Las hostilidades obligaron a Olena [nombre ficticio], de 17 años, y a su familia a huir de su hogar. Aunque ya han regresado, la guerra la ha llevado, como a muchos de sus compañeros y compañeras, a plantearse profesiones que beneficien a sus comunidades y más allá.
Oleksandr Khomenko/Save the ChildrenBorys [nombre ficticio], de 17 años, quiere ser desarrollador informático. También tiene un deseo para las personas que no están sufriendo los efectos de las guerras: "Me gustaría que el mundo prestara más atención a quienes viven en zonas de combate".
Oleksandr Khomenko/Save the Children"En nuestro instituto siempre hacíamos exposiciones y días de fotos. Cada clase preparaba una orla y luego decidíamos cuál es la mejor. Las decorábamos con globos y rayas de colores. Antes de las vacaciones, todo el mundo hacía decoraciones improvisadas durante las clases", cuenta Kateryna [nombre ficticio], de 16 años y graduada en 2023.
Oleksandr Khomenko/Save the ChildrenNadiya [nombre ficticio], de 16 años, sueña con convertirse en especialista en ciberseguridad. La primavera pasada, los combates dejaron atrapada a su madre en un asentamiento cercano donde trabajaba. Tuvo que cuidar de su hermano pequeño, su hermana y su primo durante dos semanas.
Oleksandr Khomenko/Save the ChildrenUnos años antes de que estallara la guerra, este centro educativo conmemoró su 50 aniversario. Para celebrarlo, los chicos y chicas hicieron un collage de fotos de los graduados de cada curso. Pero ahora Oleksandra [nombre ficticio], su tutora, dice que no hay ganas de celebrar, sobre todo porque su antiguo instituto yace bajo los escombros.
Oleksandr Khomenko/Save the ChildrenEn marzo de 2022, tanques, vehículos blindados y hombres armados entraron en este pueblo al noreste de Kiev: "Los residentes estaban aterrorizados. Se oían fuertes ruidos y disparaban hasta a algunas de las personas que intentaban escapar", cuenta Ludmila, la directora del instituto.
Oleksandr Khomenko/Save the ChildrenAntes de la guerra a gran escala, la escuela era un edificio recién renovado que acogía a 400 alumnos y alumnas, donde cada aula estaba equipada con lo último en material educativo. Ahora sólo quedan cenizas, escombros y los restos de un autobús escolar que recogía a los chicos y chicas de un pueblo cercano. En la foto, Denys [nombre ficticio], de 17 años, posando para el anuario.
Oleksandr Khomenko/Save the ChildrenLos alumnos y alumnas de último curso siguen yendo al pueblo vecino para asistir a clase, pero echan de menos su antiguo instituto, del que guardan muy buenos recuerdos. Oleh [nombre ficticio], de 17 años, posa entre los restos de lo que ha quedado de una estancia del centro después de más de un año de guerra.
Oleksandr Khomenko/Save the ChildrenAunque estos jóvenes no podrán graduarse en el lugar donde compartieron pupitre durante 11 años, para otros niños, niñas y adolescentes de la localidad la perspectiva de volver a la escuela del pueblo sí está en el horizonte. En la imagen, los estudiantes fotografiados y entrevistados por Save the Children, dentro de lo que queda del autobús escolar.
Oleksandr Khomenko/Save the Children