El 'Águila de Toledo' que voló en el Tour de Francia mientras comía helado en la cima de la montaña: Federico Martín Bahamontes

Con un altísimo vuelo un águila dominaría las montañas del Tour de Francia durante más de una década para abrir camino al ciclismo español en la prueba más importante del mundo. Francisco Martín Bahamontes, que ha fallecido este martes a los 95 años, fue el primero en celebrar de amarillo en un deporte del que se hizo maestro casi por casualidad.

Nacido el 9 de julio de 1928 en Santo Domingo Caudilla, a 30 kilómetros de Toledo, empezó trabajando en un taller de carpintería antes de emigrar a un taller de bicicletas y compaginar su oficio allí con el de repartidor y dedicándose al estraperlo. Entonces nadie le conocía como el 'Águila de Toledo', sino como 'El Lechuga', un apodo que heredó de su abuelo, frutero de profesión.

Era raro no verle con su bici cumpliendo sus tareas. Y escalando las empinadas calles toledanas se fraguó el inicio de una estrella que no comenzaría a brillar hasta que cumplió 19 años. Ese fue el momento en el que Bahamontes celebró su primera victoria montado sobre una bicicleta de paseo que había comprado por menos de un euro (30 duros).

Su nombre no empezaría a sonar de verdad en el mundo del ciclismo hasta 1949, dos años después de su debut, cuando venció en el Trofeo 'Luis Guijarro' y en la Vuelta Ávila. A partir de ahí, no paró de ganar y sumó a su palmarés la carrera Madrid-Toledo y la Vuelta a Albacete (1952) y la Vuelta a Málaga y el campeonato de Castilla (1953).

Pero no sería hasta un año después cuando arrancaría su carrera como profesional, con el equipo de Santiago Mostajo y afincado en Barcelona, y tendría su primera oportunidad en el mayor escenario posible, el Tour de Francia. Lejos de amilanarse en la prueba, en su primer intentó demostró su dominio de la montaña y conquistó su primer premio.

Ese triunfo sería el que le haría ganarse el sobrenombre de 'Águila de Toledo', ocurrencia de un periodista francés que se desplazó hasta su ciudad natal para entrevistarle y sintió curiosidad por el escudo imperial que coronaba la Puerta de la Bisagra. Era el Águila de Toledo, le explicó el ciclista, que haría suyo ese apodo hasta el fin de sus días con otras cinco victorias en el Premio de la Montaña (1958, 1959, 1962, 1963 y 1964).

Nacería otra historia sobre Bahamontes en esa primera edición en la que participó: la del helado en la cima de Col de Romeyère. El toledano coronó el puerto en cabeza, y mientras esperaba que el coche de su equipo llegase para cambiar una rueda rota de su bici, vio pasar un carrito de helados. Sin dudar, 'Fede' se acercó a él para conseguir varios y comérselos mientras seguía a la espera.

Pasó un lustro —en 1955 no pudo participar, en 1956 quedó cuarto en la general, en 1957 tuvo que retirarse y en 1958 ganó en la montaña y quedó sexto— hasta que Bahamontes se vistió de amarillo en el Tour, siendo el primero de los seis españoles que lo han conseguido hasta ahora (Luis Ocaña (1973), Pedro Delgado (1988), Miguel Induráin (de 1991 a 1995), Óscar Pereiro (2006), Alberto Contador (2007 y 2009) y Carlos Sastre (2008). No era favorito, ni mucho menos, pero el toledano sentenció el primer triunfo nacional en Francia tras una larga escapada en los Pirineos y una cronoescalada en Puy de Dome.

No podría volverse el maillot dorado, aunque se quedaría cerca en 1963 (segundo) y 1964 (tercero). Tampoco logró imponerse en la Vuelta a España, donde su máximo éxito fue un segundo puesto en 1957, aunque sí celebraría la victoria en dos etapas.

Bahamontes lograría un total de 74 triunfos (seis en el Tour y una en el Giro) y se convertiría en una leyenda de la escalada y de la montaña. Con su retirada, tras 12 temporadas en la élite, 'Fede' solo volvió a coger la bici para homenajear a Luis Ocaña.

Su trayectoria fue reconocida en multitud de ocasiones. Fue nombrado hijo adoptivo de Toledo, el Tour le homenajeó en 2013 nombrándole mejor escalador de la histoira de la competición y en 2003 recibió la Gran Cruz de la Real Orden del Mérito Deportivo. Además, desde 2018, una escultura suya en su posición característica de gran escalador con la bici con la que ganó el Tour corona el paseo del Miradero.