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'Sexo en Nueva York' revoluciona Netflix: los puntos más conflictivos de la serie para la Generación Z

Sexo en Nueva York
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Sexo en Nueva York es de esos clásicos como Friends y Seinfeld que no envejece en esencia: una serie de finales de los 90 que transcurre en La Gran Manzana, donde un grupo de cuatro mujeres protagonizan multitud de experiencias amorosas, aventuras entre amigas y vivencias propias de una de las ciudades más modernas del mundo.

Aunque la serie ya estaba disponible en el catálogo de HBO Max, pues este junto a Warner han sido siempre los distribuidores del formato (al igual que de su respectivo revival, And just like that), este abril Netflix ha hecho hueco en su catálogo para acoger a las chicas más famosas de Nueva York.

Esta decisión amplía el público de la serie más de dos décadas después de su estreno. Y sí, la ficción protagonizada por Sarah Jessica Parker 'es apta' para la Generación Z, pero no está de más que esta sepa de antemano los puntos más relevantes y también los más conflictivos de una historia de seis temporadas que trascurrió a principios de milenio.

'Sexo en Nueva York'

Por ello, sin caer en spoilers (aunque ya no sería delito revelar las tramas de una producción que se estrenó hace más de 25 años), analizamos aquellos aspectos más importantes a tener en cuenta si es la primera vez que se es espectador de Sexo en Nueva York, la que se convirtió en una de las series más trasgresoras de su época.

Lo heteronormativo como protagonista

Cada vez es mayor la visibilidad tanto en las calles como en la propia ficción del cambio en el concepto del género, de la diversidad de cuerpos, de la orientación sexual y de los modelos relacionales, entre muchos otros puntos. Pero, como se puede intuir, Sexo en Nueva York no es una serie para explorar todo aquello que se encuentra más allá de lo heteronormativo.

Y es que la ficción creada por Darren Star presenta a cuatro mujeres aparentemente heterosexuales en los 30, interpretadas por Sarah Jessica Parker, Kim Cattral, Cynthia Nixon y Kristin Davis, que son delgadas y muy atractivas según marcaba el canon de la época, representando así una imagen de lo más normativa

Y, por supuesto, su vida sexual y amorosa gira alrededor de los hombres. Pero, al margen —quizás un poco demasiado al margen— las protagonistas conviven con personas del colectivo LGTBIQ+, se topan con gente disidente y exploran otros modelos algo alejados de la 'heteronorma'. Eso sí, además de ser bastante excepcional, lo hacen a través de ciertos clichés y vocabulario obsoleto o expresiones, hoy en día, inapropiadas.

Con todo ello, se puede apreciar el paso del tiempo y conocer las dinámicas de la sociedad estadounidense de los años 90 y los 2000. Sin embargo, que la historia trascurra en la ciudad por aquel entonces más moderna que existía, permite que sean menos frecuentes esos momentos 'desfasados'. 

El matrimonio como objetivo

Si bien todavía muchas personas sueñan con pasar por el altar con el amor de su vida en algún momento, lo cierto es que este deseo es cada vez menos frecuente en los jóvenes actualmente. Y, sin embargo, en Sexo en Nueva York parece tanto una necesidad como un paso inevitable en la vida, además de que la soltería se muestre casi como un motivo de menosprecio y de prejuicio.

Lo más equiparable a las vidas sentimentales de los veinteañeros y treintañeros actuales es el deseo incansable de muchos —sobre todo muchas— de encontrar una pareja estable, sin necesidad de formalizarlo como tal a través de este tradicional enlace. Y es que se podría decir que la serie 'inventó' el heteropesimismo: una dinámica de desengaños amorosos, no encontrar al hombre adecuado y saltar de una relación a otra que hasta ahora no tenía nombre. 

Carrie Bradshaw vestida de novia en 'Sexo en Nueva York'
HBO

Por ello, los espectadores se pueden sentir representados actualmente con las problemáticas relacionales que se muestran en Sexo en Nueva York. Porque, por mucho que hayan pasado 25 años, las personas, sobre todo las mujeres heterosexuales, parecen tener los mismos problemas a la hora de encontrar pareja.

Una situación para la mujer muy actual

Pese a todas las diferencias marcadas principalmente por los cambios sociales, las protagonistas tienen conflictos y se cuestionan ciertos patrones de conducta de las mujeres y de los hombres que coinciden con las problemáticas actuales. Este es, por tanto, uno de los puntos más relevantes que hacen que la esencia de Sexo en Nueva York no esté caduca 25 años después.

