GERA, tenemos un problema

Un día con el Grupo Especial de Rescate en Altura

Al calor de una chimenea, como si de una vieja historia de esas que antes se contaban y ahora se postean en hilo, uno podría sentarse y no aburrirse escuchando los recuerdos de Carlos, Marino y muchos más: aquella fiesta nocturna de un grupo de jóvenes en el hospital fantasma de La Barranca, cuando el juego acabó en tragedia y un chico se mató al caer por un agujero, o el rescate a poquita altura de un montañero en estado de shock, incapaz de moverse, al que tuvieron que vendar los ojos para que no viera lo que sucedía a su alrededor y el miedo se escondiera en el alma y no en su vista.

Pero allí arriba, 'casi' más cerca del cielo que de tierra firme, poco confort: frío, desorientación, miedo y, también, ignorancia. No todo es mal por suerte, también hay bien, ángeles de la guarda vestidos de rojo que, en la sierra de Madrid, atienden al nombre de GERA: Grupo Especial de Rescate en Altura, surgido en 1997, cuando "cayó una gran nevada en la sierra y tuvieron que enviar un retén allí, que terminó quedándose", cuenta Carlos Ortega, jefe de dotación del GERA y, como todos sus compañeros, superhéroe en estéreo: bombero y rescatador en altura. 

Sierra de Madrid
La sierra madrileña, escenario de actuación del GERA
20minutos | Archivo

Ahora, los 54 bomberos del GERA dan servicio completo a toda la sierra de Madrid (en colaboración con el servicio de la Guardia Civil, el SEREIM, con el que la relación es cordial), en turnos de 24 horas, 7 días a la semana, 365 días al año y con hora punta los fines de semana, momento en que el madrileño confinado vuela a la montaña en sus más diversas versiones: senderista, escalador, ciclista, turista o corredor. Entonces, la sierra es una marabunta y el fenómeno aumenta. De repente, muchos descubrieron vida más allá del hormigón y el cemento.

 "El confinamiento se ha notado muchísimo porque hay un boom de gente que viene a la sierra a lo que sea. Los rescates han crecido un 27% en un año", relata Carlos, presto para dar varios consejos básicos, al iniciado y al experto: "Hay que preparar la excursión bien, llevar comida de más, móvil con batería cargada y, sobre todo, prepararte para lo que te pudiera pasar". 

Preparar bien la excursión, llevar el móvil cargado o comida de más puede separar un bonito día de un problema importante 

Lo que parece obvio es imprescindible cuando llegan los sustos, porque alguien se pierde y las dos horas de caminata se transforman en todo el día, o cuando el cielo se cierra y el chubasquero está en casa... o cuando esa cuerda mal atada se ha soltado en plena escalada. Y todo eso pasa, vaya que sí.

Apenas a unos kilómetros de ese imprevisto, en las faldas de Navacerrada, aguarda el GERA, cuya respuesta es inmediata, literalmente volando, que para eso cuentan con la fortuna de tener el helicóptero en la base. Basta un simulacro de rescate aéreo para sentirse un poco más seguro en caso de pasarlas canutas en el monte. 

Rescate por tierra y aire

Transcurren cinco minutos entre la llamada de auxilio hasta que el helicóptero hace su primera pasada de comprobación (se comprueba todo) sobre el lugar del accidente: abajo, estabilizan, ayudan y consuelan a la víctima, pues aquí también hay mucha terapia (que a uno se lo lleven volando en volandas cuesta asumirlo aunque te pueda salvar la vida); arriba, preparan la camilla del rescate para el descenso. Regresarán al aparato rescatador, rescatado y camilla, siempre por debajo de los 204 kilos.

La cosa cambia de noche, o con niebla, en zonas donde el helicóptero no llega. Toca entonces el rescate a pie, cargando una mochila de 20 kilos repleta y llegando hasta donde haya que llegar, a la peligrosa cresta de Claveles o al tubo de Cabezas, dos puntos negros de Guadarrama. "Lo que hacemos es desmontar la camilla, acoplar unas perchas y evacuar el herido entre dos personas", cuenta Carlos para referirse al percheo, un agotamiento extremo en el que cada compañero se da relevo cada dos minutos. "A veces hemos tenido que estar horas así por la noche y con nieve".

Apenas a unos kilómetros de ese imprevisto, en las faldas de Navacerrada, aguarda el GERA, cuya respuesta es inmediata, literalmente volando, que para eso cuentan con la fortuna de tener el helicóptero en la base. Basta un simulacro de rescate aéreo para sentirse un poco más seguro en caso de que uno las pase canutas en el monte. Transcurren cinco minutos entre la llamada de auxilio hasta que el helicóptero hace su primera pasada de comprobación (se comprueba todo) sobre el lugar del accidente: abajo, estabilizan, ayudan y consuelan a la víctima, pues aquí también hay mucha terapia necesaria (que a uno se lo lleven volando en volandas cuesta asumirlo aunque te pueda salvar la vida); arriba, preparan la camilla del rescate para el descenso. Regresarán al aparato rescatador, rescatado y camilla, siempre por debajo de los 204 kilos.

Las películas terminan bien o mal, pues esto es la vida, consolando a los familiares o hinchándose con el perolo de arroz con leche que un rescatado ha enviado al parque en agradecimiento a siete horas de porteo y una vida salvada. Hay espacio para todo en el pequeño hogar del GERA, donde apenas se para quieto: o se rescata o se practica. Así, luego, allí arriba, cuando la tensión es insuperable, ellos leen una partitura en la que no hay fallos, no puede haberlos. Para eso se formaron desde que salió la convocatoria: examen teórico, examen práctico de rescate en montaña, orientación en nieve, esquí, geografía, espeleología, primeros auxilios, rescate en helicóptero y un poco de psicología, que siempre viene bien. Una buena palabra bien colocada nunca está de más cuando alrededor solo hay miedo.