El Minya Konka, el macizo inaccesible de 25 'seismiles' que esconde la historia de Matsuda y Sugawara: "Nunca os olvidaremos"

  • Una expedición japonesa trató de conquistar su cima, una de las más complicadas y aisladas, en 1982.
  • El Minya Konka, el pico más alto del macizo (7.556 metros), es conocido 'Rey de las Montañas de Sichuan'.
El macizo de Minya Konka.
El macizo de Minya Konka.
Tibetpedia
El macizo de Minya Konka.

Esta historia va de unos alpinistas japoneses en 1982, en una de las montañas más peligrosas del mundo, el Minya Konka, potencial y estadísticamente más mortal que temidos ”ochomiles” como el K2, el Nanga Parbat o el Annapurna I. Y aunque parezca fruto de la imaginación y propio de un guion de cine, los hechos ocurridos que se van a relatar, son la pura verdad.

El macizo llamado Minya Konka se encuentra en la cordillera Daxue, de la región montañosa Hengduan, a lo largo del borde oriental de la meseta tibetana. El bloque tiene 25 picos de más de 6.000 metros de altura y cada uno de esos dientes tiene un nombre diferente. El pico más alto del macizo es el propiamente llamado Minya Konka, de 7.556 metros, que a la vez es el ”sietemil” más oriental del planeta. Lo llaman también 'El Rey de las Montañas de Sichuan'.

Rocas rojas en el glaciar Hailuogou
Rocas rojas en el glaciar Hailuogou, con el macizo Minya Konk detrás
China Discovery

Con una prominencia de 3.642 metros, Minya Konka ha sido escalado en muy pocas ocasiones. De por sí, es muy difícil aproximarse a esta montaña y, la zona en la que está ubicada, tiene una meteorología cambiante. Sus caras son vertiginosas, sus aristas están llenas de seracs, y sus paredes esconden grietas por todas partes. Y si uno no cae en ellas, es muy probable que se borre de la montaña debido a las constantes avalanchas.

Desde su primera ascensión en 1932 hasta nuestros días, tan solo 23 ó 25 personas han podido ascenderla. Y más de 30 escaladores han perdido la vida en sus paredes. Según las creencias locales, Dorjelutru, el dios del cielo, habita en su cima, protegiendo la región en compañía de una corte de espíritus.

Otra leyenda habla de una diosa llamada Youyoutsouma que nació de una esmeralda y tenía una cierva sobre la que solía montar. La cierva mojaba con su leche el cielo todas las noches. Un día un arquero mató a la cierva y esto desató la ira de la diosa, quien con el furor que tenía derramó el cuenco de la leche de la cierva e inundó toda la región. Después, la propia diosa Youyoutsouma se convirtió en una montaña y mató al arquero aplastándolo. Ese es el motivo por que el , según la leyenda, Minya Konka está escondida entre las nubes. Solo se aclara para las almas sinceras, mostrándoles sus colores esmeralda y blanco.

En la primavera de 1982, un grupo japonés se aproximó a Minya Konka con la intención de ascenderla por la arista noreste, a pesar de la tragedia que había sufrido otro equipo japonés un año antes en la misma ruta, cuando uno de los alpinistas del grupo perdió la vida debido a una caída.

Este grupo estaría formado por cinco hombres y dos mujeres. El 19 de marzo los escaladores establecieron su campamento base a 3.500 metros en el glaciar cercano. Empezaron la ascensión poniendo cuerdas y montando los campos. Un mes más tarde pudieron poner el campo 3 a 5.790 metros. Cinco días después de montar el campo 3, alcanzaron los 6.200 metros. La tragedia sobrevoló al equipo cuando uno de los miembros, S. Suzuki, resbaló, pero se mostró hábil y pudo detenerse a tiempo, aunque le costó una lesión en la espalda.

