Con escasas variaciones, la estadounidense repite este show cada tres días y, a pesar de lo calculado de cada movimiento, logra mantener la frescura.
El espectáculo busca rebasar el buen gusto: una pantalla de más de 10 metros de alto, una larguísima pasarela, un coche dorado, un perrito caliente volador...
En la primera mitad sonaron canciones de su último disco, Bangerz, y la segunda estuvo repleta de versiones, con guiños a Lana del Rey y Dolly Parton.