Cada recurso narrativo, cada plano, cada foco de luz, cada encuadre, cada fotograma arrancado del metraje ha sido pensado por el cineasta chino, por William Chang y por su director de foto (que suele ser Christopher Doyle) como una preciosa manera de contar cosas sobre sus personajes o de hacer avanzar la narración. La forma de contar una historia es, al mismo tiempo, el fondo de lo que se cuenta.

Una escena de 'Fallen Angels'
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Y el otro error sería caer en la tentación de meter a Wong Kar-wai en el saco del auteur. Porque aunque su cine tenga un sello personal, él no es el creador absoluto de todo lo que se ve en sus películas. Lo firma, conocemos su obra por su nombre, pero en sus famosos rodajes donde no hay guión, donde se improvisan las localizaciones, donde se edita el material el mismo día que se rueda y donde todo se va construyendo a medida que los personajes casi por sí solos encuentran la historia que quieren contar, Wong Kar-wai se rodea de amigos y todos ellos son igual de autores. 

El cine es un arte colaborativo. De hecho es el arte más colaborativo de todos. Y el universo WKW es una creación del cineasta chino, y también de William Chang (director artístico y decorador de sus películas y también montador y diseñador de vestuario de muchas de ellas), de su director de fotografía, de sus actores (Chow es tanto una creación de Tony Leung como de Wong Kar-wai) y de prácticamente todo el equipo que le acompaña en sus largos, lentos y frustrantes rodajes.  

De los rodajes de Wong Kar-wai sale una cantidad de metraje incalculable que luego hay que montar con mucha paciencia. Y con ese metraje se pueden hacer no una película, sino varias. Por eso hay tantas versiones diferentes, estrenadas en diferentes sitios, de las películas de Wong Kar-wai. Se podría decir que sus obras son creaciones sin fin y por ello ahora que Avalon reestrena en nuestro país Deseando amar, 2046, As Tears Go By, Happy Together, Chungking Express, Days fo Being Wild y Fallen Angels, lo hará con versiones remasterizadas y restauradas en 4k.

El poster de 'Happy Together'
Cinemanía | Avalon

Y en el caso de Deseando amar con un final alternativo que los espectadores podrán ver por primera vez. Las quejas de posibles puristas son, en este caso, absurdas, porque el universo cinematográfico de WKW siempre ha estado vivo y su honestidad con este tema también ha sido siempre palpable. Y que diablos, las historias no solo crecen dentro de nosotros, también pueden crecer dentro de sus creadores y estos sí pueden cambiarlas. Y si no que se lo digan a George Lucas o a Ridley Scott.

El universo cinematográfico de WKW

El cine de Wong Kar-wai conforma un único universo cinematográfico. No sería extraño que sus personajes se cruzaran entre las calles de Hong Kong, y sobre las distintas épocas en sus películas sería como contemplar a miembros de una misma familia, hay personajes que son casi doppelganger de otros personajes.   

Y por supuesto hay constantes autoreferencias entre ellos y a lo largo de su cine: 

El expresidiario 223 de Fallen Angels podría ser el policía 223 de Chungking Express, ambos tienen el rostro de Takeshi Kaneshiro y a los dos les gustan las latas de piña. El personaje de Maggie Cheung tiene el mismo nombre en Días salvajes y en Deseando amar. Y el jugador que aparece al final de Días salvajes se mueve, fuma y se peina igual que el Tony Leung de Deseando amar y así constantemente durante toda su filmografía.

Una escena de '2046'
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Los reencuadres son una preciosa seña de identidad en el cine de WKW. Este recurso es igual de bello que funcional. Primero, porque todas las habitaciones donde ocurre todo lo importante siempre son estrechas y todos los pasillos angostos, la cámara se mueve con ligereza por estos espacios y filma los espejos dando al espectador una plena consciencia del sitio. 

Y segundo, porque los personajes del cineasta chino suelen estar sometidos al juicio de las personas que les rodean, los caseros de Chow y Su en Deseando amar, el tío de Faye pendiente de los amoríos de los policías en Chungking Express, los testigos de los locales donde Wong mata a sus víctimas en Fallen Angels… De esta forma el espectador forma parte del juego observando, desde un ángulo incómodo y casi secreto, a las criaturas de este universo melancólico, de colores ocres, verdes y azules y siempre marcado por el tiempo.

Espejos repletos de polvo que también a veces funcionan como recuerdos. Cuando Maggie Cheung le contó a Jeun-Marc Lalanne en Cahiers du cinéma que tuvo que ver tres veces Deseando Amar para comprender que había inventado otra manera, completamente original, de contar una historia, podría estar refiriéndose a por qué Wong Kar-wai eligió esos momentos insignificantes en la vida de sus personajes encuadrando cada plano entre sucios espejos, consiguiendo así que la película funcione como un flashback perfecto que rebosa nostalgia y amargura.   

El uso del tiempo es en el cine de WKW un elemento importantísimo. 

“En nuestra vida normal estamos atrapados por el tiempo, que gobierna nuestra existencia. La vida real no da la posibilidad de rebobinar”, esto le dijo el mismísimo Wong Kar-wai a Carlos F. Heredero

Una escena de 'Días salvajes'
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Los relojes son un objeto recurrente en sus películas y el tiempo una herramienta poética y narrativa. Poética cuando sus personajes encapsulan sus emociones y las abandonan en la tiránica inmensidad del tiempo, a veces incluso lo verbalizan como el personaje de Maggie Chang en Días Salvajes:

“Siempre pensé que un minuto pasaba volando. Pero a veces realmente perdura. Una vez, una persona señaló el reloj y me dijo que debido a ese minuto, siempre me recordaría. Era tan encantador escuchar eso… Pero ahora miro mi reloj y me digo que tengo que olvidar a este hombre a partir de este mismo minuto”. 

El gran hallazgo narrativo con este elemento lo firma William Chang, que según Heredero, es quién hace la “exploración a fondo del jump cut (corte en el interior de un mismo plano)". Así es como el director artístico llena de efectos ópticos las películas. Sobre todo en las escenas de acción donde todo se vuelve confuso. Pero es en las escenas tragicorománticas, o de ensoñación de los personajes, cuando estos recursos multiplican su efecto impulsando la esencia emocional de cada momento. 

Una escena de 'Chungking Express'
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El manejo del tiempo a través de estos efectos se vuelve sublime cuando Chow y Su se cruzan en la escalera de Deseando Amar, cuando el policía 663 va a echar una moneda en la gramola de bar California en Chungking Express o cuando Michele Reis saborea su sopa y su cigarro mientras pegan una paliza al personaje de Takeshi Kaneshiro en Fallen Angels

Imágenes lentas que Wong justifica definiéndose como un director de Hong Kong al que le interesa ir en contra del trasiego de una ciudad donde todos son transeúntes y nadie se fija en nadie.

Y cuando a estas escenas les acompaña una canción de Nat King Cole, la versión de un tema pop interpretado por Faye Wong o la eterna melodía de violines Yumeji’s Theme es cuando uno siente que se quedaría a vivir para siempre en una película de Wong Kar-way

Es imposible guardar un solo momento de toda la filmografía de Wong Kar-wai, pero si hubiera que elegir, estaríamos hablando de uno en el que habría un doloroso y amargo ambiente de pérdida que sonaría como el Tango Apasionado de Astor Piazolla, dos individuos envueltos en el humo de un cigarro que viajaría por una apretada habitación con espejos llenos de polvo. 

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