Economía y finanzas

El lento regreso a la actividad

Conil y la fina frontera entre la ilusión y las dudas de si el turismo será suficiente

Los trabajos de acondicionamiento en la playa de Los Bateles de Conil aceleran su intensidad.
EP

Pedro tiene 53 años y lleva toda la vida trabajando de camarero en Conil de la Frontera (Cádiz) en una temporada que va habitualmente desde finales de febrero (depende de cuándo sea la Semana Santa) hasta noviembre. Nunca ha tenido problemas para encontrar un empleo de lo suyo. Tampoco este año, pese a que el bar donde había pasado los últimos ejercicios echó el cierre por jubilación del propietario el otoño pasado. Pasó los meses del confina-miento con su paro y hace unos días le llamaron del chiringuito que orilla el acceso principal a la playa de los Bateles desde el centro del pueblo. La idea de su nuevo jefe es abrir el fin de semana que viene. Él ha cambiado de momento la bandeja por las tablas deterioradas que carga hasta la parte trasera. Están de obras de acondicionamiento y él mira de reojo a los pocos turistas que caminan por la pasarela. "Yo tengo esperanza de que todo va a ir bien", sonríe. Los martillazos y el rotaflex, el pitido marcha atrás de una excavadora cercana, arañan la mañana.

Pedro es de los afortunados por su optimismo y por haber encontrado un puesto sin demasiados problemas en una localidad cuyo número de parados, a finales de mayo, duplicaba lo habitual en estas fechas de otros años (de 1.500 a 3.000 en un lugar con poco más de 20.000 habitantes). Un rincón de Andalucía donde la irrupción de la Fase 3 se ha tomado con la misma calma que la 1 y la 2. Con prudencia y respeto. Pocas terrazas dieron el primer paso cuando pudieron y los bares solo se animan a finales de esta semana y ahora que ven aproximarse la normalidad del día 21; los grandes restaurantes van a esperar a la semana próxima, tal y como confirman desde la Asociación de Empresarios local.

Lo que no hay es un solo hotel de tres estrellas hacia arriba que haya abierto todavía. De nuevo, las previsiones apuntan a la semana del 22 al 26. Solo hay pensiones, hostales y establecimientos de una y dos estrellas, cuyas plazas totales apenas suponen un 20% de las más de 5.000 que ofrece la localidad, según los últimos datos del Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía. Si se añaden apartamentos y cámpings, Conil tiene otras 2.000 plazas. La gran mayoría prefiere la calma chicha a arriesgarse.

Hablando de calma chicha: hasta la flota conileña (una de las más potentes de la provincia, toda vez que uno de cada diez barcos de todo Cádiz amarra aquí), y que ahora debería encontrarse en temporada alta (atún incluido), se fue al ERTE casi al completo durante el estado de alarma y pese a que podía funcionar por ser un servicio esencial. Tal y como especifica el alcalde, Juan Manuel Bermúdez, su principal cliente es el llamado canal Horeca, los restaurantes y hoteles. Sin ellos, no merece la pena salir a la mar.

"¿A que no ha venido nadie?". Es jueves, 11 de junio, festividad del Corpus y, por tanto, día de invasión tradicional de sevillanos (donde se para por esta fecha) en la costa gaditana. Quien habla es una joven que va móvil en mano para enseñarle a la madre la supuesta vuelta a la actividad de su pueblo. "Quién va a venir", contesta desde su lugar tras un mostrador de helados otro joven, después de que su jefe insistiera en abrir aprovechando el aterrizaje de los del interior. Donde suele haber media docena de trabajado-res entre los helados y la coctelería está solo él. "Y también sobro".

En el centro de Conil se amontonan las furgonetas y camiones de reparto para surtir a tanta baraja recién levantada. A la hora del desayuno tardío, algunas terrazas abren por primera vez en tres meses. Es el caso de Paco, responsable del restaurante Playa. "Mucha incertidumbre, mucha incertidumbre", musita mientras abre una bolsa con una mascarilla dentro y le da vueltas para encontrar el lado correcto. En su terraza, que da al mar, hay apenas un cliente tomando café... aunque un rato más tarde, a las tres, se ocupará la mitad del aforo (ya reducido de por sí).

Los repartidores multiplicaban su actividad esta semana para los locales recién abiertos en Conil.
La Información

Solo se oye andaluz entre los clientes de las terrazas, como es de recibo en una Fase 3 que tiene cerradas las fronteras regionales. Entre la ilusión y las dudas, el alcalde de Conil (de Izquierda Unida, que lleva décadas en el poder) prefiere situarse más en el primer grupo. Hay datos que le avalan, como que el 80% de los turistas que bajan hasta Conil son nacionales y que el por-centaje no se da la vuelta (más internacionales que españoles) hasta finales de septiembre. Para entonces, confía en que el turismo internacional haya echado a andar. "Pero de momento nos quedamos con que las reservas están subiendo por fin para julio y agosto", subraya orgulloso del proyecto piloto que protagonizan para Segittur (sociedad tecnológica del Ministerio) su municipio junto a Sanxenxo y Santa Susana y que pretende dar información veraz y en tiempo real de ocupaciones y servicios. 

