Economía y finanzas

Las tiendas de barrio que resisten

La crisis en el comercio, desde dentro: "Sin ayuda y con impuestos, cerramos"

Fernando, propietario de 'Don Deporte', una tienda clave de Madrid de material de fútbol.
I.E.

"La Covid se ceba con la tienda de barrio: Trabajo da por perdidos 56.000 empleos". La noticia se publicó a principios de semana y, desde entonces, La Información ha pasado una semana viviendo el día a día de los pequeños negocios que todavía sobreviven, y algunos hasta se crean o se reconvierten, en medio de esta terrible crisis económica y sanitaria que nos asola desde marzo de 2020. Cinco historias de miedos, superación y lucha por la supervivencia económica y por mantener el empleo, la atención al cliente o incluso pagar el alquiler a secas. De todas ellas surge un ‘grito’ unánime dirigido a la Administración: "Los impuestos nos asfixian, bájenlos, por favor. Ayúdennos!".

Lunes, 15 de febrero, barrio de El Viso, Madrid, muy cerca del estadio Santiago Bernabéu. Se acabó el fin de semana, son las 7.30 de la mañana y, como si fuera una procesión, de uno en uno y manteniendo las distancias, los padres van dejando a sus hijos (entre 0 y 6 años), muchos de ellos en brazos porque están prohibidos los carritos por cuestión del SARS CoV-2, en la escuela privada infantil Alaria Nuevos Ministerios. Son cerca de 100 niños los que pasarán el día en esta escuela junto al equipo de 20 educadores del Grupo Arcadia, que les reciben, como es preceptivo, tomándoles la temperatura.

Pese a la que "está cayendo" sobre la escuela privada infantil, ("descenso de la natalidad, Covid-19, crisis económica, trabas del gobierno."), la empresa decidió abrir en septiembre este nuevo centro, que aspira, "dentro de un contexto tan complejo como el actual, a convertirse en una referencia en la etapa educativa 0-6 de Madrid", explica Ignacio Grimá, socio-director de este grupo que gestiona una plantilla total de 73 personas entre sus cuatro centros ubicados en Madrid y Aravaca. Fundada en 1974, ha formado a más de 25.000 alumnos de más de 75 nacionalidades distintas.

"La situación es muy compleja y difícil", cuenta Grimá, "pero decidimos ir adelante con el nuevo centro. Y las expectativas se han cumplido porque tenemos más alumnos incluso de los que esperábamos. Han sido muchos meses de zozobra, pero al final lo hemos conseguido. Las obras de la nueva escuela se pararon durante la primera ola, luego está toda la enorme inversión que ha habido que realizar para que la escuela fuera un entorno seguro frente al Covid-19, etc. Tenemos una ratio de 11-12 niños por educador, cuando la normativa permite hasta 20, y eso también tiene un coste..."

Ignacio Grimá señala que no hay que olvidar que una escuela no deja de ser un ‘negocio’ que, en este caso, da trabajo a 20 personas. "Es casi un milagro que podamos estar abiertos", reconoce. "No hemos tenido ni una sola ayuda de la Administración. Nos hemos sentido totalmente desasistidos por parte del Gobierno central. Algunas comunidades sí que han implementado alguna ayuda, como Valencia o Madrid, pero en este caso son de difícil acceso. Hubiéramos necesitado mucha más ayuda por parte de las Administraciones públicas. Sobre todo porque aquí hay un problema: cualquier negocio cierra y el Gobierno no está obligado a abrir otro igual, pero si una escuela infantil cierra, el Gobierno está obligado a procurar esas plazas escolares que se pierden y veremos qué puede pasar dentro de dos años. Por eso, nosotros decimos: ‘danos una ayuda ahora, para que nosotros no tengamos que cerrar', y así el gobierno no está obligado el año que viene a afrontar un gasto de 6.000 euros por niño, que es lo cuesta una plaza escolar infantil para crearla porque se ha destruido".

