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David Guerrero, autor de 'Corres como una niña': "La discriminación al colectivo LGTBI en el deporte es igual que la sufrida por mujeres"

David Guerrero, autor de 'Corres como una niña'.
David Guerrero

David Guerrero, periodista y activista comprometido con la causa, conoce de primera mano la situación de la mujer y el colectivo LGTBI en el deporte. El autor de Corres como una niña utiliza las páginas de su libro para hacer un análisis y un trabajo de investigación sobre la visión machista y heteropatriarcal en la mayor parte de los terrenos de juego. Apoyándose en entrevistas de peso, aborda y reflexiona sobre temas como la mayor visibilidad y violencia verbal contra las personas no normativas en el fútbol español, al tiempo que recupera historias y anécdotas con la mujer como protagonista de la historia del deporte en nuestro país. 

¿Qué hay dentro de Corres como una niña?Un análisis necesario, una investigación y un poner negro sobre blanco sobre cuál es la realidad de las personas que no son hombres heterosexuales cis, porque solo ellos son considerados buenos deportistas y el resto parece que somos sucedáneos. Mi intención era hacer un análisis de la situación del colectivo LGTBI en el deporte y rápidamente me di cuenta de que la discriminación que sufre es la misma que la de las mujeres. Es casi como una herencia de esos estereotipos incorporados al mundo del deporte. Por eso pensé que el libro tenía que ser un análisis conjunto del género, del colectivo y de cuál es su realidad.

El libro cuenta con muchos testimonios que refuerzan su idea.Sí, tiene muchos testimonios de personas que han roto barreras, de memoria histórica en el deporte en nuestro país, recuperando algunas anécdotas de mujeres y de personajes de la historia que han hecho que el deporte hay avanzado algo, y también una herramienta activista.

¿Qué relación hay entre la situación de la mujer en el mundo de deporte y la del colectivo LGTBI?Es una relación absoluta. Lo que está ocurriendo es que, en el paradigma social, pero también en los medios de comunicación, en la opinión pública o en los salarios, sólo los hombres heterosexuales cis son buenos deportistas. Ahí arranca esa discriminación de base. Es muy curioso ver que en los medios de comunicación se distingue fútbol, baloncesto, tenis y deporte femenino. Como si fuera otra cosa. Eso hace que todo se mezcle con los estereotipos de género. Lo que se traslada a la sociedad es que los hombres gays seremos buenos deportistas en disciplinas artísticas con una clasificación de ‘deportes de chicas’. Y en el caso de las mujeres lesbianas todo lo contrario con los deportes rudos y con más contacto, más varoniles. Lo que es curioso es que las mujeres lesbianas que practican esos deportes más rudos son visibles, pero son invisibles en los considerados como ‘deportes para chicas’. Y sin embargo en esos son visibles los hombres gays. Y luego está el fútbol, que es deporte con más fichas federativas en España y no hay ni un solo futbolista que hable de su orientación sexual no normativa y que la viva en libertad.

Esto me lleva a pensar en la nadadora trans Lia Thomas y toda la polémica que está suscitando. ¿Qué tiene que cambiar en la sociedad para que, dentro del deporte, se entienda esto?Lo primero es dejar claro que cuando se habla de ventaja competitiva sólo se hace referencia a las mujeres trans, pero nadie está hablando o regulando la participación de hombres trans en ninguna disciplina o nivel deportivo. Por otro lado, cuando se habla de ventaja competitiva dentro de las mujeres trans, yo siempre pregunto qué tipo de mujeres trans, porque aquellas que hayan pasado la transición antes de la pubertad tendrán un desarrollo físico y biológico equiparable al de una mujer cis. Aquí no hay ventaja competitiva. Qué pasa con las mujeres que hacen la transición en edad adulta, como es el caso de Lia Thomas o de Laurel Hubbard, la primera mujer que participó en unos Juegos Olímpicos. Durante la transición de esas mujeres, la testosterona baja a los mismos niveles que la media de las mujeres cis. Su masa muscular también se reduce y se equipara la de las mujeres cis. Incluso la hemoglobina en sangre también baja y se equipara.

¿Entonces cuál es el problema?Pues a nosotros, a mí, desde el libro y desde el activismo, todo eso nos da igual. Lo que es curioso es que se esté señalando una supuesta ventaja competitiva en las mujeres trans cuando hay un montón de ventajas competitivas en el deporte de élite que nadie regula, señala o cancela.

