Miquel Travé ha roto su propio techo en los Juegos Olímpicos de París 2024, la gran cita en la que ha conseguido colarse en las televisiones de todos los hogares españoles con una gran actuación en la final en la que se ha quedado muy cerca de las medallas. Palista desde la cuna, el 'violinista' que fluye en las aguas bravas ha conseguido pasar de eterna promesa a héroe a pesar de que la mala fortuna le estropeó el éxito final.
El destino había preparado la vida de Travé (6 de enero del 2000) hasta la gran final de este lunes. Nacido hace 24 años en la Seu de Urgell, muy cerquita del canal que se creó para los Juegos de Barcelona 92, y con el piragüismo en las venas por herencia familiar, el joven chico tan solo tuvo que seguir un camino trazado hasta la gran final olímpica.
Empezó en las aguas a los siete años a entrenar todas las disciplinas posibles y pronto brilló en varias. Kayak, canoa... los éxitos empezaron a llegar (plata mundial en C1 por equipos, oro europeo en K1 por equipos y plata en C1 individual...), pero él se decantó sin dudarlo por las aguas bravas.
Tuvo tentaciones del fútbol y de la música, por el violín, instrumento que tocó durante 14 años, aunque la verdadera sintonía de su vida aparecía cuando fluía por las aguas, aprendiendo de cada remolino, de cada corriente.
Así, éxito tras éxito, Travé ha agrandado unas expectativas que, tras el duro golpe de su no clasificación para Tokio 2020, ha hecho explotar ahora con su gran actuación, aunque sin medalla, en esa gran cita de París.
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