Martes, 16 de febrero, 12.00 horas. Una clienta habitual entra en Don Deporte, una tienda ‘mítica’ para los ‘futboleros’ madrileños y españoles, especializada en camisetas ‘vintages’ y actuales de equipos de fútbol y selecciones de todo el mundo. La señora se lleva un escudo antiguo del Atlético de Madrid. Precio, cinco euros. Lo primero que sorprende es que Don Deporte ya no está en la misma ubicación en la que llevaba 37 años, desde el Mundial 82, en la esquina de la madrileña Calle Goya con General Pardiñas. "Era imposible mantener un alquiler de 6.000 euros mensuales habiendo estado cerrados durante más de dos meses y con el descenso de ventas que hemos tenido. Por eso nos hemos tenido que venir a un sitio más escondido, en la propia calle General Pardiñas, 12, a un local más pequeño porque si no era imposible seguir. Además, nosotros hemos llegado a tener cinco empleados y antes de la pandemia teníamos uno, que llevaba doce años con nosotros, pero no hemos podido sacarlo del ERTE. Así de duras están las cosas", dice con tristeza Fernando, el dueño del negocio.

Otro cliente se acerca a Don Deporte para ver si la camiseta ‘retro’ del Club Atlético Osasuna que había encargado ha llegado ya desde Gran Bretaña. "Vendrá a finales de semana", le dice Antonio. Y es que "entre el Brexit y la pandemia tenemos otro problema porque nosotros trabajamos en exclusiva con un fabricante inglés y ahora todo se complica un poco más respecto a tiempos de transporte. Nosotros estamos especializados en camisetas ‘vintage’, ‘retro’ y lo mismo te conseguimos una del Cádiz C.F que del Southampthom". 

Reconoce que con la pandemia "todo se ha complicado una barbaridad. Las ventas se han reducido mucho, muchísimo. Luego está Internet, donde hay muchos productos falsos; hay crisis económica; no hay dinero para comprar; en nuestro caso, la gente no puede ir al fútbol y, entonces, ¿para qué se va a comprar una camiseta? La gente tiene también miedo a salir por la Covid 19; en esta zona las rentas de alquiler son altísimas; todos son gastos porque pagamos los mismos seguros sociales, autónomos, luz, agua, teléfono... Es una vergüenza que nadie se acuerde de nosotros y tengamos que seguir pagando los mismos impuestos y tasas si no ingresamos porque no tenemos ventas. ¿De dónde sacamos el dinero? Así han tenido que cerrar más de 35.000 tiendas en Madrid", clama. 

"Nosotros, por ejemplo, antes vendíamos muchos balones, equipaciones, espinilleras... Pero como ahora no hay competiciones amateur ni de base... Ahora no es que se venda más Nike, Adidas, el color rojo o el verde. Se vende lo más barato. Así, no sé si aguantaremos mucho tiempo", cuenta resignado antes de mirar hacia un compañero de penurias cercano:. "Mira, el bar de aquí al lado, antes daba 70 menús y ahora apenas llega a 10 diarios. Y de ahí viven cinco familias. ¿Cómo se hace eso?".

José Luis, en la Peluquería Rizos, recuerda que se les subió el IVA con la anterior crisis.
I.E.

Miércoles, 13.30 del mediodía. No muy lejos de Don Deporte, en la calle Conde de Peñalver, 9, apenas hay actividad en la peluquería Rizos. "Esto tendría que estar a esta hora, como era antes del fatídico mes de marzo, lleno y ya ves, apenas hay tres clientas. Casi hay más empleados, cinco, que clientes. Antes de marzo del año pasado tenía 12 trabajadores en este local y ahora sólo puedo tener cinco. Pero es que no tengo trabajo para más. No puedo tener más trabajadores. Si contrato a otro trabajador no tengo dinero para pagarle", cuenta José Luis, empresario y dueño de la cadena de peluquerías que cuenta con varios establecimientos en Madrid y Valencia.

"En mis peluquerías trabajaban 80 personas y ahora no llego a tener ni la mitad. Tengo gente en ERTEs. Tengo menos de la mitad de la plantilla que hace un año porque no pude dar más trabajo. Saqué a gente del ERTE en Navidad porque pensábamos que iba a haber más trabajo y han tenido que volver porque la Navidad ha sido desastrosa para nuestro sector".

