Más mujer

¿Por qué, en 2022, es importante luchar contra el mansplaining?

Kamala Harris
GTRES

Si esta práctica, que contribuye al silenciamiento y la marginación de las voces femeninas y entorpece la vida política, ya forma parte de nuestro lenguaje habitual es porque, desgraciadamente, interrumpe diariamente la vida privada y pública de millones de mujeres.

“Al esclavo le falta por completo el elemento de deliberación; la mujer lo posee, pero carece de autoridad”. El uso del término esclavo denota que la frase proviene del pasado, pero lamentablemente, el mensaje del discurso sigue hoy en vigor. Fue Aristóteles quien escribió en ‘La política’ estas palabras, que responden a la creencia, todavía viva en la actualidad, de que las mujeres son incapaces de ser figuras de autoridad, razón por la que el ‘mansplaining’ (la actitud (de un hombre) que explica (algo) a alguien, normalmente una mujer, de un modo considerado, condescendiente o paternalista) sigue en boca de todas y de todos. Como señala Kate Manne en ‘Entitled: How Male Privilege Hurts Women’ (Titulado: como el privilegio masculino perjudica a las mujeres), algunos hombres creen que se encuentran en una posición de autoridad que les permite dar información, por lo que en vez de situarse en un lugar más vulnerable desde el que atender y escuchar, deciden ser siempre los informadores.

No es un término nuevo

El término ‘mansplaining’pasó a formar parte del diccionario Oxford en 2014 con la definición antes mencionada. Años antes, (seis, para ser exactos) nació una web llamada “Los hombres académicos me explican cosas” en la que cientos de universitarias compartían experiencias en las que habían sido tratadas con condescendencia y habían sido minusvaloradas e ignoradas. El concepto resulta especialmente hiriente cuando, por si fuera poco, el hombre es el que sabe poco acerca de un tema, y sin embargo, decide ser quien le explica a una mujer, que casualmente es experta en el asunto, su significado. Eso fue lo que motivó a Rebecca Solnit a publicar ‘Los hombres me explican cosas’ (Capitán Swing). En una cena, la autora se topó con un hombre que le preguntó si había oído hablar sobre un libro “realmente importante” sobre el investigador y fotógrafo inglés Muybridge y comenzó a explicarle el contenido del escrito. Fue su amiga la que decidió cortar su discurso para explicar que “ese libro tan importante” lo había escrito la propia Rebecca Solnit, y entonces descubrieron que en realidad, el hombre ni siquiera lo había leído, sino que había encontrado algo sobre él en ‘New York Times Book Review’ unos meses antes.“Como somos mujeres, esperamos educadamente a estar fuera del alcance del oído de nadie antes de romper a reír, y no hemos dejado de hacerlo desde entonces”, escribe Solnit.

Portada del libro 'Los hombres me explican cosas'
Cortesía

 Se esfuerza en recalcar en su libro que habitualmente se le atribuye a ella el origen del término, aunque no es así, y señala que las consecuencias de esta práctica no son solo molestas, sino peligrosas. “Doblega a las mujeres jóvenes para que se queden calladas al afirmarles que ese no es su mundo”. Las repercusiones, recuerda la activista, son que “se nos adiestra para que dudemos de nosotras mismas y nos limitemos, mientras que pone en práctica el exceso de confianza sin fundamentos de los hombres”. Incluso señala el alcance que tiene en el universo político. “No me sorprendería si parte de la trayectoria de la política estadounidense desde 2001 fue moldeada, por ejemplo, por la incapacidad de escuchar a Coleen Rowley, la mujer del FBI que emitió esas primeras advertencias sobre al-Qaeda’, escribe. Por su parte Kika Fumero, Profesora especialista en diversidad LGBTI, en violencia de género e igualdad, señala otra de sus huellas. “Uno de los resultados del mansplaining es la invisibilización de las mujeres en las áreas de conocimiento y poder. Sin ir más lejos, los libros de texto están llenos de nombres masculinos…”, indica.

La importancia de la terminología

Por descontado, el poder de sus palabras no radica únicamente en que podamos reflejarnos en ellas en situaciones puntuales, sino en que hay datos que las secundan. ¿Algunos ejemplos? El que las mujeres doctoras sean interrumpidas hasta dos veces más por sus pacientes que los doctores hombres, el que en las reuniones de trabajo, como señala un estudio de las universidades de Brigham Young y de Princeton, los hombres hablan tres veces más que las mujeres o incluso el que los jueces interrumpen tres veces más a sus compañeros de profesión si son mujeres. Es más, ¿recuerdas cuando en pleno debate electoral entre Mike Pence y Kamala Harris, la actual vicepresidenta de Estados Unidos se vio obligada a repetir una y otra vez la frase "Señor vicepresidente, estoy hablando yo".

