Así cocinó Kilian Jornet su cuarto triunfo en UTMB: una victoria a fuego lento

Kilian Jornet, a su llegada a la meta del UTMB
Kilian Jornet, a su llegada a la meta del UTMB
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Kilian Jornet, a su llegada a la meta del UTMB

Es un día que el mundo del trail running recordará para la eternidad. Kilian Jornet conquistó ayer su cuarto Ultra Trail del Mont Blanc, reventó el récord de Pau Capell bajando de las míticas 20 horas y añadió una muesca más a la leyenda de este chico que a los tres años ya subía montañas y tiene, según los expertos, el cuerpo más privilegiado en el planeta deporte.

El espectáculo estaba listo el viernes a las seis de la tarde en la plaza de la iglesia de Chamonix. Era todos contra Kilian y a la llamada solo faltaron los galos Thevenard y D'Haene. Estaban Capell, Villa, Blanchard, Dunand, la legión china y la norteamericana, con Walmsley y Miller al frente. Y a las seis, mientras todos rompieron a correr, Jornet salió a competir. Mente fría: su cuerpo, aún bajo los síntomas del Covid, le obligó durante toda la carrera a controlar pulsaciones. Si pasaba del umbral, calambres. 

Todo se inició como se esperaba, a toda velocidad. Jornet sabía quien era su rival y actuó en consecuencia. Después de varios meses pateándose el Mont Blanc día y noche, Jim Walmsley parecía por fin listo para romper la maldición al otro lado del charco. Nadie fue capaz de cogerle en los primeros kilómetros, pues a rápido nadie le gana, así que Kilian se dedicó a marcarle muy estrechamente: siempre a su vera, escoltándole en los avituallamientos, mirándole de reojo, saliendo a la vez que él tras cada punto de ayuda.

La propia selección de carrera hizo el resto. UTMB es una maldita tortura y cada año sucede lo mismo, los favoritos van cayendo como fruta fresca, por una u otra razón: se fue Pablo Villa, uno de los grandes aspirantes este año, no aguantó Dunand y los problemas físicos terminaron echando a Pau Capell. La cosa quedaba para tres: Walmsley volaba, Blanchard avisaba y Kilian continuaba al acecho, incómodo y cambiando pisada por el temor a calambres, pero ahí seguía.

La salida de Champex marcó el destino final, con el reventón del norteamericano, que se quedó sin piernas. Y cuando en esta carrera no hay piernas, la pájara es de escándalo. Le pasaron Blanchard y Jornet y aquello se convirtió en un baile en pareja. Walmsley, al menos, terminaría cuarto tras Evans y por delante de Miller, que no es poco aunque quizás sí para sus aspiraciones. Tendrá que volver.

Ni Blanchard ni Jornet de los dos parecía cómodo -obvio tras 150 kilómetros- y así llegaron a Vallorcine, penúltima parada del show, donde Kilian decidió la carrera con un ataque que en poco tiempo ya había abierto una brecha de siete minutos. No se rindió el galo, que en la bajada hacia Chamonix voló en pos de un Jornet que seguía corriendo feo -por increíble que parezca- y  llegaba a los metros finales escoltado por una marabunta de admiradores para los que este chico es casi Dios.

"No dejé de tener problemas desde el primer minuto", diría después de llegar a meta y dejar el nuevo récord de la carrera en 19 horas, 49 minutos y 30 segundos. Esto tardó en recorrer 170 kilómetros con 10.000 metros de desnivel positivo. Para los profanos en el tema, una salvajada inhumana. Otra de las muchas a las que nos tiene acostumbrados un tipo que cuanto más huye de la fama, más agranda su leyenda.

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