Este sector, el de las peluquerías y salones de belleza, es uno de los que más está sufriendo la crisis. La reducción media de facturación ha sido cercana al 50% y de los 50.000 salones que había al inicio de la pandemia han cerrado ya 17.000. El empleo ha pasado de 110.00 trabajadores a 60.000. "Somos un sector muy atomizado, de micropymes, que factura en su totalidad 4.000 millones de euros al año. Somos muy vulnerables porque no estamos organizados. Ni hay patronales fuertes, ni sindicatos... Damos empleo a los tres colectivos más vulnerables: mujeres, jóvenes y autónomos. Pero ha cambiado el modo de vida: ya no hay eventos, se ha impuesto el teletrabajo, no hay cenas, reuniones, bodas, bautizos y comuniones, ni cenas de Navidad... La gente no tiene necesidad de ir a la peluquería. Y somos directamente incompatibles con la Covid-19 porque nuestra actividad choca de lleno con la regla número uno: que no haya contacto físico. Hasta que no se vuelva a la vida normal nuestro sector no se recuperará. Es imposible. Y sin ayudas, menos".

Además, este sector, considerado en pandemia una actividad esencial, "sufrió un golpe muy duro en la anterior crisis cuando el gobierno de Rajoy nos elevó el IVA del 8% al 21%. Eso nos dejó muy tocados porque no podíamos repercutir ese aumento en el precio de los servicios y el margen de beneficio se redujo muchísimo. Eso nos dejó temblando y ahora esta pandemia nos ha rematado". 

Eduardo, de 'Solo Croquetas', destaca que han tenido que readaptarse a las ventas digitales.
I.E.

Jueves, 18 de febrero. 15.50 horas. Avenida de la Reina Victoria, 15. A medio camino entre la glorieta de Cuatro Caminos y la Ciudad Universitaria de Madrid. Una pareja se levanta de su mesa y le dice a Eduardo Gambero, dueño del local junto a Javier de Miguel: "Soy catalana y te puedo asegurar que la de crema catalana está muy conseguida. Volveremos". Sí, estamos en un restaurante y la comensal hablaba... de una croqueta. Las hay de cachopo, de ajoarriero, de paella, de caldo gallego, de callos a la madrileña, de zarangollo murciano, de cocido montañés... Así hasta una por cada una de las 17 comunidades autónomas. Pero además también las hay de arroz con leche, de oreo con chocolate blanco, otra afrodisiaca para conmemorar el día de San Valentín... Todas caseras, sin gluten y aptas para celíacos, algunas de ellas sin lactosa y otras para veganos. Pero también para perros y gatos. "Croqueteros inclusivos", para todos. 

Dicen que toda crisis encierra una oportunidad y estos dos jóvenes aprovecharon la pandemia para ampliar su negocio en ‘Solo de croquetas’, abriendo un segundo local y lanzándose a la venta de croquetas por internet en toda España. "Y aunque parezca mal decirlo en plena crisis y con lo que está sufriendo el mundo de la hostelería a nosotros nos está yendo muy bien". Hasta el punto de que son capaces de vender "unas 10.000 croquetas a la semana".

Cuando llegó el cierre de marzo, "aprovechamos y reformamos nosotros mismos, de manera casera, este segundo local que ya era nuestro y era un bar dedicado al fútbol, que vimos que no tenía sentido porque ya no había partidos, y dedicarlo también a la croqueta. Además, la pandemia nos hizo pivotar e introducirnos en una pata del negocio que no teníamos trabajada, que era el delivery", cuenta Eduardo Gambero, "y nos atrevimos a mandar croquetas frescas a toda la península. Hicimos una página web... etc, etc", dice este abogado, con un máster en Internet Business, metido ahora a "hostelero croquetero". El "salto a internet y al e-commerce nos ha permitido no tener que depender solo de los locales, pero en estos también se nota la pandemia. Hay restricciones de horario, menos aforo permitido y eso hace que el negocio se resienta". 

