La estrategia de la FIFA para allanar el camino de Arabia Saudí al Mundial 2034

  • Con la opción multi-sede aprobada para 2030, no existen candidaturas que amenacen la alternativa saudita.
Mohammed bin Salman, príncipe heredero de Arabia Saudí, junto al presidente de la FIFA, Gianni Infantino, en el palco de un encuentro del Mundial de Rusia.
Mohammed bin Salman, príncipe heredero de Arabia Saudí, junto al presidente de la FIFA, Gianni Infantino, en el palco de un encuentro del Mundial de Rusia.
AFP via Getty Images
Mohammed bin Salman, príncipe heredero de Arabia Saudí, junto al presidente de la FIFA, Gianni Infantino, en el palco de un encuentro del Mundial de Rusia.

La FIFA tomó este miércoles una decisión definitiva sobre el Mundial 2030 que podría tener más efectos añadidos a largo plazo y una intención oculta. El máximo organismo rector del fútbol planetario adjudicó la organización de la Copa del Mundo a la candidatura de España, Portugal y Marruecos, pero aprovechando la 'excusa' del centenario de la competición, Argentina, Uruguay y Paraguay disfrutarán de un partido en su territorio cada una.

Con este movimiento, la FIFA se ahorró una dura disputa entre dos candidaturas muy fuertes que aportaban mucho valor añadido a esa edición tan especial del Mundial, y evitó que esa misma candidaturas opacasen las que pudieran surgir para 2034. Todo el mundo quedaba contento, dando mayor protagonismo a la candidatura euroafricana para fomentar el carácter multicultural de la competición, pero honrando y homenajeando los 100 años del primer torneo en Uruguay.

Aun así, subyacen otros motivos de peso para que la FIFA haya optado por una opción tan alternativa como salomónica que deja paso abierto sin oposición a otras candidaturas futuras. La organización de un Mundial mueve a millones de personas, miles de millones de euros, y por supuesto infinidad de intereses comerciales y geopolíticos que trascienden el ámbito deportivo del torneo. Hay muchísimo en juego.

Según la normativa de la FIFA, la sede del Mundial se deberá escoger discriminando de la candidaturas a países de las confederaciones que organizasen las dos anteriores Copas del Mundo. Europa y Asia no pudieron optar al Mundial de 2026 por culpa de las ediciones de Rusia y Qatar, pero sí pudieron hacerlo al de 2030, al igual que Sudamérica; y para el de 2034, únicamente Asia y Oceanía podrían postular candidaturas, porque Sudamérica ya disfrutaría de algunos encuentros en 2030.

De este modo, la FIFA ha conseguido contentar al fútbol africano, europeo y sudamericano de un plumazo, con el norteamericano enfocado plenamente en el Mundial de 2026 en Canadá, Estados Unidos y México. Vía libre por lo tanto para que Arabia Saudí entre en escena con la vista puesta en 2034, después de abandonar la conjunta con Grecia y Egipto para 2030. Simplemente tantearon sus posibilidades, pero ahora saben que tienen una oportunidad de oro.

Por eso no es de extrañar que Arabia Saudí hiciese oficial inmediatamente su candidatura en solitario para 2034 conforme la FIFA confirmó a España, Portugal y Marruecos con las aportaciones de Argentina, Uruguay y Paraguay, para 2030. Se evitaban, con la connivencia del organismo presidido por Gianni Infantino, pelear con candidaturas más poderosas ahora para ser protagonistas cuatro años después completamente por su cuenta.

Arabia Saudí ha empezado una decidida estrategia para convertirse en una potencia futbolística, perpetuando su interminable rivalidad con Qatar. No en vano, este año sus clubes han realizado un desembolso más que notorio en el mercado, atrayendo grandes nombres del fútbol de clubes europeo comenzando por Cristiano Ronaldo. Los saudíes quieren ahora un Mundial como sus vecinos qataríes, y como ellos tenían a Leo Messi y tienen al PSG, Arabia tendrá a Cr7 como embajador de lujo de la candidatura y al Newcastle como buque insignia en Europa.

Tienen todas las papeletas para llevárselo, porque la FIFA ve en el mercado árabe un amplio espectro de opciones de negocio y desarrollo donde expandir la influencia global que ya tiene el fútbol, uno de los deportes que más pasiones levanta entre el público árabe; y porque la FIFA ve concretamente en Arabia Saudí un apoyo estratégico para llevar a cabo sus estrategias en el Medio Oriente.

De este modo, no parece existir obstáculos para la candidatura saudita, salvo que Nueva Zelanda (Australia también podría pero pertenece a la confederación asiática) o algún otro país oceánico se lance a la piscina. Es probable que las protestas que se vivieron en Qatar por el respeto a determinados colectivos y a los Derechos Humanos vuelvan a reproducirse de confirmarse la llegada del Mundial a Arabia Saudí, pero nada detendrá una candidatura que ya es oficial y que tienen todas las papeletas para ser la siguiente elegida.

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