Atlético de Madrid y Barcelona protagonizaron el partidazo de la jornada en la Liga, pero ofrecieron un espectáculo a años luz de la calidad que atesoran sus plantillas. Es cierto que era un partido tenso, con muchas cosas importantes en disputa, pero el juego de ambos equipos dejó mucho que desear. El Barça se hizo con el balón diez minutos en la primera parte, metió un gol con bastante fortuna, y se dedicó a amasar bola y aburrir al rival, y al espectador.

Mientras, el Atleti intentó plasmar en el césped la idea de remontada que tenía en la cabeza, pero no le salió bien. Ganas, todas las del mundo, pero las imprecisiones condenaron sus opciones ofensivas. Aun así, solo bajaron los brazos en fases concretas del partido, hasta encontrar de nuevo el resuello para seguir insistiendo. 19 tiros a puerta para no encontrar el premio del gol, incluso siendo el mejor equipo, o el que más lo intentó, guiado también por su propia necesidad.

En la primera parte, tras el tanto inicial, dos cosas quedaron claras: la defensa del Atleti iba a ser un flan todo el partido, y el Barça iba a buscarle las cosquillas en cualquier momento. Cuando los de Xavi Hernández se hicieron con la posesión, no tardaron en dañar la impasible zaga atlética. El gol de Dembélé, precedido de una falta de Gavi sobre Reinildo que el árbitro, Munuera Montero, no consideró como tal, fue el golpe de suerte que necesitaba un equipo falto de mordiente arriba sin Lewandowski.

El Atleti las tuvo de todos los colores, pero el Barça se limitó a intentar contragolpes muy peligrosos, y a cubrirse las espaldas. El fuelle del Atleti se fue apagando, aunque las ocasiones seguían cayendo. Al final, sobre la bocina, Araújo de hecho salvó el gol del empate sobre la misma línea. Un gol que ya cantaba un Metropolitano que se fue decepcionado con su equipo, porque no faltaron las ganas, pero faltó la claridad, la contundencia y la suerte que hacen falta en estos encuentros.

De todas las formas y todos los colores, la frustración condenó a los locales, aunque el visitante tampoco podía estar muy contento. Si no, no se explica la tángana final entre Savic y Ferrán, que se engancharon y acabaron ambos expulsados. Como si no hubiese pasado nada, solo 90 minutos más en la vida de 60.000 personas, el partido pasó sin pena ni gloria por el feudo 'indio', como su equipo ante el Barça. Ahora, el club de la ciudad condal es más líder que nunca, y puede planificar el futuro con la tranquilidad de llevar 10 porterías a 0 en 16 partidos.