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Esteban Chaves, el hombre entre Nairo y Froome

Chris Froome, Nairo Quintana y Esteban Chaves en el podio de la Vuelta a España 2016.
EFE

Tiene mucho sentido que el ciclista feliz corra en el equipo feliz. Es de una lógica aplastante que Esteban Chaves sea el líder del Orica, con permiso de los hermanos Yates. Y aunque no resulte tan obvio, tampoco es disparatado que un colombiano represente el espíritu deportivo australiano, pues en ese entorno ha encajado como si fuera un canguro.

No debe extrañarnos, por tanto, que Orica haya renovado el contrato de Chaves hasta 2019. La duración del nuevo acuerdo no es una elección caprichosa. Para entonces, el pequeño escalador de Bogotá habrá cumplido los 29 años y habrá alcanzado la madurez requerida, al menos estadísticamente. La edad media de un ganador del Tour es de 28 años. Chavito, de momento, viaja con el reloj en hora.

La renovación con Orica llega días después de que Chaves, el ciclista sin fronteras, traspasara otra: primer corredor no europeo que gana en Lombardía (240 km), uno de los monumentos del ciclismo junto a Milán-San Remo, París-Roubaix, Flandes y Lieja. Su triunfo en La Clásica de las Hojas Muertas (110 años de historia) tiene múltiples significados. En primer lugar le confirma como un ciclista de gran fondo, con motor para ser segundo en el Giro (en mayo), tercero en la Vuelta (septiembre) y todavía dispuesto a prolongar la temporada con éxito en las clásicas de otoño. Ni Nairo ni Froome se atrevieron a tanto, tampoco Nibali.

La siguiente evidencia es el crecimiento competitivo de Chaves. En una clásica como Lombardía sólo hay lobos, ciclistas con el cuchillo entre los dientes dispuestos a coronar o a salvar a su temporada. Chavito, con el año cumplido, los venció a todos desde el talento, no desde la angustia, haciendo gala además de una habilidad que no le teníamos contabilizada, el sprint.

El propio ciclista destacaba después de su victoria la capacidad de su equipo para mantener la ilusión hasta el último día de curso. Eso es Orica. Una estructura que desde la cumbre (el millonario Gerry Ryan, magnate en sandalias) hasta la base exhibe un estilo basado en la alegría de competir. Valga la pasada Vuelta a España como perfecta demostración y sirva Neal Stephens como director modelo. El ataque de Simon Yates en Andorra puso en vilo la carrera, generando la incertidumbre de los días históricos. Y no menos valerosa e inolvidable fue la arrancada de Chaves en la última etapa de montaña, cuando arrebató el podio a Contador.

Pero hablemos de una vez del futuro. Chaves ya no es el muchacho que ganó el Tour de Porvenir en 2011. Ni siquiera es la promesa que vio peligrar su carrera deportiva por una caída en 2013, aquella que le dejó el brazo derecho sin movilidad durante catorce meses (entonces recibió la oferta del Orica). Esteban Chaves es, desde esta misma temporada, un candidato para las grandes vueltas. Comprobado que resiste el frío y la dureza extrema del Giro, y demostrado que se adapta a las peculiaridades de la Vuelta, es hora de que debute en el Tour, liberado de la responsabilidad que corresponde a Froome y Nairo.

También en ese aspecto sopla el viento a su favor. Para Chaves sería demasiada carga correr con Colombia entera sobre sus hombros. La formidable eclosión del ciclismo colombiano le evita ese problema. Durante las últimas semanas hemos visto como Supermán López ganaba la Milán-Turín y como Fernando Gaviria llegaba segundo en el sprint del Giro del Piamonte. Para que se hagan una idea de lo sagrado del Tríptico de Otoño: sólo Coppi y Merckx consiguieron vencer el mismo año en Turín, Piamonte y Lombardía.

Chaves admite que no cuenta con el talento natural de Nairo (¿quién lo tiene?), pero a cambio dispone una ventaja: a pesar de sus éxitos recientes, vuela por debajo del radar. Podría salir beneficiado de la guerra entre Quintana y Froome. Llegado el momento, Nairo podría dejarle libertad por ser compatriota y Froome por ser australiano. Cuesta ver cómo enemigo a un ciclista con esa sonrisa, con ese aspecto de estrenar cada tarde su primera bicicleta. Ese es el último milagro de Chaves. En el deporte del sufrimiento extremo hay un ciclista que siempre sonríe, como si la vida le hiciera cosquillas.

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