La estación de Metro de Madrid que está construida sobre un cementerio de monjes

La estación de metro de Tirso de Molina en Madrid.
La estación de metro de Tirso de Molina en Madrid.
Barcex (Wikimedia Commons).
La estación de metro de Tirso de Molina en Madrid.

La plaza de Tirso de Molina es uno de los lugares más emblemáticos y concurridos de Madrid. Allí se encuentra la estación de metro que lleva el mismo nombre, por la que pasan miles de viajeros cada día. Sin embargo, pocos conocen la intrigante historia que se esconde bajo sus pies.

Aunque hoy en día es conocida como Tirso de Molina, en sus inicios, en 1921, se llamaba Progreso. Esta estación, ubicada en el distrito Centro de Madrid, guarda en su subsuelo un secreto poco común: se construyó sobre lo que solía ser un antiguo cementerio donde yacen los restos de numerosos frailes.

Un convento con historia

El desaparecido convento de Nuestra Señora de la Merced nace como tal en el Madrid de 1564, cuando se concedió una licencia a un fraile mercedario para fundar un convento de su orden, La Orden Real y Militar de Nuestra Señora de la Merced y la Redención de los Cautivos.

El convento, que destacaba por su arquitectura renacentista y albergaba destacables obras de arte, vivió sus años de esplendor hasta que las tropas napoleónicas lo saquearon, marcando el principio de su decadencia.

El ocaso del convento se selló en 1840, cuando finalmente fue demolido. Sin embargo, esta demolición no sería un asunto común, ya que debajo de las ruinas del convento yacían los restos de cientos de monjes que fueron sepultados en el cementerio del convento. Así, la historia yació bajo tierra, esperando a ser descubierta.

Hallazgo inesperado en la Línea 1 del Metro de Madrid

Casi un siglo después de la demolición del convento, ya en 1920, cuando se iniciaron las obras para construir la Línea 1 del Metro de Madrid, los operarios de la construcción se toparon con una galería con 200 nichos, cada uno con losas que contenían inscripciones en latín. Además de los restos óseos, se encontraron joyas y pertenencias personales de los antiguos monjes que alguna vez habitaron el convento de Nuestra Señora de la Merced.

A pesar de la impresión inicial que generó este descubrimiento, los restos se encontraban en un estado avanzado de deterioro. Esto planteó un dilema a las instituciones responsables de las obras, ya que el traslado de los restos resultaba prácticamente inviable. La decisión final fue dejarlos donde se encontraban, ocultos tras las paredes de la estación de metro en construcción, para así poder continuar con los trabajos.

Hoy, un siglo después de este extraordinario hallazgo, los huesos de los frailes mercedarios siguen ocultos tras los azulejos de la estación de Metro de Tirso de Molina. El nombre de la estación fue modificado en 1939 en honor al dramaturgo, poeta y religioso, que residió durante unos años en el Convento de la Merced.

Esta estación de metro, que miles de madrileños utilizan a diario sin sospechar lo que se esconde tras las paredes, es un testigo silencioso de un pasado religioso y arquitectónico de la historia de Madrid.

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