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5 razones para ver ‘Maricón perdido’ como el mejor estreno seriéfilo de la temporada

Maricón perdido
TNT

Bailando entre la autoficción y el cuento mágico, Bob Pop ha entregado con Maricón perdido uno de los productos televisivos más estimulantes del último año. La serie es un diamante imperfecto pero que refulge por cinco de sus aristas en cuanto las iluminan los focos. Desgranamos las cinco razones de peso que encumbran la producción de TNT.

La luz

¿Cómo puede resultar luminosa una narración que encuentra un punto culminante en la violación de su protagonista a manos de unos desconocidos? ¿Cómo consiguen que brille un relato de autodescubrimiento con un poso tan amargo? 

Bob Pop, apoyado en la dirección de Alejandro Marín y en el sutil trabajo del elenco, consigue que Maricón perdido sea, ante todo, un ejercicio de verdad poderoso y vitalista.

Un reparto extraño pero apabullante

Los actores de Maricón perdido conforman un reparto excepcional en su extrañeza. Son acordes raros que, superpuestos, crean una melodía tan original como valiosa. Candela Peña ha construido uno de los mejores personajes de su carrera, esa madre destartalada, lacada y oscura que es carne de iconografía.

Junto a ella, las interpretaciones de las distintas versiones de Pop, la del adolescente a cargo de Gabriel Sánchez y la del joven descubridor por Carlos González, atrapan no solo por la frescura punk de lo nuevo, sino por un conocimiento del oficio estimulante y esperanzador. Contenidos, sensibles, un acierto brutal de casting.

La guinda es Alba Flores, un raro imán como hay pocos en nuestra industria.

Valentía e inteligencia

Maricón perdido es como las canciones de los Smiths: la melodía es preciosa y el fondo te parte el corazón. Esa voluntad del autor por entregar mucho más que un artefacto nostálgico con espíritu reivindicativo se ve en soluciones tan arriesgadas como la omisión de su padre en el relato. Escuchamos la inconfundible voz de Carlos Bardem, pero jamás le vemos, metáfora de la agria relación entre Bob y su padre. 

Con todas las papeletas para estrellarse en esa curva, la serie no solo sale ilesa del viraje, sino que le sirve para entrar primera en la meta y levantando los brazos.

La nostalgia bien entendida

Maricón perdido es una reconstrucción tramposa pero que no elude el barro. El mérito de Alejandro Martín y del autor para esquivar el sobado tono retro refuerza el conjunto. Bob Pop se acerca a su adolescencia y juventud, en los ya esquilmados años ochenta, encontrando el rigor en la pochez y en el desencanto. Están los colorines y las referencias pero colocadas con honradez y sin artimañas.

Altavoz y ariete

La primera serie de Bob Pop para TNT funciona como altavoz y como ariete. En un tiempo particular, en el que muchos derechos conseguidos vuelven a estar en tela de juicio, Maricón perdido se coloca en primera línea del frente con un discurso inteligente. 

Es como la pegatina en la guitarra de Woody Guthrie, un lugar con el que sentirse identificado sin sentirse aleccionado. Un punto más para adorar esta serie inconfundible.

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