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¡Viva el filete ruso! (O por qué está feo cambiarle el nombre a la ensaladilla rusa)

Filetes rusos, los de toda la vida.
Emma García

Con el café a casi tres euros, las piezas de fruta carísimas y la calidad de la comida ampliamente mejorable, en realidad el tema más comentado sobre el menú que ofrecía la cafetería de IFEMA donde se celebró la cumbre de la OTAN fue la ensaladilla rusa.

El chiste se hace solo, así que muchos decidieron rematar en redes la pelota que se había quedado votando. Ensaladilla rusa -russian style salad- en la cumbre de la OTAN y en pleno conflicto con el país. ¡Qué risa!

Vista la repercusión del tema, al día siguiente la ensaladilla se había convertido en una de estilo tradicional según el cartel del menú. Diplomáticamente tal vez más correcto, pero es fácil imaginar el desfile de periodistas españoles preguntando qué demonios era eso de ensalada tradicional.

El debate alrededor de este plato no es nuevo. Ya en su momento algunos intentaron rascar titulares cambiándole el nombre a la ensaladilla rusa, y hasta el chef José Andrés anunció de forma oficial que en sus restaurantes esta ensalada de patata y verduras pasaba a llamarse “ensaladilla Kiev o ensaladilla ucraniana”

Ya puestos, mejor lo segundo. Al parecer, lo de Kiev a algunos también les parece mal a algunos al tratarse de un nombre en ruso, así que lo correcto sería Kyiv.

Aunque, efectivamente, el reconocido chef español puede llamar a los platos como le dé la gana en sus restaurantes, también uso esa denominación ucraniana en uno de los menús oficiales servidos durante la cumbre. ¿Puede uno andar cambiando el nombre a platos con tanta historia y a recetas que no son suyas?

El simbolismo es evidente y se entiende. Rusia mal, Ucrania bien así que renombrados la ensaladilla. Queda claro. También las buenas intenciones del cocinero asturiano que, a estas alturas, no necesita llamar la atención para conseguir titulares.

Pero con permiso del futuro Nóbel de La Paz -no es sarcasmo, estamos convencidos de que José Andrés lo recibirá por su laborsolidaria con World Central Kitchen- la verdad es que la decisión nos chirría un poco. Porque, a ver si lo entendemos, ¿la ensaladilla ya no se puede llamar “rusa” porque los rusos nos caen mal? ¿Todos? No los gobernantes que deciden tal o cual guerra, sino los rusos, en general.

Porque no se llama ensaladilla Putin, no lleva el nombre de algún zar imperial -algo nos dice que no habría tanto problema en ese caso- ni tampoco es la “ensaladilla invadamos Ucrania”. 

La historia de la ensaladilla rusa

Se llama ensaladilla rusa desde mediados del siglo XIX. Y aunque la leyenda cuenta que la inventó un chef francés (Olivier) en Rusia, en realidad ya aparecía en recetarios ingleses con esa denominación de rusa.

Pero volviendo a la actualidad, a la OTAN, la guerra y a esta popular tapa que tanto triunfa en España, lo de cambiarle el nombre porque Rusia mal ya se intentó en tiempos de Franco. 

Ensaladilla rusa

Por cuestiones soviéticas entonces, claro. Y aquello de “ensaladilla nacional” no acabó de cuajar. Algo nos dice que pasará lo mismo ahora y que, más allá de la foto, todo el mundo la seguirá conociendo como ensaladilla rusa.

Insistimos que no se trata de dudar de las buenas intenciones de José Andrés. Pero si jugamos a la geopolítica gastronómica de brocha gorda, podríamos decir también que nos cae mal Estados Unidos, así en general, por derogar derechos fundamentales de las mujeres, o por permitir que la gente vaya con armas por la vida. Por no hablar de intervenciones militares, apoyo a gobiernos de dudosa legitimidad... 

Pero no entremos en ese jardín. El caso es que, si jugamos a confundir países con sus gobernantes, lo suyo sería revisar también el recetario y dejar claro nuestro firme rechazo a la herencia envenenada de Trump, o a los tiroteos en colegios que se repiten cada cierto tiempo. 

El recetario estadounidense no deja mucho margen, y menos si tiramos de topónimos. Pero, no sé, podemos pedir que se cambie el nombre de, no sé, la tarta Alaska o de Kentucky Fried Chicken señalando ambos hechos de rabiosa actualidad sería absurdo.

Es más, fueron algunos estadounidenses los que en su momento, con la oposición francesa a la guerra de Irak, intentaron rebautizar las french fries (patatas fritas) como liberty fries. A ver si lo de creerse con autoridad moral para cambiar nombres de platos es un síndrome estadounidense y nuestro José Andrés se nos ha contagiado.

Así que con el permiso del cocinero y, sobre todo, pensando en los rusos de buena voluntad que estarán de Putin más hartos que nadie, seguiremos llamando rusa a la ensaladilla. Y, de paso, reivindicando el también muy nuestro filete ruso frente a la hamburguesa. ¿O a eso también le queréis cambiar el nombre?

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