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La primera gran tragedia en el K2: un rescate imposible y cuatro hombres que desaparecieron para siempre

Un año después del tercer intento fallido (1938, por americanos) para llevar a cabo la primera ascensión del K2 de 8.611 metros, en 1939 se formó otro grupo estadounidense para escalar la joya deseada del Karakorum.

El líder de la expedición fue el reconocido escalador de origen alemán, Fritz Wiessner. A falta de patrocinio, Wiessner escogió a los miembros de la expedición a base de la capacidad financiera de los integrantes para que el grupo pudiera autocostear el viaje. Así se formó un equipo de seis, incluyendo al adinerado deportista y socialité Dudley Wolfe. El equipo se completaba con nueve sherpas. Hubo porteadores también, quienes, nada más llegar al campamento base, volvieron a su pueblo con la instrucción de venir a recoger todo hacia finales de julio coincidiendo con la terminación de la expedición.

Los primeros problemas

La ruta escogida por el grupo de Wiessner fue la Ruta de los Abruzos, el espolón sureste del K2. La expedición no usó oxígeno suplementario. Tres de ellos, Wiessner, Pasang Lama sherpa y Dudley Wolfe iban ”de peleotón” por delante de los demás, avanzando hacia arriba. El resto de la gente, americanos y sherpas, tenían que ir detrás abasteciendo cada campo de altura con material, incluyendo sacos de dormir, comida, agua, etc. Sin embargo, el ánimo de varios empezó a decaer y la desorganización entre los campos estaba haciendo mella, con la excepción de Wiessner, Wolfe y Pasang Lama quienes no tenían conocimiento de los problemas de logística entre los campos, y seguían ascendiendo con determinación.

Wolfe se queda solo

Wolfe paró a 7.711 metros, pero Wiessner y Pasang Lama continuaron para arriba. Los dos hombres tuvieron que decidir: o ascender hacia la sección de la llamada Cuello de Botella, o hacia la izquierda, teniendo que escalar unas rocas. Wiessner escogió la segunda opción, pero Pasang Lama dijo que el plan le parecía demasiado difícil. Los dos hombres, tras alcanzar los 8.382 metros, tomaron la decisión de abortar el ascenso temporalmente. Luego los tres alpinistas bajaron hasta los 7.000 metros, donde se dieron cuenta de que los demás del grupo no habían traído abastecimiento. Wolfe decidió quedarse a 7.000 metros hasta que Wiessner y Pasang Lama pudieran averiguar qué ocurría más abajo.

Una amarga sorpresa

Al ir descendiendo, Wiessner se percató de que los campos estaban desmontados. El 24 de julio Wiessner y Pasang Lama llegaron al campamento base exhaustos y enfadados. Los demás alegaron que habían creído que los tres hombres del pelotón o se murieron o ya hicieron cima y bajarían luego. Definitivamente, no fue ninguno de los dos casos. Wolfe, que seguía arriba solo, llevaba ya demasiado tiempo a 7.000 metros, algo muy preocupante.

Hubo dos intentos para rescatar a Wolfe. En un primer intento, el 29 de julio de 1939, los sherpas Pasang Kikuli, Pasang Kitar y Pintso alcanzaron a Wolfe, quien estaba en estado lamentable, sin comida, sin agua y sentado en la tienda cubierto de heces y orina. Wolfe se negó a descender por no sentirse preparado para la bajada y pidió a los sherpas que volvieran el día siguiente. Sin embargo, durante la noche se desató una tormenta y los tres sherpas tuvieron que esperar hasta el 31 de julio para hacer otro intento de rescate. Y esto fue lo último que se supo de los tres sherpas y de Wolfe. Los cuatro hombres nunca más fueron vistos, produciéndose así las cuatro primeras muertes en el K2.

La primera gran polémica del K2

Wiessner acusó a un miembro del equipo, Eaton Cromwell, y al sherpa Tendrup por la negligencia de retirar las cosas de los campos de altura y querer matarlos. Cromwell, por el contrario, acusó a Wiessner por haber abandonado a Wolfe a su suerte.

Tras la vuelta a los Estados Unidos, durante muchos años, todos estaban en contra de Wiessner. Pero en 1956 el líder publicó un libro en alemán en el que contó que durante el descenso Wiessner había encontrado una nota escrita a mano que decía que se desmontaban los campos de altura. Wiessner estaba convencido de que la nota escrita a mano era la letra de Jack Durrance, uno de los miembros de la expedición. Durrance no refutó estas afirmaciones tras la publicación del libro. Muchos años después, en 1989, Durrance mostró su diario de expedición en el que había anotado que realmente fue Cromwell quien había ordenado vaciar los campos.

Si Wiessner y Pasang Lama en la parte superior del K2 hubieran elegido la ruta a través del Cuello de Botella, y si los campos hubieran estado abastecidos, probablemente los dos hombres hubieran podido llegar a la cima del K2, sin oxígeno embotellado.

Una tragedia que pudo ser mayor

En el verano de 1953 otro grupo americano volvió al K2, liderado por Charles Houston, quien lo había intentado ya en 1938. El equipo de Houston quería ascender también por la Ruta de los Abruzos. A principios de agosto lograron alcanzar los 7.900 metros, planeando el ataque a la cima al día siguiente. Sin embargo, durante aquella noche el tiempo se empeoró y el grupo tenía que esperar. Todo se complicó más cuando uno de los escaladores, Art Gilkey, se puso enfermo con trombosis en una pierna y síntomas de edema pulmonar. A vista de peligro de avalanchas y el mal tiempo, estuvieron varados todos durante días. Finalmente Houston vio la ocasión para el descenso.

Cuando los escaladores estuvieron a 7.500 metros, uno de ellos, George Bell, se resbaló y empezó a arrastrar a todos que estaban atados a la cuerda. Cuando el grupo estuba a punto de caer al abismo de más de 2.000 metros, el más joven, Pete Schoening de 26 años, rápidamente logró a detener a sus compañeros de la caída masiva, enrollando la cuerda alrededor de sus hombros y un piolet. Durante el descenso Gilkey desapareció, posiblemente arrastrado por una avalancha.

El grupo de 1953 estuvo muy unido a pesar de la tragedia y los miembros de la expedición mantuvieron la amistad durante el resto de su vida. En memoria de Gilkey hicieron un cairn (un túmulo de piedras) a pie de la montaña, lugar que hoy en día se llama el ’Gilkey Memorial’, donde desde aquél entonces suelen poner chapas en homenaje a los montañeros fallecidos o desaparecidos en el K2.

Y así llegó 1954, la primera ascensión del K2, y otra controversia fea que lamentablemente salpicó a uno de alpinistas más grandes de todos los tiempos, al italiano Walter Bonatti. Lo contaremos en la siguiente entrega.

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