OPINIÓN

El cuadro de la última ofensa en los Juegos Olímpicos

Representación de la última cena en los JJOO.
Representación de la última cena en los JJOO.
RTVE
Representación de la última cena en los JJOO.

Hemos empezado los Juegos Olímpicos hablando más de religión que de deporte. Culpa de la versión queer de ‘La última cena’ de Leonardo Da Vinci que montaron en la ceremonia de inauguración. Luego resultó que el homenaje era a otro cuadro que representa a las deidades del Olimpo en pleno festín, pero la ofensa ya estaba sobre la mesa (nunca mejor dicho). El tema ha terminado con disculpa de los organizadores y debate en las gradas. ¿Fue o no una falta de respeto a los cristianos?

El caso es que de esa última cena se han hecho versiones iconográficas hasta con los Simpson. Vale que la que hizo Buñuel en Viridiana acabó en censura, pero la mayoría se miran con complicidad porque la imagen del Renacimiento pertenece más que nada al patrimonio cultural que representa a agnósticos y creyentes. Que esta vez se haya considerado una ofensa da pistas de que el problema no es tanto el homenaje como la transgresión de sus protagonistas.

Molesta porque hay minorías que tiene poca cabida en la religión cristiana. Por mucho que Jesús lanzara un mensaje que puede interpretarse como inclusivo, no parece que vaya a adaptarse esa tolerancia a todos los tipos de diversidad. Y eso que las creencias y la fe no entienden de orientación sexual. Si esta realidad no ha cambiado con el Papa Francisco, aparentemente, el más abierto de la historia de la Iglesia, dudo que vaya a ver yo ese cambio en vida. Pero que este es solo uno de los muchos temas con los que la religión demuestra que se sostiene más en sus valores que en sus formas. Y creo que debería hacérselo mirar.

Dicho esto, montar este número en la inauguración de los juegos Olímpicos me parece una provocación innecesaria. Y no tiene pinta de que haya sido inocente. Meterse con la religión es un clásico cuando se quiere llamar la atención (que se lo digan a Madonna), pero hace tiempo que dejó de ser revolucionario. En el contexto de unos Juegos Olímpicos suena a mezclar churros con merinas a costa de los impuestos de todos los franceses, probablemente con el objetivo de fastidiar (innecesariamente) a la derrotada LePen. Y ese cuadro solo da más alas a la ultraderecha.

El objetivo de la performance era poner sobre la mesa la inclusión en el deporte. Hacerlo a través de las guerras culturales y políticas de izquierdas muy a la izquierda que extreman lo identitario rollo “conmigo o contra mí” no es la manera. Esas han conseguido que dé la sensación de que la identidad de género o sexual pueden otorgar privilegios y que las minorías parezcan mayorías. Sentarlos en esa cena poniendo el foco solo en su identidad refuerza esa creencia, además de ser cero Olímpico. Los valores deportivos que llevan a las personas hasta el podio son el talento, el esfuerzo y la disciplina, no la condición.

Pero que sobre todo ha sido una cagada porque estas son los primeros juegos olímpicos paritarios de la historia. Ciento veinticuatro años ha constado llegar hasta la igualdad de participación de hombres y mujeres. Y aquí estamos, hablando de Jesús.

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