Desde este lado del mar

"Las lágrimas se quedan en el locutorio"

foto retorno madre

Esta semana, el Ministro de Trabajo dijo que 1.400 inmigrantes han pedido volver a sus países de origen, una cifra muy pequeña, sin duda, que se queda lejos de la primera previsión del mismo ministro de un millón de inmigrantes. Pero al margen de esto quiero contarles que las pocas personas que se están marchando de España están llenas de optimismo. He entrevistado a algunos de estos viajeros sin boleto de regreso y sus respuestas dan alivio. ¿Qué van a hacer en sus países?, ha sido mi primera pregunta y a continuación he escuchado una retahíla de grandes ideas. "Yo tengo un terrenito y pienso cultivar moras". "Un amigo me ha dicho que podíamos ponernos una granja avícola". "Yo pienso en un criadero de cuyes"... Está claro que para ellos ha terminado su sueño español, pero siguen soñando con un futuro mejor, por cursi que suene. Aquí han tenido tristezas y satisfacciones, "las lágrimas se quedan en el locutorio", me dijo alguno. Pero lo importante es que todavía tienen la valentía de subirse a otro avión y empezar de nuevo.

Pero también quería mencionar que el Plan de Retorno de Zapatero no acoge a los casos de extrema vulnerabilidad, como son madres que no encuentran trabajo y viven con la amenaza de que las autoridades de menores les quiten a sus hijos. No, en eso no pensaron los expertos cuando redactaron el famoso plan de retorno. Me llamo mucho la atención el relato de una mujer, ecuatoriana, que llegó a España en 1999 y que durante todo el año pasado no pudo trabajar en nada estable. Ella y su hija de 5 años, nacida en España, empezaron a deambular por las iglesias y por entidades de ayuda. Cuando salió lo del Plan de Retorno, lamentablemente, no pudo acogerse porque ya había agotado sus prestaciones por desempleo. Afortunadamente para ella y muchas personas más, el Gobierno de Ecuador ha dispuesto un pequeño fondo para ayudarlas a volver. Lo gestiona la sede madrileña de la Secretaría Nacional del Migrante, cuyos empleados despiden cada semana en el aeropuerto de Barajas a entre tres y cinco familias que han visto frustrado su proyecto migratorio.

La mujer del relato, que aparece en la fotografía, estará ahora mismo en Santo Domingo de los Colorados, su cuidad natal, empezando su vida otra vez. Me contó que antes vivía en Quito, tenía una casa y un esposo. Se nota que lamenta la pérdida de la casa, pero no la pérdida del esposo, al contrario, se alegra de que su paso por España haya sido definitivo para frenar sus abusos, pues cuando él llegó a este país, empezó a golpearla y ella lo denunció, y logró que lo expulsaran. Esa es otra historia, pero se cuenta como un triunfo de la inmigración, y ahora borrón y cuenta nueva.