JJOO

Saúl Craviotto, leyenda eterna: se convierte en el olímpico español más exitoso de la historia

Inteligente, simpático, carismático, exitoso, amable, guapo, trabajador... y ahora también el olímpico español con más medallas de la historia. Saúl Craviotto es, como dirían antiguamente, el yerno perfecto.

Sobre las aguas del canal Sea Forest de Tokio y acompañado por Marcus Walz (que inevitablemente apunta a ser su heredero), Rodrigo Germade y Carlos Arévalo, el abanderado español en la ceremonia de apertura de los Juegos de Tokio se ha convertido en el deportista del país con más medallas olímpicas de la historia, con cinco. Iguala en números a otro mito como David Cal, también construido en el agua con una pala en sus manos y que ejerció de comentarista en televisión de la gesta de sus 'hijos', aunque se coloca por delante al tener más oros: el gallego tiene un oro y cuatro platas, y el catalán tiene dos oros, dos platas y un bronce.

Lo que sí le hace único a Craviotto es que es el único deportista en conseguir medalla en cuatro Juegos Olímpicos consecutivos.

Craviotto es, desde hace mucho, ejemplo para todos. A sus casi 37 años y en los que podrían ser sus posibles últimos Juegos ha alcanzado el culmen de su carrera deportiva, al menos en el aspecto olímpico. Un camino que no ha estado exento de problemas y resultados adversos, como la propia decepción que se llevó en el K1 200 donde también aspiraba a morder chapa. No era su gran objetivo, pero después de haberse subido dos veces en Río, lo miraba goloso de nuevo.

Este policía de profesión (aunque no ejerce tanto como le gustaría) se ha metido en las casas de todos los españoles. Consciente de que su figura trasciende lo deportivo, los valores que transmite en cada una de sus acciones públicas solo están enfocadas en un objetivo: ser un ejemplo. Y esto vale en un anuncio enseñando esculpido torso, con el mandil en MasterChef o ejerciendo de presentador junto a Paula Vázquez de una suerte de Gladiadores Americanos en un programa semiclandestino en la televisión.

Pero por encima de todo, este ilerdense adoptado en Asturias, donde ya ha formado una familia y ha asentado su hogar, es un deportista con mayúsculas. Su palmarés está coronado por las cinco medallas olímpicas, tres oros mundiales y otros tantos europeos. En cada uno de ellos, especialmente los que han sido compartidos en embarcaciones de conjunto, ha puesto en valor una palabra: esfuerzo. No entiende de otra manera el trabajo, un aprendizaje que heredó de su padre Manuel, el hombre que le metió en una piragua.

Una vez que Craviotto anuncie que lo deja, sea ahora o sea después de París ("está muy cerca y estos no me dejan irme", bromeó después del podio) comenzará una nueva etapa para él. Los medios de comunicación le han abierto las puertas y su presencia en ámbitos fuera del deporte le ha convertido en una cara familiar en hogares que en la vida habrían pensado seguir el piragüismo. Pase lo que pase en su vida como exdeportista, habrá dejado un legado. Aunque, quizá, lo menos importante sean los trofeos o medallas en las vitrinas.

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