Mundial

Cristiano Ronaldo, crónica del ocaso de una carrera legendaria gestionada desde el ego

Cristiano Ronaldo, del Real Madrid, anota el 2-0 de chilena contra la Juventus, durante el partido de ida de cuartos de final de la Champions 2018, en Turín.
Andrea Di Marco / EFE

26 de mayo de 2018, Kiev. El Real Madrid y Cristiano Ronaldo, imposible entender al uno sin el otro, ni al otro sin el uno, generaban un nuevo récord en la competición de clubes más exigente del mundo, la Champions, al ganarla por tercer año consecutivo, 3-1 al Liverpool. Probablemente, el punto álgido de la historia para el Real Madrid moderno en el siglo XXI (salvando la 14ª, una oda irrepetible a la fe y la épica), y desde luego, viendo lo visto, el punto culminante de la carrera de Cristiano Ronaldo, que llegaba además a cinco trofeos en la Liga de Campeones, por detrás solo de otra leyenda madridista, Paco Gento. 

Una noche mágica e inolvidable para el madridismo, que el propio Ronaldo decidió estropear para todos sus aficionados después de un ataque de egoísmo que le hizo anticipar su marcha. Cristiano Ronaldo dijo que dejaba el Real Madrid después de 9 temporadas escasos instantes después de ganar esa Champions, sobre el propio césped donde se produjo la gesta, por querer sentirse protagonista de una noche en la no brilló en lo deportivo, y donde la chilena de Bale copó todas las portadas.

Meses antes, no obstante, el propio entorno de Cristiano ya había estado dejando caer a través de redes sociales y medios el descontento del crack luso, enfadado por sentirse mal pagado y no percibir unos emolumentos ni tan siquiera cercanos a los de su archirrival Lionel Messi a pesar de ofrecer un rendimiento notablemente superior en lo deportivo. Y no era la primera vez. Es fácil recordar el "estoy triste" de Cristiano unos años antes, por motivos económicos también, por lo que el club y la afición deberían haberse dado por avisados. Por eso, cuando Florentino Pérez decidió no ceder ante las demandas del portugués, CR7 cogió las de villadiego y aterrizó en la Juventus, traspaso de 100 millones de euros mediante.

La Juventus: primera solución, primer problema

Primer síntoma de que algo no marcha bien, de que algo falla en la estrategia y en los objetivos de Cristiano Ronaldo. El mejor jugador de la historia del Real Madrid, que se dice pronto, deja tirado al club por dinero, algo totalmente lícito, y sobre todo por esa obsesión por ser el protagonista, pero lo anuncia la misma noche en la que el equipo y sus compañeros, no él, fueron los protagonistas. El orgullo y el egocentrismo, justificados o no, impulsaron a Cristiano a dejar el conjunto merengue, y parece que esa es la dinámica en la que ha terminado de entrar su carrera. Para más inri, además, atizó a Florentino Pérez en una entrevista con France Football unos meses después de irse a la Serie A: “Florentino Pérez sólo me miraba como una relación de negocios. Lo que me decía nunca lo hizo desde el corazón. Ya no me consideraban como al principio. El presidente me miraba como si ya no fuera indispensable”.

El resentimiento (ni siquiera felicitó a Modric por su Balón de Oro), y la posterior sensación de haberse equivocado, marcaron la etapa de Cristiano en la Juve, donde fue recibido como un auténtico héroe. De hecho, aprovechó esa posición para volver a 'rajar' por despecho contra el Madrid: "Puedo decir que este es el mejor grupo en el que he jugado en mi vida. Aquí somos un equipo, en otros sitios alguien se siente más grande que los demás. Aquí todos están unidos, son humildes y quieren ganar. En el Madrid también son humildes, pero aquí me parece que lo son más. Es muy distinto con respecto al Madrid, aquí es más una familia”. Sin embargo, tres años de decepciones en Champions y la última Serie A, en la que no ganaron el título después de 10 años consecutivos ganándolo, acabaron por estropear la relación entre Ronaldo y los 'tiffosi' juventinos.

Siguiendo el mismo patrón que en el Real Madrid, Cristiano fue dejando caer, directa e indirectamente, sus ganas de salir de la Juventus, hasta el punto de llegar a ser vinculado con el Manchester City y de negarse a jugar más con la 'Vecchia Signora'. Finalmente, recaló en el Manchester United, su United, donde descubrió al mundo el jugador que era y que podía llegar a ser. Parecía dar una muestra ya olvidada de humanidad, recapacitando y escogiendo a uno de los clubes de su vida por encima del dinero y el proyecto del enemigo, equilibrada por esa tajante negativa ante Allegri de volver a enfundarse la elástica 'bianconera'

El culebrón Ten Hag y su salida del United

Después de unos años más bien convulsos y decepcionantes en lo deportivo, el United de su ex-compañero Ole Gunnar Solskjaer le ofrecía un lugar seguro donde volver a ser y sentirse el líder, pero sucedió todo lo contrario. Fuera de Champions después de cambiar a Solskjaer por Rangnick, Cristiano vio peligrar sus récords en su competición fetiche, y volvió a comportarse de forma poco profesional, exigiendo su salida y desertando de la pretemporada del United. Su nuevo técnico, Erik Ten Hag, no fue tan condescendiente como otros en el pasado, y dejó claro quién mandaba en el vestuario.

