S. Moreno Laya. Valencia.

Un buen almuerzo y un buen arroz son los pilares que dan su carácter a la costa levantina, donde el fútbol sabe a mar

La luz del Mediterráneo ilumina el camino. Esta senda está repleta de naranjos y alquerías. El mar, a un lado; la plana, en medio; el sol, en todo lo alto, y de fondo, las crestas montañosas del interior. En estas pequeñas casas de campo con tierras de labor se acumulan aperos, esfuerzos, sueños y vivencias, y resultan habitualmente buenos lugares para degustar los famosos arroces de la zona.

De Vila-real hasta Valencia, bajo el influjo del levante, LaLiga Santander tiene dos casas relevantes, el Estadio de la Cerámica y el Camp de Mestalla, dos puntos de interés que se volverán a ver las caras este próximo 3 de mayo, a partir de las 19.00 horas, en un Valencia CF-Villarreal CF que pone sobre la mesa todo el sabor mediterráneo.

El mantel de papel blanco dota de carácter a este lugar. Sinónimo de que has llegado al sitio idóneo. Sillas de plástico, barra de mármol, el escudo del Villarreal, en el centro, y muchas cosas ricas. Juega su equipo, y al otro lado de la barra saben que el trajín de clientes hambrientos irá aumentando conforme llegue la hora del partido. Y van haciendo sus cosas. Lo que pueden.

En cocina, las sartenes vuelan por encima de las cabezas de fuego en fuego. Cazuela por un lado, bandeja por el otro, gastronomía de bar en estado puro. Rabo frito, careta asada, callos, huevos fritos, pinchos morunos, patatas bravas, salchichas, choricillo frito, tortillas de todo tipo… Y sobre la barra, los camareros van elevando un castillo de naipes de sólidos pilares culinarios. Seguros, en cocina y en la barra, de lo que sirven y de que en día de partido todas las bandejas acabarán vacías. Porque el almuerzo en Vila-real es cosa seria. Y más en el Bar Villanueva.

Por aquí son de almorzar fuerte, de esos que luego obligan a la siesta del carnero, justo la de antes de comer, que en esta ocasión se pasará por alto porque juega su equipo, emblema de una localidad orgullosa de lo que está haciendo el club amarillo. 50.000 habitantes acostumbrados a celebrar cada día de partido, en casa o en los bares aledaños, donde la tele ocupa un espacio preferente. Siempre con la señal de LaLigaTV Bar puesta, que es el único canal de televisión autorizado, destinado a la hostelería y los establecimientos públicos, que ofrece a sus clientes las mejores competiciones de fútbol, como LaLiga Santander.

Es la hora del vermut en Mestalla. Su equipo vela armas de cara a la cita de la tarde. Cerveza con Sepionet (sepia típica valenciana) es la tapa de referencia en el bar La Corona de Aragón, que salvaguarda gastronómicamente una de las esquinas principales del Camp de Mestalla. Las familias se reúnen en este espacio antes de acudir al estadio para animar a su Valencia CF.

Los niños emulan a sus héroes valencianistas en la plaza aledaña, a escasos metros del templo che. La pelota va y viene en la caótica y feliz pachanga infantil a los pies de Mestalla. Mientras, el resto de la familia sale al sol de Valencia para recibir el confortable abrazo de la primavera levantina. La brisa marítima acaricia este aperitivo entre sepias a la plancha, gambas al ajillo, boquerones en vinagre o alitas de pollo.

Fuera de la gran ciudad, en las alquerías de la huerta valenciana preparan arroces en dos turnos. El de las 13.30 horas y el de las 15.00 horas para los que gustan de comer más tarde. Paella y fútbol, la sístole y la diástole de una región que late por este deporte. El arroz valenciano exige puntualidad, para comerlo en su punto. No se llega tarde a la cita de tu vida sobre una mesa cubierta con un mantel de papel blanco. A ver al Valencia se acude con los deberes hechos.

Y tampoco quieren ir tarde en el Bar Villanueva de Vila-real. En pocas horas hay fútbol, y la gente no espera. Sota, caballo y rey en almuerzos que se cierran con una sana tradición. Así que los camareros van trabajando la mezcla. Con la cucharilla van removiendo el interior de unos vasitos de barro que se van acumulando también sobre la barra a la espera de que llegue su hora.

“Otro carajillo”, pide un joven que se acaba de atravesar una de callos de buena mañana. El camarero calienta el brebaje aliñado con una pequeña rodaja de limón valenciano. Prende la llama, reduce el alcohol, café y así prepara un carajillo listo para un nuevo servicio. El joven, con su carajillo, prosigue con la alineación que él pondría de cara al encuentro que está próximo a comenzar.

Aquí nunca se renuncia a un mantel de papel blanco y siempre se disfruta de un Valencia CF-Villarreal CF. Mantel y fútbol, dos elementos que conservan el sabor auténtico del Mediterráneo.