Hironari Matsuda y Makoto Sugawara, dos miembros del equipo, iban bastante por delante de los demás durante dicho ascenso. El 29 de abril los dos estaban a tan solo 50 metros de la cima, pero se quedaron sin comida y sin agua. Agotados y deshidratados, decidieron pasar la noche a la intemperie. Confiaban en que el día siguiente sería el del ataque a la cima, pero el tiempo empeoró y no les quedaba otra que tomar la amarga decisión de abortar la ascensión y darse la vuelta.

Avalancha en el Minya Konka.
Avalancha en el Minya Konka.
Foto cortesía de Sebastián Álvaro

La radio, el único elemento de guía

Llevaban una radio con la que se comunicaban con el resto del equipo, muchos metros más abajo. Exhaustos y desorientados, constataron por en las comunicaciones que estaban medio perdidos y no eran capaces de encontrar la ruta ni las cuerdas para descender de la montaña. Esto fue la última comunicación con Matsuda y Sugawara. Acto seguido, la radio se apagó probablemente al quedarse sin batería.

El resto del equipo sabía que había una emergencia inminente y trataron de subir hacia los dos perdidos. El 4 de mayo los compañeros hicieron un intento de ascender hasta Matsuda y Sugawara, pero no pudieron avanzar casi nada. Visto que los dos hombres ya no estaban dando señales de vida desde arriba en los últimos cuatro días, el equipo los dio por muertos, dejando una nota escrita abajo que ponía: "Matsuda y Sugawara, nunca os olvidaremos.” El 9 de mayo el grupo abandonó la montaña y se marchó a casa.

¡Pero no sabían que Matsuda y Sugawara realmente no estaban muertos! Los dos hombres estaban intentando descender. Fue como bajar por un laberinto escarpado y seguían perdiéndose constantemente. La fatiga y la estancia prolongada en altura, sin hidratarse y sin alimentarse, empezaron a hacer mella en Matsuda y Sugawara, apareciendo en sus cuerpos los primeros signos de congelación. Estando en lo último de sus energías tuvieron que parar un día entero para descansar antes de seguir con el descenso. Cuando volvieron a ponerse en marcha perdieron los guantes y los piolets, y Matsuda perdió una de sus botas también. Tuvo que improvisar y coger el estuche de su cámara de fotos para ponérselo en los pies. Cuando por fin encontraron las cuerdas, apenas pudieron agarrarlas porque tenían las manos congeladas. Tras una semana de tortura llegaron al campo 1, donde Sugawara en un momento dado dijo a Matsuda que quería descansar un poco. Al apartarse de Matsuda, Sugawara desapareció para siempre.

Matsuda se quedó solo y aún le quedaba un tramo por descender hasta el campamento base. Como un zombie, por fin, llegó al campo base avanzado. Allí encontró algo de comida dejada por los compañeros, pero debido a las úlceras en el estómago no pudo comer nada. Alcanzó el campamento base el 21 de mayo de 1982. Allí solo, colapsó. Habían pasado tres semanas desde que habló con el grupo por última vez.

Un giro inesperado

En la puerta de la muerte, parecía que no había salvación. Sin embargo, ocurrió algo increíble en este lugar, donde no suele ir nunca nadie de los habitantes de la zona. Justo después de que Matsuda perdiera la consciencia, aparecieron varias recolectoras de hierbas tibetanas. Cuando vieron a Matsuda, estaban convencidos de que ese cuerpo ya era un cadáver, pero seguía respirando. Rápidamente, colocaron al alpinista en uno de los caballos y galoparon con él a toda velocidad al pueblo más cercano. Para Matsuda, el viaje a caballo fue un calvario, pero esas almas sinceras salvaron la vida del japonés.

Posteriormente, los médicos tuvieron que amputarle 10 dedos y ambos pies por los tobillos. En otoño del mismo año otro grupo japonés volvió para buscar a Sugawara, pero no tuvieron éxito y lamentablemente uno de los alpinistas del grupo de búsqueda murió por mal de altura.

Matsuda nunca perdió las ganas de vivir y, a pesar de las amputaciones sufridas, decidió buscarse nuevas metas fuera del Himalaya, proponiéndose escalar más adelante los 50 picos más altos de Japón.

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