Más mujer

Bordar podría ser el auténtico ejercicio de lucha feminista:"Jane Austen usó el bordado para escapar de los mandatos sociales"

Srta Lylo, autora de "Diario de una bordadora"
Lumen

Cuando Loly Ghirardi, la persona detrás de Srta. Lylo, decidió ser madre, comenzó un vía crucis de ilusiones, soledad y culpa que encontró en el bordado, capaz de tejer historias de resiliencia, identidad y comunidad, la forma de superar el dolor ante la imposibilidad de ser madre, los abortos espontáneos y los tratamientos de fertilidad fallidos. "Entre regla y regla, sentía otro torbellino que crecía: una mezcla de expectativa, alegría, ansiedad y temor que me invadía cada vez que iba al baño. Mi vida parecía ser el escenario de fondo de esa escena principal, mirar el papel higiénico en busca de un rastro de sangre. Porque cada visita al baño podía ser un pequeño triunfo o la peor de las derrotas. Un infierno íntimo rodeada de azulejos", escribe en 'Diario de una bordadora'. ·"Entonces empezó a acelerarse la rueda de la locura. Agujas. Pinchazos para inyectarme hormonas. Pinchazos para sacarme sangre. Hematomas. Ecografías. Transferencias de embriones. Parches. Calores. Óvulos vaginales. Pruebas de embarazo. Y el bordado, ¡el bordado! La otra aguja, la que no dolía, la que atravesaba todos mis estados emocionales y creaba un manto protector para mantenerme a salvo de la desesperación. No sé qué hubiese hecho sin mis agujas y mis bordados", continúa.

Nos explica cómo bordar la acompañó en este doloroso proceso. "Hay muchos momentos traumáticos que vivimos y que quizás no superamos, pero hemos de vivir con ellos. Este es un asunto que tengo muy masticado: lo fui trabajando en año y pico desde que se gestó este libro, que quiero ver como un nacimiento, como algo simbólico que me indica que el camino era por aquí. Quiero disfrutarlo, aunque no se haya cumplido el deseo tan profundo de la maternidad", comenta.

Imagen de "Diario de una bordadora"
Cortesía de Lumen

El bordado como historia de las mujeres

En su libro, la autora cita a 'The Subversive Stitch. Embroidery and the Making of the Feminine' (La puntada subversiva. El bordado y la creación de lo femenino), de Rozsika Parker, con la finalidad de explicar por qué conocer la historia del bordado es conocer la historia de las mujeres.

El bordado, como actividad considerada femenina y limitada al ámbito del hogar, se ha entendido durante siglos como una tarea obligada para las mujeres y símbolo de opresión, no como una disciplina artística digna de exponerse en museos. Sin embargo, a lo largo de la historia las mujeres han encontrado la forma de convertir la aguja en una herramienta de subversión y sororidad femenina. "El bordado, en sí mismo, suele ser visto como algo femenino, de la casa y como una labor menor. Sin embargo, es una labor menor que se hace combativa y refleja temas que nos preocupan a las mujeres y que están silenciados. Por otro lado, está el bordado como arte menor y que sale a la calle. Creo que es un lenguaje que se ha menospreciado, porque es artesanal y no arte. Si un hombre pinta, es arte; si una mujer borda, es artesanía", explica a Mujer.es. Comenta cómo Jane Austen, May Morris o Louise Bourgeois encontraron en el bordado el medio para escapar a los mandatos sociales y reivindicar su independencia, aunque no siempre obtuvieron el reconocimiento merecido por su arte. 

El bordado puede por ende ser activista, y Srta. Lylo lo ha ejercido a través de 'La guerrilla del ganxet', un movimiento que busca sacar el ganchillo a la calle con el objetivo de cambiar la imagen tradicional de las labores manuales de una forma lúdica y con un mensaje social. Para la argentina, bordar en compañía "es reparación, es intimidad y calma, y es también un grito hacia el exterior desde las profundidades de nuestro mundo más interior".

Portada Diario de una bordadora
Lumen

El bordado permite expresar sin necesidad de usar la palabra. ¿Cómo es usar una actividad silenciosa y tranquila para alzar la voz? "Es una contradicción, ¿verdad? Y ese es el efecto que provoca. Al bordar hay una reflexión. Cuando empecé el bordado, comencé por la no maternidad, para superar la frustración. Sentía que bordando, mis voces interiores se quedaban calladas. Para mí, era una terapia. Es un reflejo muy intangible de las emociones de quien lo hace. Estoy encerrada en el estudio bordando algo y me emociono, vuelco cosas. Es un modo de bajarlo con los hilos, pero lo subo a redes y replica en otras cabezas. El hecho de que se vea como algo no digital es algo que descoloca", dice Srta. Lylo.

Un acto que une: un acto radical

Subraya la forma en la que en el bordado se genera una unión entre mujeres que trasciende el tiempo, las edades y las profesiones. "El tema del bordado se me dio la posibilidad de enseñar, y hay una cosa real de reunión y comunidad. Es muy bonito hacer una labor rodeada de otras personas, compartir tiempo y tener una especie de refugio. Pero también es verdad que con la pandemia, por ejemplo, se crea una comunidad estando a miles de kilómetros de distancia. Aunque cada una borda sola, sabe que en otro punto del planeta otra persona está también haciéndolo. En los cursos virtuales, por ejemplo, recibido muchos mensajes de mujeres a las que el bordado las acompaña a pasar por diferentes situaciones. Sentirnos acompañadas, al menos con la labor, es algo mágico. Estoy bordando sola, pero en otro lugar, otra persona hace lo mismo, y por ello es un momento de reflexión. Emerge una sensación que no es de soledad", comenta. 

Confiesa que muchas personas se acercan a ella para comentarle cómo por ejemplo, sus abuelas bordaban piezas para ellas, por lo que pese a que algunos infantilizan el bordado, para muchos toca una fibra familiar. "Esa imagen es esperanzadora. Tal vez tu abuela te bordara tus iniciales en unas toallas y cuando descubres que yo tardo dos semanas en hacer un bordado, lo revalorizas. Quiero ir hacia esa dirección de revalorizar, más que de quitarle importancia", comenta.

Para finalizar, ¿cómo se ha convertido crear con las manos en un acto radical? "Supone bajar mil revoluciones. Hoy, con un clic, lo tenemos todo y nos empeñamos en contestar a todo instantáneamente. Nos parece impensable dejar un WhatsApp diez minutos sin contestar. Como comentaba, un bordado te puede ocupar dos semanas, y eso te obliga a estar en el momento. Dependes de tus manos, de tus movimientos y de tu energía física y corporal, sin máquinas por delante. Eso es realmente radical", dando así la última puntada a nuestra charla. 

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