Carmelo Encinas Columnista de '20minutos'
OPINIÓN

La banca gana

Hombre frente a un cajero automático.
Hombre frente a un cajero automático.
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Hombre frente a un cajero automático.

En la Edad Media, los banqueros eran tan solo unos avispados negociantes que plantaban su banco de madera al garete en las plazas públicas los días de feria. Así ocurría en Medina del Campo, cuya actividad ferial era entonces la más destacada de Castilla y donde hay quien incluso sitúa históricamente el origen del término banco extendido universalmente como apelativo de la actividad financiera.

Ahora aquí en España, a los bancos les va bien o, por ser precisos, les va mejor que nunca. En los últimos días, las grandes entidades del país han presentado sus resultados y todos coinciden en declarar cifras récords en sus ganancias. Esto para la economía española es una espléndida noticia porque refleja una buena salud financiera y porque la fortaleza de los bancos es esencial para el sistema. Los motivos que fundamentan tan magníficos resultados están en la base de su negocio, que no es otro que prestar el dinero que otros depositan y cobrar por ello un interés. La caída de los tipos que marcó años atrás el BCE mermó esa capacidad de las entidades bancarias de obtener un beneficio por los préstamos hipotecarios y en España una de cada tres viviendas está hipotecada, lo que da idea de la importancia que esos créditos tienen para sus cuentas.

Aquellos tiempos de vino y rosas para los hipotecados determinaron el que los bancos establecieran otras fuentes de ingresos alternativas y fue entonces cuando irrumpieron con fuerza las comisiones bancarias. Así pasaron de ofrecer un pírrico interés por los depósitos en cuenta corriente a cobrar dinero al depositario por tenerlo allí. A las comisiones de mantenimiento se unieron otras que antes no cobraban y el incremento de las que ya lo hacían. Bien es verdad que no todos los bancos procedieron con igual severidad con sus clientes pero lo cierto es que los más grandes sí han transmitido la sensación de que ahora te cobran hasta por respirar.

Los más grandes sí han transmitido la sensación de que ahora te cobran hasta por respirar

Otro elemento que ha contribuido a la mejora de sus cuentas ha sido la drástica rebaja en los costes de explotación derivada de los procesos de digitalización y que ha supuesto un recorte de personal de casi un 40% en los últimos catorce años. Esta reducción de empleados de banca trajo como consecuencia el cierre de una de cada tres sucursales bancarias con el consiguiente déficit de atención al público. La expresión más notable de tal pérdida es la queja bien fundada de la gente mayor poco familiarizada con las operaciones online y acostumbrada a un trato personal que les resulta ya casi imposible obtener.

Los bancos no son solo un negocio, son un servicio público imprescindible, de ahí que su actividad esté más regulada que ninguna otra. Todo se cobra y se paga por banco, las tarjetas de crédito avanzan en detrimento del dinero físico y es poco defendible la pérdida de capilaridad y el abandono al que han sometido a núcleos rurales donde se las ven y se las desean para hacer operaciones tan simples como pagar una factura o cobrar la pensión. Tampoco es de recibo que siendo tan necesaria la relación con nuestros bancos cierren las operaciones de caja a las 11 de la mañana como ocurre en la inmensa mayoría de las sucursales.

Al margen de los efectos que haya podido tener el meter a los bancos en la controversia política, las entidades más poderosas tienen un problema reputacional que deberían resolver. Ahora que sus cuentas florecen bien podrían gastar algo de esas ganancias en mejorar la atención al público y ofertar un trato personal que transmita la percepción de que son seres humanos y no solo ordenadores quienes manejan nuestro dinero. Sería de agradecer.

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