¿Podría ponerme un ejemplo?Por ejemplo el gigantismo en el mundo del baloncesto o que los zurdos copan los rankings de esgrima o de tenis. Eso da una ventaja competitiva en esa disciplina. Sólo las personas extraordinarias llegan a lo más alto y tienen récords olímpicos y del mundo. Nacen con unas condiciones físicas que les sitúan en la mejor posición para ser los mejores y en ninguno de esos casos se hace un análisis, ni se regula, ni se limita. Todo lo que se sale de la normatividad asusta a la sociedad, sin embargo, en el mundo del deporte, sólo se señala a las mujeres trans cuando se habla de ventaja competitiva. Yo creo que porque tiene que ver con el género, con la sexualidad y porque se trata de mujeres que ganan cosas. Creo que hay un apartado también machista en este análisis que se está haciendo sobre las mujeres trans.

Como si todas las mujeres trans fuesen superdotadas físicamente…Exacto. Eso de asumir que todas las mujeres trans miden dos metros y tienen una envergadura espectacular es mucho asumir. Hay mujeres y hombres grandes y pequeños, mujeres y hombres más y menos veloces, etc. Y dependiendo de la disciplina deportiva será una ventaja competitiva o no.

Al final no es todo tan simple, sino que hay muchos matices.Es que, al final, este debate se hace sobre el deporte que practica un 6% de la población, que es el deporte de élite, pero no sobre el que afecta al 94%. Me refiero al deporte base, universitario, ligas infantiles y municipales… El problema es que lo que se regula para los Juegos Olímpicos y Mundiales cae hacia abajo y perjudica a toda esa gente que practica ese deporte en el que las Federaciones y los gobiernos deberían centrarse en crear espacios de socialización, de inclusión y salud. Espacios donde ganar es importante, pero no debería ser lo más importante.

¿Entonces habría que diferenciar entre deporte de élite y ‘lo demás’?Es que el deporte de élite se ha convertido en un negocio. Se ha mercantilizado, se vende. Tanto que se ha vendido el Mundial a Qatar, donde yo por ser gay estoy condenado a muerte. La Supercopa de España a Arabia Saudí, donde yo por ser gay estoy condenado a muerte. Ese deporte ya no tiene valores.

Sin embargo, ese deporte del 94% tiene una herencia muy fuerte del de élite.Claro. Hemos heredado esos valores, los insultos desde las gradas, los insultos a los árbitros y árbitras en ligas inferiores. Eso sí que es grave, esa violencia verbal.

A lo mejor una solución sería educar desde el colegio sobre ciertos temas.Sí, lo que pasa es que el debate sobre las mujeres trans, por ejemplo, está superado en muchos ámbitos sociales, pero no en el deporte. Igual que en la igualdad de género y en la violencia sobre la comunidad LGTBI. El deporte se ha quedado un poco rezagado respecto a los avances sociales. Si tú llamas negro a un jugador en un campo de fútbol, inmediatamente hay una sanción económica y cierran el campo. Sin embargo, puedes desgañitarte y decir doscientos millones de veces maricón que no pasa nada.

¿Qué aporta su libro Corres como una niña a todo esto?Poner un poco de luz a la situación. Creo hacer el análisis desde el género y llevarlo a la realidad del colectivo LGTBI hace empaticemos y no perdamos de vista la línea temporal de lo que ha ocurrido. A las mujeres no se les dejaba practicar deporte en los años 20 en este país. Y que todavía hoy la diferencia de salarios y oportunidades es brutal. El deporte es un espacio absolutamente heteropatriarcal donde sólo el hombre heterosexual cis tiene derechos y es agasajado con la atención pública y mediática y el salario.

No puedo terminar sin preguntarle cuánto de “no juegas mal para ser gay” hay en Corres como una niña.Muchísimo. Mi vida activista arrancó por esa frase. Había jugado un partido de rugby con los Madrid Titantes, el primer equipo LGTBI inclusivo en nuestro país, y estaba dolorido por un placaje. En el tercer tiempo se me acercó un rival y me dijo, “oye, pues no juegas mal para ser gay”. Aluciné porque estaban poniendo en el mismo lugar mi capacidad deportiva con mi orientación sexual, hacia dónde dirijo mi deseo o con quién quiero pasar mi vida. Me di cuenta de que los estereotipos hacen muchísimo daño. Como soy gay, soy menos hombre. Y como soy menos hombre, voy a jugar mal. Así es como se nos juzga en el mundo del deporte a las personas que somos gays.

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