Fernando Alonso y un regreso que nadie exigía pero todos añoraban

Fernando Alonso y su casco para 2021
Fernando Alonso y su casco para 2021
XPB / James Moy Photography Ltd.
Fernando Alonso y su casco para 2021

Fernando Alonso vuelve a Renault (ahora renombrado Alpine) y parece que no han pasado dos años y medio desde su última vez. Sin necesidad de demostrar nada en la Fórmula 1, el asturiano sigue empeñado en reivindicar que no es un piloto al uso y que sólo unos pocos son capaces de irse y volver con el mismo hambre, las mismas ganas y la misma intensidad con la que vivieron sus años de gloria.

Desde el primer momento en el que se subió al Alpine A521, Alonso demostró que ni mucho menos es un jubilado de lujo. El miedo a que provoque una cierta condescendencia como le ocurrió a Michael Schumacher en su vuelta a Mercedes está aún ahí, pero él prefiere fijarse en otros que se 'desintoxicaron', como Niki Lauda (que se fue a hacer las américas en el 79 y volvió en el 82) o Alain Prost (que salió en 1991 para volver en 1993). En ambos casos, ganaron un campeonato del mundo más para poner el broche a sus carreras.

Una puerta que siempre estuvo entreabierta

El mismo día que Fernando Alonso anunció su retirada en 2018 dejó claro que no era definitiva. Nunca ha cerrado ninguna puerta, incluso de los sitios de los que peor salió. ¿Quién iba a pensar que iba a volver a Woking después de lo ocurrido en 2007?

Los primeros contactos concretos, según él mismo ha confesado, llegaron a finales de 2019. Alonso siempre mantuvo contacto con el paddock, bien vía Carlos Sainz, bien algunos de los otros amigos y allegados que tenía allí. El Juego de Tronos que se despachó en Renault le acabó beneficiando a él, dado que el defenestrado Cyril Abiteboul (y el mismísimo Prost) fueron los encargados de tantear a Alonso. Luego llegaron Laurent Rossi y Marcin Budkowski, a los que se unirá Davide Brivio desde MotoGP, para acabar de concretar.

El cambio de la directiva de Renault y la llegada de Luca de Meo supusieron el empuje final, lo que unido a un contexto más que propicio, reabrió de par en par las puertas de Enstone a su último campeón del mundo. Paralelamente, Vettel fue invitado a salir de Ferrari para ser sustituido por Sainz, y a su vez Ricciardo fue el elegido para ocupar su puesto en McLaren. La opción Alonso pasó de ser una posibilidad a una necesidad más que necesaria.

¿Opciones de victoria? No, por ahora

Alonso se fue en 2018 por dos motivos. El primero y fundamental era intentar conquistar y saborear victorias en otras categorías. Le Mans, Daytona, Indy, Sebring... circuitos donde los monoplazas no acudían y que a él le fascinaban. Clavó su pica en todos ellos menos en el óvalo de las 500 millas, y ese es su gran objetivo a futuro. El Dakar fue un extra añadido para demostrar que no está hecho en el mismo molde que el resto. 

La segunda razón es que estaba harto de una F1 sin movimiento arriba, en la que luchar por ganar era una utopía. A medio plazo su gran meta es volver a dominar. Como Lauda y como Prost, Alonso sabe que el cambio normativo de 2022 (que iba a ser en 2021, hasta que estalló la pandemia) le da una última oportunidad para sumar un entorchado más y dejar, ahora sí de manera definitiva, la F1. Y si puede luchar con los grandes, como su viejo 'enemigo' Lewis Hamilton, mejor que mejor.

Este año no ganará, salvo una carrera loca (Pierre Gasly lo demostró en Monza 2020) y una buena dosis de suerte, pero sí pondrá las bases del próximo proyecto. Seguirá necesitando de la fortuna, pero no esperará sólo eso: el trabajo, incansable y casi obsesivo, sobre el que ha pivotado toda su carrera deportiva y los redaños que le han hecho levantarse una y otra vez ante las adversidades (ni romperse la cara le ha frenado) son buenos argumentos para creer que, esta vez sí, lo mejor para Alonso está por llegar.

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