La candidata demócrata a la vicepresidencia de EE UU, Kamala Harris, y el candidato republicano, Mike Pence, durante el debate electoral celebrado en la Universidad de Utah, en Salt Lake City.
MORRY GASH / EFE

Manologue

Llegado este momento, no está de más recordar un extracto de ‘La muchacha de colinas como elefantes negros’, relato que Ernest Hemingway publicó en 1927 en el que su protagonista le pide encarecidamente a su acompañante que deje de hablar. “¿Querrías por favor, por favor, por favor, por favor, callarte la boca?”. Semejante súplica responde a la necesidad de frenar otro anglicismo hermano al ‘mansplaining’, el ‘manologue’, que hace alusión a los incómodos e interminables monólogos no requeridos por parte de los hombres.

¿En qué idioma lo quieres?

El fenómeno del ‘mansplaining’ es tan extendido que existen ya términos para aludirlo en todos los idiomas. Desde el “herrklären” del alemán, el “mecspliquer” del francés al “maschiegazione” del italiano, el que exista una palabra adaptada a todas las lenguas indica que su existencia es necesaria y que la variación en cuanto a la conceptualización y a designación es clave para explicar movimientos que como opina la profesora adjunta de Filosofía en la Universidad Cornell Kate Manne, son la señal no de una tendencia, sino de un germen. “El término ‘mansplaining’ es una potente herramienta para diagnosticar una enfermedad social común y para que quienes ofenden se den cuenta de que lo hacen e intenten mejorar. La primera norma que sigue el ‘machoexplicador’ es no echarse atrás y no reconocer que lo está haciendo”, escribe en Twitter la autora de ‘Entitled: How Male Privilege Hurts Women’. Como habrás notado, por cierto, en español también tenemos ya la traducción pertinente del verbo: “machoexplicar”.

La importancia de la existencia de una terminología con la que dar nombre a esta conducta, aunque para algunos es innecesaria, es en realidad todo lo contrario. Así nos lo hace saber Kika Fumero, especialista en diversidad LGBTI, en violencia de género e igualdad. “Sin duda es una realidad a la que por fin le hemos puesto nombre, porque las cosas existen cuando son nombradas. Así podemos tomar las riendas y luchar directamente contra la discriminacion y la opresión, en especial en el espacio público, al que nos enfrentamos diariamente las mujeres, aunque llevamos siglos haciéndolo de forma indirecta. Es una cuestión de socialización y de educación, pero no solo hacia los hombres, sino también a las mujeres. Para que una persona sobreocupe un lugar, tiene que haber otra que lo permita. Haberle puesto nombre nos permite visualizarlo, luchar directamente y armarnos de herramientas, estrategias sociales y políticas públicas para combatirlo”, explica. “¡No hay más que abrir cualquier documento visual para ver cuál es la composición de una determinada institución, gobierno o de una determinada organización!”.

La vuelta de la tortilla

El problema del concepto es que hay enemigos del feminismo que han aprendido a emplearlo como arma política e incluso se atreven a hablar de ‘womasplaining’. Encontramos un ejemplo en la película noruega que ha revolucionado el Festival de Cannes, ‘La peor persona del mundo’. Su protagonista, una mujer a las puertas de la treintena, logra desinflar con maestría el intento de uno de sus acompañantes de tomar una posición de autoridad desde la que hablar del ‘womansplaining’. Cuando Julie asegura que se encuentra en un momento en el que tiene la sensación de saberlo todo acerca de los problemas de los hombres, uno de los comensales de la cena toma la palabra.

Escena de 'La peor persona del mundo'
Elastica

-Si los hombres tuvieran la regla, la tendríamos hasta en la sopa.

-¿Me podrías hacer womansplaining, para que lo entienda?

-¿A qué te refieres?

-Como mansplaining, pero womansplaining

-¿Perdona? ¿Cómo?

-Mansplaining es cuando un hombre de 45 años explica a una chica joven cómo son las cosas…

-¡Muy buena demostración!

Hombres aliados 

Para finalizar, no queremos dejar de mencionar que en la actualidad asistimos a un debate en el que se pone en duda si la voz de los aliados feministas han de apoyar la lucha de una forma silenciosa. Le preguntamos a Kika Fumero, que asegura que para combatir el mansplaining hay que sensibilizar tanto a hombres como a mujeres. “La voz de figuras como Miguel Lorente o Octavio Salazar son muy importantes. Las voces masculinas son esenciales, aunque han de hablar desde su sitio, desde atrás. Aunque la lucha es nuestra, han de estar”, concluye.

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