Los abusos sexuales continuado y sistemático del doctor Larry Nassar a las gimnastas del equipo estadounidense ha acabado con el médico entre rejas, pero ni mucho menos ha cerrado las heridas. Simone Biles, el estandarte de este deporte en el que el país americano es punta de lanza, aún no lo ha superado, como ha quedado patente en un entrenamiento previo a los campeonatos nacionales.

Biles había convocado a los medios de comunicación para hablar antes de la cita en la que, previsiblemente, va a conseguir las marcas para disputar los próximos Juegos Olímpicos de Tokio, donde defiende los cuatro oros que logró en Río. En un momento de la rueda de prensa, le cuestionaron sobre cómo llevaba las consecuencias del juicio contra Nassar, y Biles acabó derrumbándose.

El foco de sus lágrimas de rabia fue la propia Federación Estadounidense de Gimnasia. Rota por el dolor, estalló ante los medios. "Hemos hecho todo lo que nos han pedido, incluso cuando no queríamos y ellos no han podido hacer un maldito trabajo. Teníais un trabajo. Literalmente teníais un trabajo y no pudísteis protegernos", se lamentó.

La situación es grave y le ha dejado secuelas psicológicas, que le vuelven a la mente cada vez que tiene que ir al fisioterapeuta o al propio médico. "Es realmente triste porque cada vez que voy al médico o a entrenar, me tienen que tocar. No quiero que me toquen, pero me duele el cuerpo, tengo 22 años y al final del día es mi quinta rotación y tengo que ir", señala.

Biles admite que volver a competir ha sido muy duro, pero también ha sido una manera de reivindicarse. "No es fácil volver a una organización que te ha fallado. Estar aquí es un recordatorio de todo por lo que he pasado y todo por lo que aún voy a pasar", dijo.