Belleza

Los poros no son puertas ni ventanas, no se abren ni se cierran

Elige bien tu rutina de belleza.
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Esther Moreno

  • Facialista y cosmetóloga de EM Estudio (Barcelona)

Muchas personas identifican los poros de la piel casi con el demonio y ¡nada más lejos de la realidad! Nos empeñamos en camuflarlos, taparlos ¡incluso los intentamos hacer desaparecer! Sin embargo, sin estos poros nos moriríamos, porque la piel no podría termo regularse y tampoco podría expulsar el sebo necesario para generar el manto hidrolipídico que la protege e hidrata, algo tan importante como el 'caldo de cultivo' de la microbiota de la piel.

¿Qué mitos (absurdos) se han generado alrededor del poro?

Partamos de la base de que cada persona nace con un número de poros que ni aumenta ni disminuye en toda la vida. Y es que, en contra de lo que muchas personas piensan, esto viene determinado de forma genética y no varía desde que naces hasta que mueres.

Otro mito muy común es el que emplea la expresión 'tener los poros abiertos' o 'cerrar los poros' porque los poros no son puertas ni ventanas, no se abren ni se cierran. Tienen un tamaño que puede variar en función de las secreciones de la piel en cada momento y de cómo esté cuidándose esa piel, pero ni se abren ni se cierran.

¿Sabías que hay distintos tipos de poros?

La piel continuamente segrega sustancias que tiene que excretar al exterior y los poros en parte son conductos a través de los cuales la piel expulsa este tipo de sustancias. Estas secreciones tienen su origen en las glándulas sudoríparas (ecrinas y apocrinas) y en las glándulas sebáceas. Las primeras, las sudoríparas, son las responsables de la formación del sudor, mientras que las sebáceas son las encargadas de la producción de lo que llamamos sebo (la grasa de la piel).

Además, los poros a través de los cuales se elimina el sebo del sudor son distintos, esto es algo que la mayoría de la gente no sabe. De forma que hay un tipo de poro que es más sudoríparo, a través del cual la glándula ecrina va excretando todo el sudor. Estos poros son muy necesarios, ya que es la forma que tiene el cuerpo para termo regularse. Gracias a ellos sudamos cuando hace calor, o cuando tenemos fiebre, por ejemplo.

Pero la película del poro no termina ahí, hay otro tipo: los folículos pilosebáceos. Estos son los que tienen el vello, y es ahí donde están las glándulas sebáceas, que es donde se produce la grasa. Ambas son necesarias porque esas segregaciones de agua y aceite son lo que forman el manto hidrolipídico de la piel. Gracias a ellos se forma una emulsión hidratante natural formada por una parte de agua y una parte oleosa responsable de la función barrera de la piel: hidratación y protección.

Poros obstruidos

Esto ocurre por una higiene incorrecta, que desemboca en lo que conocemos como poros obstruidos. Y es que igual que mojarte el pelo en la ducha no es lavártelo, mojarte la cara con agua no es lavarla. La piel requiere que retiremos suciedad del maquillaje, la acumulación de células muertas, las partículas externas como las medioambientales (polución) o los restos de productos cosméticos…

Por esta razón es tan importante la doble limpieza, un método para limpiar la piel dos veces: primero, con un limpiador a base de aceite, porque la grasa se va con grasa, y a continuación con un limpiador de base acuosa. Si no hacemos esto lo que ocurre es que se va acumulando en el poro todo tipo de suciedad (células muertas, polvo, grasa, protectores solares, maquillaje, polución...) formando un grosor que lo va haciendo cada vez más visible al ojo. Además, cuando un poro está obstruido no hay canal de salida de las secreciones, por lo que se acumulan y se inflaman favoreciendo la aparición de granitos y puntos negros.

El poro dilatado es otra historia (casi irremediable)

No es lo mismo que el poro obstruido, pero la mayoría de las personas lo confunde. El poro dilatado, que es de mayor diámetro, suele darse en pieles grasas que producen más sebo. Pero no solo eso, existe un factor genético que viene determinado por nuestro ADN que no podemos cambiar.

Por otro lado, cuando la piel va envejeciendo vamos perdiendo elasticidad, esta flacidez facial hace que el poro sea más visible. De hecho, si lo miramos con lupa vemos que tiene forma de lágrima. La mala noticia es que esto es sumamente difícil de tratar, básicamente es imprescindible la limpieza y, cuando va pasando el tiempo, reafirmar la piel para que el poro no se vea tan dilatado.

No era poro, ¡era textura!

Durante mi carrera profesional me he encontrado con que aproximadamente en un 95% de casos hay dificultades para distinguir poro de textura. Aunque es complicado, hay un símil muy didáctico a la hora de explicar la diferencia entre poro y textura, y es el truco de la naranja: siendo la misma fruta hay algunas con la piel más gruesa en la que se aprecian mucho más las irregularidades y otras con una cáscara mucho más pulida; ambas tienen los puntitos característicos de esta fruta, pero en las que tienen una textura más pulida prácticamente no se aprecian. Con las pieles pasa lo mismo y es que la mayor parte de las veces lo que se aprecia en la piel no es el poro dilatado, sino la textura de la piel, porque en el momento en el que afinas esa piel ya nadie repara en el poro.

Cuando la piel no está equilibrada, el tono no es uniforme, no está suave ni hidratada, el poro se aprecia mucho más. Para que no se aprecie el poro la piel tiene que estar mullida, hidratada y elástica. Otro factor importante a la hora de pulir la piel es introducir la exfoliación en la rutina, y es que tan malo es sobre exfoliar como no exfoliar. Si bien es cierto que la piel tiene sus mecanismos propios de exfoliación, esta muchas veces no se adapta al medio de forma tan rápida y necesita que le ayudemos con esa pequeña renovación.

De modo que, por norma general, cuando se trabaja la textura y se consigue un tono más uniforme, una buena hidratación y la piel está luminosa, el poro no se aprecia. Esto se consigue utilizando la rutina cosmética adecuada, con una correcta limpieza, una buena hidratación y el uso adecuado de alfa hidroxiácidos, peelings químicos, retinoides en función del grado de renovación que se necesite en cada caso para afinar la textura

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