Cuatro meses de hibernación: así arranca la Fórmula 1 de 2020

Alex Albon, piloto de Red Bull.
Alex Albon, piloto de Red Bull.
Red Bull Content Pool
Alex Albon, piloto de Red Bull.

La Fórmula 1 se pone en marcha, por fin, en la que ya será la temporada más tardía en arrancar en su historia. Lo ocurrido en Australia, cuando la organización no se tomó en serio la crisis sanitaria más importante del último siglo, es un borrón en el pasado que ahora se pondrá como un ejemplo de cómo no hay que actuar.

Austria alberga el ansiado reinicio de la competición. Han sido cuatro meses de hibernación, en la que el gigantesco y pesado oso se ha colmado lamiendo, mediante las carreras de simulación, las piedras de la cueva con las que se ha alimentado las ansias de saborear de nuevo las mieles de las carreras de verdad.

Mientras los pilotos descubrían (algunos) y perfeccionaban (otros) sus cualidades en el mundo virtual, la organización del Gran Circo se apresuraba a montar la nueva normalidad. Si para una competición nacional como LaLiga de fútbol o la ACB de baloncesto es complejo, multiplicar la logística de manera exponencial para un campeonato mundial es un trabajo ingente.

Conforme fueron cayendo carreras en el calendario, algunas especialmente dolorosas como el GP de Mónaco, Liberty Media y los equipos negociaban a contrarreloj con los circuitos que se veían sin poder albergar citas marcadas en rojo para sus calendarios. Los Países Bajos, por ejemplo, iba a regresar después de 30 años, subidos a la ola de ‘Mad Max’ Verstappen, y tendrán que esperar otro año para volver a ver a los monoplazas más rápidos del mundo en el mítico Zandvoort.

La temporada 2020 de Fórmula 1 iba a ser la más larga de su historia en conmemoración a sus 70 años, pero finalmente será una de las más cortas. A fecha de edición de esta noticia (tres días antes del arranque de los motores en el Red Bull Ring de Austria), el campeonato lo forman 8 citas, todas ellas europeas, a las que previsiblemente se le unirán al menos dos más. Mugello, un circuito tradicionalmente identificado con las motos, y el histórico Imola, están en la ‘pole’ para ser confirmados como nuevos escenarios del campeonato.

Una eterna pretemporada de reivindicaciones

Los equipos de Fórmula 1 como casi toda la sociedad han puesto al servicio de la lucha contra la pandemia todas sus capacidades técnicas. Mercedes, Ferrari, Renault o McLaren han dedicado sus fábricas a construir respiradores, mascarillas y todo tipo de material necesario para ayudar a las sanidades europeas.

Conforme pasaba la cresta de la ola de los contagios fue alzándose otra: la de las reivindicaciones raciales. La muerte de George Floyd golpeó con dureza a una Fórmula 1 a quien su campeón y máxima leyenda en activo, Lewis Hamilton, afeó hasta el punto de casi obligarles a tomar partido. 

La presión del británico ha cristalizado en gestos más de cara a la galería, como poner una bandera arcoíris en sus coches para fomentar la inclusividad en todos los ámbitos, y la creación de una fundación para ayudar a las personas de color a entrar en el difícil mundo del automovilismo. Para afianzar ese compromiso, Chase Carey, jefe supremo de la Fórmula 1 en nombre de Liberty Media, puso un millón de euros de su bolsillo para la creación de dicha fundación.

Mercedes, equipo de Hamilton, tratará de que esas buenas intenciones no se olviden y por eso lucirá un vistoso color negro en sus flechas plateadas. Otro asunto es que puedan tapar con pintura un pasado mucho más oscuro, en este caso no por la piel, de lo que a ellos les gustaría en asuntos de racismo y xenofobia.

En lo puramente deportivo, en estos cuatro meses la gran noticia fue el fichaje de Carlos Sainz por Ferrari para 2021. El piloto madrileño fue la pieza final de un castillo de naipes que por el camino se ha llevado por delante la carrera de Sebastian Vettel (a día de hoy, sin coche para el año que viene) y que ha movido a Daniel Ricciardo a una McLaren en crisis económica galopante. 

El último crédito de 150 millones que le han concedido desde Bahréin es un parche para un grupo que ya ha despedido a 1.200 empleados y que ve las barbas de Williams, en venta, ya no mojadas, sino en el fondo del océano.

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