Unos meses después, entre suplencia y suplencia, viendo como su equipo no daba la talla, Cristiano interpretó como una falta de respeto la intención de Ten Hag de sacarle a jugar dos minutos contra el Tottenham. En lugar de eso, Cristiano se marchó a los vestuarios antes de tiempo. Fue sancionado durante un partido (Chelsea) por el propio club, pero pareció no importar. Unos meses después, Cristiano apareció en una entrevista exclusiva con Piers Morgan, donde fue contundente: el Manchester United no había evolucionado nada en 10 años, y no respetaba en lo absoluto a su entrenador. Vínculo completamente roto justo antes del Mundial, y finalmente, su liberación. 

De nuevo, Cristiano Ronaldo se marcha por la puerta de atrás de un equipo, el tercero en 5 años, que le dio la oportunidad de crecer y llegar donde ha llegado. Ahora, buscará enrolarse como agente libre en otro equipo que, preferentemente, siga en Champions (Chelsea o Nápoles, principales opciones), y que sobre todo esté dispuesto a alterar su ecosistema salarial y su vestuario por una estrella, quizá la más grande de todas, que comienza a apagarse poco a poco, y con sus acciones solo contribuye a acelerar el proceso. Momentos de reflexión para decidir el siguiente paso en la carrera del máximo goleador de todos los tiempos, que se dice pronto, para hacerse la pregunta más importante: ¿Qué ha impulsado a Ronaldo a tomar esta serie de decisiones? 

¿Qué le pasa a Cristiano?

El problema de Cristiano Ronaldo ha sido no saber leer ni entender los tiempos en cada paso final de su carrera. Ser el mejor de la historia dejó hace años de corresponderse para él con ser el mejor del mundo, pero nunca ha parecido darse cuenta. Y sucede, cuando un jugador de casi 38 años exige cobrar lo mismo que cobraba 5 o 10 años atrás y jugarlo absolutamente todo, que está siendo injusto con su club y consigo mismo, incluso cuando ha sido capaz de mantener un rendimiento espectacular año a año. Su desmedida ambición, principal artífice de buena parte de sus éxitos, le está ahora jugando malas pasadas.

Siempre ha sido tachado de arrogante, chulo o prepotente, y todo por exigir el reconocimiento que se ha merecido a lo largo de su carrera, y que se le ha negado en muchas ocasiones. En la brutal y eterna comparación con Messi, siempre se le ha notado dolido y molesto, se ha sentido menospreciado, y es entendible. No por el propio Lionel, con quien siempre han demostrado ambos que mantiene una gran relación de respeto mutuo. Sí por la opinión pública, por el inagotable debate. Por la protección desmedida y descarada hacia la figura de uno, santificado como el futbolista humilde y talentoso, y el vilipendio hacia la del otro, solo por su personalidad más abierta y atrevida, molesta para muchos por su ácida sinceridad.

Todo, agravado por otra comparación, la menos mediática, la que a veces se le olvida hasta al propio Cristiano. A pesar de haber ganado tres Champions seguidas, a pesar de los gestos cabizbajos de Messi contra tantos equipos en tantas Ligas de Campeones, a pesar de ser el jugador más determinante para su equipo jamás visto, Messi siempre ha sido vendido al mundo como el mejor. Pero para Cristiano, Ronaldo es el mejor, y lo será hasta que se retire. Ante este miedo a ser superado, a perder el único dominio (el de los números, las frías cifras) que aplaca la opinión popular y le otorga en la Historia el lugar que él cree tener, su respuesta ha sido el distanciamiento, la deshumanización. Un miedo que ha alimentado ese desmedido ego y esa obsesión por el protagonismo.

Le sigue importando lo que piense la gente, que su afición le apoye. Siempre le ha importado, siempre ha sido canchero, siempre se ha partido la cara por los suyos, los que siguen siendo los suyos a pesar del desapego de la distancia y el tiempo. Pero sus prioridades actuales, acuciadas por la sombra del retiro y la de ser superado por Messi, son otras. Ganar más títulos, meter más goles, jugar Champions, hacer más grandes aun sus récords, y mantener las cifras de Messi a raya. Cristiano, a los 38 años, solo quiere asegurarse, mientras le den las piernas, de que su legado estará intacto y de que los fríos números, no la opinión de cualquier aficionado, será lo que le coloque en su lugar en el Olimpo del fútbol. El problema de Cristiano son las formas, y ese aire desesperado e impotente que envuelve cada palabra, jugada o decisión que realiza, y que molesta y apena a sus admiradores. 

Cristiano se siente impotente y desesperado porque su legado y sus números, su principal aval para seguir resistiendo el debate del mejor de la historia con Messi, están en peligro, y la deriva de su carrera no está contribuyendo a solucionarlo. Aunque la deriva de su carrera es solo culpa suya. Cristiano está empeñado en esforzarse para seguir siendo el centro de atención del mundo futbolístico, y no parece haber entendido que el mundo siempre le va a estar mirando, aunque juegue la Europa League. Que todo acaba, que casi nada queda. Intentar solucionar problemas que no tienen solución ha deteriorado profundamente su imagen pública, y ahora, por ese egoísmo involuntario que le fuerza a situarse bajo los focos como respuesta al paso del tiempo y al pánico a verse superado, ha distorsionado la imagen de un deportista y un profesional modélico, pero humano, que además aún está a tiempo de rectificar.

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