La provincia de Cádiz es altamente dependiente del turismo. Hay cifras que apuntan a que dos de cada tres euros de su riqueza proceden de una manera o de otra de este sector. El año pasado, como en toda España, terminó con récord total de visitantes extranjeros, con más de cinco millones. Del pasado al presente, basta con una sola cifra, el número de contratos firmados totales en el mes de mayo de 2019 frente a los de 2020: hace trece meses hubo 21.897 y ahora, apenas 1.469, en cifras oficiales del Servicio Andaluz de Empleo.

"No hay tanta reserva como se dice", zanja desde su hotel patas arriba Juana Sánchez. Presidenta de la asociación local de empresarios, también regenta un local de 3 estrellas con medio centenar de habitaciones y una quincena de empleados en sus mejores momentos (en ERTE hasta ahora los que eran fijos discontinuos y los puntuales ni eso). Su previsión es estar listos para finales de mes y media docena de trabajadores ponen a punto las instalaciones a toda prisa. "Por muy bueno que sea el verano, aunque sea el mejor verano de nuestras vidas, con dos meses no te dan las cuentas para todo un año", añade, negándose a entrar en más predicciones. "Solo a verano pasado sabremos cómo fue todo. Hablar antes no ayuda a nadie".

Su caso personal es extrapolable a la inmensa mayoría de la economía conileña (y quien dice conileña, puede ampliarlo a todo lugar que viva del turismo en España). A principios de marzo decidió empezar con la puesta en punto del hotel y luego vino el confinamiento. "Nos cogió limpiando y con una inversión ya hecha porque estábamos a punto de abrir por la Semana Santa. Y como nosotros muchos restaurantes y pequeños comercios que de un día para el otro se quedaron cerrados. Eso sí, los impuestos sí los pagamos por todo el trimestre y seguimos ahora", recuerda y se lamenta.

Desde la patronal local le tienen especial miedo al otoño. Una vez que pase la temporada y se haga balance real de datos. "Digan lo que digan ya hemos perdido la mitad de la temporada y nadie sabe cómo va a ser la otra mitad". A su hotel vuelven a entrar las reservas, muchas de ellas de Madrid, País Vasco o Cataluña y pretendiendo encontrar al teléfono certezas que nadie sabe. "Nos preguntan si se podrá viajar a principios de julio y cómo será todo cuando eso no lo sabe ni el Gobierno".

Desde un escalón más provincial, en la Confederación de Empresarios de Cádiz apuestan por la buena imagen de la provincia para el turista nacional. "La calidad de la planta hotelera es de las mejores de España y eso es un punto muy fuerte en estos momentos de tantas dudas", apunta el presidente, Javier Sánchez Rojas. Las buenas referencias del litoral gaditano en el centro y norte del país pueden ser lo que salve la temporada en el verano más inquietante en mucho tiempo.

"Todo el mundo está asustado", confiesa David, un peluquero que cerró su negocio en San Fernando hace unos años y se fue a Conil para buscar más actividad comercial. Le ha ido bien en este tiempo en su pequeño establecimiento del centro con su propio nombre, desmintiendo el mito de que solo se gana dinero en verano. "Este pueblo tiene mucha vida todo el año". Una vida que se encerró entre cuatro paredes hace tres meses y que mantuvo a David confinado un poco menos, hasta ese 4 de mayo en el que pudieron abrir los de su gremio. "Fue una locura, horas y horas de trabajo que me devolvieron la vida y gracias a lo que pude olvidar el mal trago. Yo no me puedo quejar, desde luego", dice, antes de encogerse de hombros y extender los brazos hacia sus locales vecinos. Duda que todos puedan experimentar un 'boom' en su reinicio. "Hay miedo y dudas. Muchas dudas".

Nicolás Sánchez no tiene demasiadas dudas. A él no le salen las cuentas y sabe que seguirán sin salir durante mucho tiempo. Es el responsable del bar ‘Los Hermanos’, en pleno centro urbano y uno de esos lugares que acoge a locales y turistas atraídos por su buena mano con la fritura y las tapas; una recomendación en cualquier guía oficial o personal que, antes de la pandemia, llenaba su establecimiento hasta los topes con una rotación a toda velocidad. Ahora, con las limitaciones de aforo, el ritmo es mucho más pausado. "Y aunque llegue gente se queda esperando mesa durante mucho tiempo hasta que se van hartos de esperar", considera. Su balance es el de muchos otros: nada volverá a ser lo mismo. Nada está siendo igual.       

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