Una semana de un Mundial histórico: una hazaña que Rubiales ha transformado en su último escándalo al frente de la RFEF

Las campeonas del mundo renuncian a la Selección junto a decenas de compañeras mientras Rubiales siga al frente de la RFEF
Las campeonas del mundo celebran sin saber lo que sucedería una semana después de su histórica victoria.
Las campeonas del mundo renuncian a la Selección junto a decenas de compañeras mientras Rubiales siga al frente de la RFEF

Aunque ahora parezca mentira, y para muchos sonase a locura a principios de julio, España es campeona del mundo de fútbol femenino desde hace una semana. Cualquiera lo diría, porque para muchos la Selección no tenía papeletas para llevarse su primera estrella, y porque cuando la consiguió gracias al gol de Olga Carmona en la gran final de Sídney ante Inglaterra, el presidente de la Real Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, se encargó con su comportamiento de empañar y oscurecer un hito histórico para el deporte español.

El directivo, que en la pasada Asamblea del viernes se preguntaba si era justo tener que irse "habiendo hecho la mejor gestión de la historia del fútbol español" para anunciar que no dimitiría, parecía olvidar en su discurso que el beso no consentido a Jenni Hermoso en la entrega de medallas de la final y su comportamiento en el palco de autoridades habían convertido en una mera anécdota el resultado del que más podría haber presumido de ser un presidente a la altura de las circunstancias.

Y con esa conducta, impropia de un cargo de semejante importancia, Rubiales consiguió convertirse en el único y auténtico protagonista, para mal, de la gesta española en la Copa del Mundo. Hubo fiesta, sí, con todos los honores, tanto en Sídney como en Madrid, frente a una afición absolutamente entregada a sus heroínas, pero lejos de lo que cualquiera habría deseado. Cualquiera incluido Rubiales, parece, porque nunca ha sido ni fue consciente de la gravedad de su 'piquito' a una de las jugadoras.

Con la Casa Real sí que se disculparía en la Asamblea del viernes, pero ese fue el único acto de contrición auténticamente genuino que salió de él en toda la semana. Y aún así fue obligado hasta cierto punto, porque de no haberlo hecho su situación habría empeorado aún más. A la vuelta de Australia, esa misma noche, tachó de 'gilipolleces' las críticas salteadas que iba recibiendo, y cuando llegó la noche de la celebración en la capital de España y esas críticas ya eran aluvión lanzó un vídeo de disculpa cargado de excusas y falsedad.

"No me queda más remedio que disculparme", declaraba el presidente de la RFEF dejando claro lo que realmente pensaba mientras quitaba importancia a lo que denuncias como la del CSD han considerado agresión sexual. Pedía perdón obligado, convencido de no haber hecho nada malo, amparado en la liviandad de las primeras declaraciones de Jenni Hermoso sobre el beso, sobre el que simplemente había mencionado hasta aquel momento que no le había gustado.

Después de ese vídeo, apenas se supo de Luis Rubiales salvó por algún comunicado suelto de la RFEF desmintiendo declaraciones de Tamara Ramos, ex compañera de Rubiales en AFE, que denunciaba un trato continuado hacia ella tan machista como vejatorio; y el bombazo de la Asamblea extraordinaria. Para entonces, apenas dos días después de haber ganado el Mundial, este era poco menos que un dato accesorio frente a lo que de verdad estaba ocurriendo

Una injusticia absoluta y completa para un grupo de 23 jugadoras que habían logrado mucho más que un simple trofeo. Consolidaron y confirmaron la decidida apuesta de todo un país hace décadas por impulsar el fútbol femenino, como las auténticas profesionales que siempre reclamaron ser; cumplieron el sueño de cualquier deportista reivindicando una disciplina que abandera el feminismo en el deporte español; y sobre todo, cimentaron un legado que ahora sí permitirá a niñas de todo el país soñar con ser futbolista profesional, aupadas por sus primeros auténticos referentes a los que admirar, observar con asombro e intentar imitar y sobrepasar.

En lugar de eso, la estrella se apagó opacada por el gigantesco ego de un nombre agarrado a su sillón, cuyo narcisismo y sentimiento de absoluta impunidad provocó que la felicidad y el orgullo se tornasen en conflicto, en un torbellino sin sentido de cruce de acusaciones y mentiras; y que España y su fútbol hiciesen el ridículo de forma catastrófica a nivel mundial. Sobre todo, porque después de todo, de críticas, denuncias y unión político social sin precedentes, Luis Rubiales no dimitió.

Ni la presión social, ni la unión de clubes, futbolistas masculinos y femeninas y asociaciones de todo tipo, ni la condena superlativa a nivel internacional, ni las advertencias y medidas adoptadas por el Gobierno, ni las denuncias ni el CSD pudieron pararle los pies a Rubiales. La FIFA parece que sí lo logró, al menos momentáneamente. Y así, una semana que debería haber sido histórica lo fue, pero por motivos diametralmente opuestos a los que las campeonas merecían. 

Porque merecían loas, alabanzas, epopeyas escritas en su nombre después de conquistar el mundo y las tuvieron, como no podía ser de otra manera, pero enturbiadas por el ruido y la controversia, que les han costado a día de hoy incluso su presencia en la Selección que aman. Lo positivo, porque siempre lo hay, es que el fútbol español podrá aprender, sanar y crecer después de un lamentable y bochornoso espectáculo, que, al menos, ha servido para unirse y hacer piña en torno al fútbol femenino, que saldrá sin duda reforzado de esta crisis; y para limpiar de nuevo una RFEF decadente.

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