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El deporte español también se escribe en femenino

Carolina Marín, Lydia Valentín, Sandra Sánchez y las selecciones de balonmano y baloncesto
COE / FEB / RFEB

Un grito de victoria de Carolina Marín, la sonrisa de Sandra Sánchez, los brazos en alza de Mireia Belmonte al final de la piscina, el corazón con las manos de Lydia Valentín... En la última década, el deporte femenino español se ha ido abriendo hueco hacia la primera página de los medios, personalizado en las grandes triunfadoras, a nivel individual o colectivo, que, gracias a su duro trabajo diario, alcanzaron las más altas cotas, casi impensables echando la vista atrás.

Desde Sidney 2000 a Río 2016, la evolución de las mujeres en el deporte ha ido marcando hitos paralelamente al movimiento social que reclamaba igualdad y visibilidad, estableciendo en las disciplinas deportivas un vehículo esencial para el feminismo.

Hace 20 años, en tierras australianas, Isabel Fernández conquistaba el oro en judo, María del Monte se colgaba el bronce en los 20 kilómetros marcha y Nina Zhivanevskaya y Margarita Fullana hacían lo propio en natación y ciclismo de montaña, respectivamente. Cuatro medallas que valoradas con la perspectiva del tiempo pueden parecer escasas, pero que fueron las primeras de las dos décadas de crecimiento y expansión del deporte femenino.

En el año 2000, la selección femenina de baloncesto sólo contaba con un título, un Eurobasket, en su palmarés. En la actualidad, sus vitrinas albergan 14; entre ellos la plata de Río y tres oros más en el campeonato continental, el último en 2019.

Las barreras que históricamente se han encontrado las mujeres en cualquier ámbito social no han sido una excepción en el mundo del deporte

Los moderados pero esenciales éxitos que las deportistas españolas alcanzaron en los 90, con Barcelona 92 como punto de inflexión para el futuro, son los cimientos que sostienen el cada vez más alto rascacielos de las mujeres deportistas; quienes han conseguido que se antoje normal verlas en podios de todo el mundo y de cualquier disciplina.

“Nunca creyeron que una mujer pudiera ser campeona del mundo”, exclamaba Ana Carrasco poco después de conquistar, en 2018, el Mundial de velocidad de motociclismo, en la categoría de SuperSport300. Rodeada de hombres, estereotipos y prejuicios llegó a lo más alto en una victoria cargada de simbolismo.

Las barreras que históricamente se han encontrado las mujeres en cualquier ámbito social no han sido una excepción en el mundo del deporte. La repercusión de las disciplinas practicadas por mujeres continúa siendo menor, pero el escenario ha cambiado: ahora, al menos, el debate está continuamente sobre la mesa.

Mucho camino por recorrer aún

El eterno argumento de los beneficios que generan, muy alejados de los del deporte masculino, es válido pero no puede alejar el foco de lo esencial: ellas ganan, son exitosas, trabajadores, profesionales y excelentes deportistas como el mejor Rafa Nadal o el más acertado Marc Márquez.

Y, para muestra, Ona Carbonell, la mujer con más medallas en la historia de los mundiales de natación, 22, sólo por detrás de las leyendas Michael Phelps y Ryan Lochte.

Es cada vez más frecuente encontrar en primera página los éxitos de las deportistas españolas, que incluso han sido protagonistas de portadas en momentos destacados, algo impensable hace apenas unos años. Pequeños grandes gestos que contribuyen a un auge que ellas, por méritos deportivos, se han ganado con creces.

No hace muchos años, que una tenista como Conchita Martínez conquistara Wimbledon, como ocurrió en 1994, era una maravillosa excepción. 26 años después, la tendencia al éxito se ha convertido casi en exigencia, lo que puede ser frustrante pero esconde una excelente noticia: se esperan victorias porque se sabe que se puede.

Por este motivo, a uno casi le sabe a poco que Lydia Valentín gane “sólo” un bronce, una suerte de decepción privilegiada del éxito hasta hace no mucho sólo reservada a los hombres. No está terminado el camino pero está clara la trazada, y España cuenta con deportistas de élite de primera línea mundial que han contribuido al auge y la visibilidad, a la ruptura de prejuicios, al empoderamiento en el mundo del deporte y a escribir con letras de oro la historia de un país que ha vivido en las dos últimas décadas una auténtica revolución deportiva. España ha ido creciendo hasta mirar cara a cara a las grandes potencias históricas y eso, como todo en la vida, es también gracias a ellas.

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