Más mujer

Silvia di Paolo desvela lo que sintió al descubrir que su padre es uno de los mayores genios de la historia de la fotografía

Paolo di Paolo y su hija Silvia
Imagen del documental de Paolo di Paolo

Imagina llevar una vida completamente normal, incluso en algún momento anodina, y descubrir un día un baúl repleto de fotografías en las que aparecen figuras de la talla de Kim Novak. Ahora imagina darte cuenta de que esas imágenes no han sido compradas por tu padre, que es un coleccionista compulsivo que ama los mercadillos, sino que en realidad, él es el autor de semejante mina fotográfica. Eso fue lo que le ocurrió a Silvia di Paolo, que tras una larga sobremesa con sus padres, bajó a buscar unos viejos esquíes y descubrió un baúl en el sótano lleno de imágenes icónicas de las que su padre se negó a hablar.

Paolo di Paolo necesitó diez años para atreverse a contar a su hija su historia. Llevaba 16 años dedicado a la fotografía y se encontraba en la cúspide de su carrera cuando decidió dejar su amor por las imágenes de la noche a la mañana temeroso de fracasar ante el advenimiento de la televisión, el triunfo del color sobre el blanco y negro y el jaque mate de la prensa sensacionalista al fotoperiodismo. Comprender cómo pudo un genio de la imagen abandonar su pasión fue el motivo por el que Bruce Weber puso en marcha la película Las fotografías de Paolo di Paolo, el tesoro de su juventud, que la hija del fotógrafo, Silvia di Paolo, y la productora Eva Lindermann presentan en la décimo segunda edición de Atlàntida Mallorca Film Fest. "Solo me decía cosas cuando estábamos a solas, porque mi madre tenía celos, y sigue teniéndolos, de todo lo que él había vivido. Descubrí que ella lo sabía todo, porque fue su última asistente de fotografía. Lo que él me fue contando se convirtió en nuestro secreto… Pero ahora están felices de que la historia haya salido a la luz, porque ambos crecieron con la mentalidad de no compartir los sentimientos… ¡Basta con que os diga que descubrí que mi padre había estado casado anteriormente cuando me encontré con fotos de su boda!", dice Silvia, que confiesa que sigue encontrándose fotografías constantemente. "Hace dos años, en el sótano, di con muchísimas fotografías en color. Llamé a mi padre y le pregunté cómo demonios no me había contado nada, y me pidió que las tirara a la basura… Luego comprendí que tenía miedo de que sus fotografías terminaran en un mercadillo", dice su hija.

Archivio Fotografico Paolo Di Paolo
_Pappagalli_ a Viareggio, 1959_©

"Tu padre me dijo que había intentado quemar sus fotos en dos ocasiones", añade Eva Lindermann, que comenta que el fotógrafo apenas inmortaliza a sus familiares más allá de las clásicas estampas que han de ser recordadas casi por imperativo, como las Navidades o el primer día de colegio. "De hecho, cuando descubrí las fotografías, tenía 20 años, por lo que le pedí que me hiciera fotos… Cuando logré que lo hiciera, paró de inmediato: me dijo que no paraba de posar, y eso le horroriza…", dice Silvia. Lo cierto es que su obra siempre estuvo alejado de la visión felliniana y del artificio para aproximarse más al neorrealismo, algo que encaja a la perfección con su posterior papel como historiador. "Él quiere ser honesto con la verdad y no quiere añadir nada al relato. De hecho, nunca usó flash y jamás construía las escenas que inmortalizaba, porque lo que quería era contar los hechos tal cual suceden, como hacen los historiadores", comenta Silvia. 

Archivio Fotografico Paolo Di Paolo
_Pappagalli_ a Viareggio, 1959_©

"Me lo he encontrado en más de una ocasión buscándose en Google a sí mismo. Un día dio con un artículo en el que hablaban de él como el Henri Cartier Bresso italiano, y me dijo que él es mejor… Pero no lo dijo por arrogancia, sino que me explicó que mientras que Bressol construía la situación, ellos querían capturar el momento e ir más allá de la fotografía formal para ser más reales y contar una historia a través de las imágenes.

Si Paolo ha usado el plural es porque habla de él y de sus compañeros del seminario Il Mondo, con el que comenzó a colaborar en 1954 y que echó el cierre en 1966, fecha que junto a la llegada de la televisión, empujó a la fotografía y a la información hacia un amarillismo del que se quiso alejar. Tras encargarse de las fotografías de los reportajes de la periodista de moda Irene Brin, se despidió de la fotografía en 1968 para retomar sus estudios de Filosofía e Historia. En la sociedad actual, en la que presumir de logros y optar por la sobreexposición son clave, resulta complicado comprender cómo un fotógrafo aclamado decidió retirarse en el momento álgido de su carrera. "Él dice de sí mismo que es el Greta Garbo de la fotografía, porque lo dejó en su apogeo. Hoy muchos fotógrafos se llaman a sí mismos artistas, y eso me parece súper arrogante. Aprecio que no quisiera empujarse demasiado y lo modesto que era… Aunque en alguna ocasión le he escuchado decir que hizo algunas fotos buenas", nos dice muy bajito Silvia, que confiesa que en ocasiones, su padre señala hacia un punto concreto y le dice que haga una foto con el móvil, señal inequívoca de que no solo no ha perdido su visión privilegiada, sino que su pasión por la fotografía no se ha apagado.

Eva Lindemann y Silvia Di Paolo
Cortesía

Comenzamos imaginando lo que sería descubrir que tu padre estuvo rodeado de celebridades, y ahora intentamos entender lo que ha de ser que alguien con tanto talento y tanta pasión decidiera hace décadas dejarlo todo para no caer así en la mediocridad… Y eso, en realidad, no exige solo tenacidad y talento, sino ante todo, valentía.

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