Juan Carlos Blanco Periodista y consultor de comunicación
OPINIÓN

Rubiales ‘une’ a los españoles

El presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), Luis Rubiales, en la rueda de prensa en la Asamblea General Extraordinaria el viernes 25 de agosto.
El presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), Luis Rubiales, en la rueda de prensa en la Asamblea General Extraordinaria el viernes 25 de agosto.
Europa Press
El presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), Luis Rubiales, en la rueda de prensa en la Asamblea General Extraordinaria el viernes 25 de agosto.

En un país donde cavamos una trinchera hasta para elegir qué tipo de café o de cerveza nos vamos a tomar, hemos encontrado algo que sí nos une, una argamasa en la era de la polarización, un motivo para seguir unidos entre tanto bloquismo y división. Sí, Luis Rubiales nos une. Su chulería de macho salido de un documental del NODO nos ha puesto de acuerdo en que un tipo que se comporta como un macarra a cuyo lado Torrente es el vizconde de Valmont no puede seguir ni un minuto más como presidente de la Federación Española de Fútbol. Se acabó.

Este embajador de la caspa española se ha creído capaz de explicarnos a todos que es muy normal darle un beso en la boca a una señora empleada suya delante de las televisiones del mundo y después de haberse ‘masajeado’ los genitales en un palco en el que representaba a España a muy pocos metros de la Reina y la infanta Sofía.

No le voy a negar a Rubiales que tiene razones para sentir que lo persigue una jauría y casi que le aconsejaría que no se asomara por las redes sociales durante unas cuantas semanas si no quiere caer en una depresión como la del delirante Kurtz en El corazón de las tinieblas, pero que no se ponga tan estupendo: ni es la víctima de la Inquisición ni puede haber elegido una forma peor para defenderse.

Su teoría del “piquito consentido” fruto de la euforia es de los tiempos de Carpanta

Su teoría del “piquito consentido” fruto de la euforia es de los tiempos de Carpanta y su tonito egocéntrico ha dado casi tanta vergüenza como esos aplausos propios de una dictadura rumana con los que les despidieron sus palmeros sin fronteras de la Federación.

En cualquier caso, y ya más en frío, hay muchas preguntas por responder. Entre ellas, la que nos obliga a interrogarnos sobre cómo demonios ha podido dirigir la federación durante tantos años con este estilo de machote vividor.

No se me quita de la cabeza que aún nos falta por saber cómo no se ha actuado antes con semejante sujeto cuando llevamos más de un año leyendo denuncias sobre actuaciones suyas que merecerían como mínimo una investigación sobre las irregularidades que habría cometido al frente de la institución.

Rubiales ha hecho de la Federación su coto privado. Un resort con vistas a los palcos de los mejores estadios que ha usado como quien entra en el bufé de un hotel de lujo después de pasarse un mes a dieta o como si su lema de vida fuese ‘A vivir, que son dos días y ya ha pasado uno y medio’.

El carpe diem de Rubiales ha sido un regreso al pasado de cuando escuchábamos por la noche a José María García, los partidos olían a salchichas, a pipas y a Coñac. El refugio del último hombre de verdad sobre la tierra. La cueva donde reían sus gracias los machitos de taberna a los que no les cabe más serrín en sus cabezas.

Rubiales sale de la federación por macarra, por faltarle el respeto a Jenni Hermoso de una manera que nos ha indignado a casi todos y por tomarnos a los demás por necios. Y si ha caído ahora ha sido por que las mujeres de la Selección española de fútbol han dicho basta, porque otros tantos millones de mujeres se han sentido identificadas y han dicho que ni una más, Santo Tomás y, sobre todo, porque este mundo ha cambiado pese a que los Rubiales de España ni se hayan enterado.

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