Por eso, "nosotros, que en toda la empresa trabajamos 15 personas, también hemos tenido que recurrir a los ERTEs parciales, reducción de horas que se reparten entre toda la plantilla... La cosa va bien, pero con los problemas lógicos de la situación que atravesamos. Esto no está siendo fácil para nadie", apunta. Eduardo pide "que haya ayudas directas para la hostelería, como sucede en todos los países de Europa cuando ellos no son un ‘país de bares y restaurantes’ como es España. Los ERTEs están bien, pero son pan para hoy y hambre para mañana". Y un canto a la esperanza, bañado de realidad: "Los que salgamos adelante de esta crisis dentro de la hostelería lo haremos más fuertes y más reforzados, pero muchos, lamentablemente, se quedarán por el camino".

Alberto, desde su carnicería en la zona del Retiro, trabaja 16 horas al día seis días a la semana.
I.E.

Viernes, 19 de febrero. 11.15 horas. Alberto Pavón sirve un kilo de filetes de ternera en su carnicería de la calle Antonio Arias, en la zona de Ibiza y Sainz de Baranda, junto al Parque del Retiro y el hospital Gregorio Marañón. Lleva ya muchas horas ‘al pie del cañón’ a salido de su casa a las 5 de la mañana, ha estado en Mercamadrid eligiendo el género, luego despiezándolo en la trastienda de su carnicería, ahora atendiendo al público y llegará a casa cerca de las 10 de la noche. "Así que me digan a mí eso de la semana de cuatro días laborables y 35 horas. Aquí hay que estar 16 horas diarias, seis días a la semana, Si no, no salen las cuentas". 

Alberto, que abrió esta carnicería en agosto después de tener que dejar su anterior negocio, una charcutería, en la zona de Francos Rodríguez, también en la capital, cerca del barrio de Tetuán, cuenta: "Yo llevo en este negocio desde los 15 años y reconozco que ahora, para el sector de las tiendas de alimentación, de barrio, es un buen momento. No hay restaurantes, la gente cocina más en casa y por lo tanto compra más en la carnicería, en la pescadería... Claro que para que te vaya bien tienes que trabajar productos de buena calidad, de origen nacional, con precios ajustados... Yo, por ejemplo, estoy vendiendo más chuletones que nunca. Por 15 euros te compras un chuletón en la carnicería cuando en el restaurante te costaba 40. La gente, la que puede, compra más ahora, pero..." 

Es cierto que "la crisis es grande. Este es un barrio muy bueno, de nivel medio-alto económicamente y yo estoy encantado en él, pero mucha gente se ha quedado sin trabajo o en ERTE, cobrando mucho menos, y está la hipoteca, gastos, colegios... Aquí vienen muchos clientes mayores, que con su pensión ayudan a sus hijos que lo están pasando mal y que me dicen, prepárame este pedido que lo voy a comprar para dárselo a mi hijo, que se ha quedado en paro y tiene dos niños". La situación "es dura y, en buena medida, se está sacando adelante por el trabajo de estos pequeños comercios de barrio. Nosotros somos el verdadero escudo social", asegura. 

"Mira el bar de enfrente, El Paleto, catorce trabajadores tenía antes de la pandemia y catorce tiene ahora. Ha sacado a todos del ERTE, aunque facture mucho menos. A ese hombre es para hacerle un monumento". Y llega la queja: "Todo es a base de nuestro esfuerzo. ¿Tú crees que alguien me ha llamado de Hacienda para decirme?: dada la situación, ¿tienes problemas para pagar el IVA trimestral? ¿Te doy facilidades para pagar, o a plazos, o te exonero de la cuota de autónomos...? Nada, los políticos se subieron el sueldo en enero, coches oficiales, gastos... Y nosotros, los autónomos, los pequeños empresarios, estamos sacando esto adelante a pulmón. Solos". Y termina: "¿Tú crees que es posible que a mí me hayan subido el recibo de la luz un 27%?". Por todo ello: "Es un milagro que sigamos existiendo. Un verdadero milagro".

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