El miedo al compromiso, saber y valorar el estar soltera, la importancia de la comunicación, el afán de los hombres por mujeres más jóvenes, la dependencia emocional, los cuidados, el ghosting... Son algunos de los aspectos que rodean las tramas de la mítica serie, y la columna que escribe Carrie Bradshaw sobre el sexo y las relaciones.

'Sexo en Nueva York'

Pero lo que más hay que resaltar de la serie es que Sexo en Nueva York fue pionera en mostrar cómo un grupo de mujeres hablaba de sexo con plena libertad, y además también fue rompedora a la hora de mostrar temas como la masturbación, el placer propio y la libido femenina.

Por otro lado, si bien la ficción pudo considerarse en su época una serie creada para mujeres, esta etiqueta se ha diluido con el tiempo, pues la actualidad tiene a su favor que el concepto de feminidad y masculinidad está cambiando paulatinamente, a la par que los gustos asociados a cada género.

Disfrutar de lo que está de moda

A pesar de las más de dos décadas que separan el estreno de Sexo en Nueva York y este 2024, lo cierto es que hay una gran similitud entre la realidad de la serie y la actualidad: la importancia de lo material y la imagen. Y es que la ficción narra las historias de Carrie, una chica obsesionada por los zapatos de marca; Samantha, la reina de la libertad y de las fiestas más exclusivas de la ciudad; Charlotte, la más obsesionada con el status y muy influida por el 'qué dirán'; y Miranda, una mujer empoderada que se siente insegura muchas veces por no vestir o no lucir como la 'chica de moda'.

Sexo en Nueva York es así un desfile por los locales de moda, una vida de lujo inalcanzable (que tampoco se comprende, según los trabajos de algunas de las protagonistas), de restaurantes muy exclusivos, de outfits de alto standing... Ingredientes muy asociados al mundo influencer actual. Además, cabe señalar que, como la moda es cíclica, los conjuntos que se lucen en la serie se vuelven a llevar ahora, por lo que la estética de la ficción puede ser hasta una inspiración. Así se ha visto en estilos de actrices como Zendaya.

'Sexo en Nueva York'.

A este estilo de vida tan aparentemente inalcanzable está directamente asociado un hedonismo que predomina también actualmente en la Generación Z, principalmente en el contenido que comparten los influencers de viajes, rutas gastronómicas y experiencias envidiables. Una vida a los que muchos quieren aspirar pero, a la vez, esta filosofía vital tan habitual en Sexo en Nueva York, sobre todo en su protagonista, también genera problemas, sobre todo relacionales.

Una brecha tecnológica casi imperceptible

Por último, cabe mencionar que en Sexo en Nueva York es casi una ventana al presente en lo que respecta a la tecnología: Carrie Bradshaw trabaja desde casa con su portátil y, además, pese a no tener móviles, las protagonistas contactan unas con otras (y con los hombres) a través de sus teléfonos fijos sin dificultad y con frecuencia. También hay una toma de contacto con el internet incipiente, por lo que no es tan grande la brecha tecnológica en lo que respecta al papel de lo digital en las tramas de la ficción.

Carrie (Sarah Jessica Parker) era una columnista de éxito.
HBO

Por todo esto, Sexo en Nueva York es una serie que hay que ver sin perder la perspectiva de los años en los que se desarrolló y emitió por primera vez, y 'perdonarle' de alguna forma esas dinámicas y sucesos más retrógrados. Pero, a su vez, la serie, además de mostrar incluso vanguardia, genera un debate que continúa en la actualidad alrededor, principalmente, de la realidad de las mujeres en Occidente.

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Colaboradora '20minutos'

Me gradué en Periodismo por la Universitat de València, y después me especialicé a través de un Máster en Periodismo cultural y nuevas tendencias. He pasado por gabinetes y otros medios digitales, hasta que me he posicionado como redactora freelance de artículos de todo tipo sobre cultura, televisión y gente. Desde 2022 colaboro en 20Minutos. Se puede decir que las series y los programas de entretenimiento son lo mío, pues pertenezco a ese pequeño porcentaje de jóvenes que sigue consumiendo la televisión tradicional, y sobre todo por ocio.

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