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Qué es el 'síndrome de la chica con suerte' y cómo puede condenarte a la frustración

Lindsay Lohan en la película 'Devuelveme mi suerte'
20th Century Fox

Quien piense que el pensamiento positivo está en momentos bajos ha de saber que sigue en plena forma a causa de un nuevo fenómeno de las redes que demuestra que todavía nos quedan muchos años de mensajes empoderadores de tacita de café con leche. Cuando en 2006 Rhonda Byrne publicó El secreto, la mayor parte de la crítica literaria se echó las manos a la cabeza (o al estómago, incapaz de contener la risa), pero el que el libro haya vendido millones de ejemplares demuestra que la gente quiere creer en el poder de manifestar lo que quieres, como si fuera la clave para que realmente las cosas salgan como tú quieres. 

Tiene sentido que ahora la generación TikTok haya retomado sus enseñanzas y se haya marcado un 'rebranding' de las mismas consistentes en demostrar que puedes guionizar tus deseos. En momentos convulsos en los que parece que somos incapaces de controlar las cosas, ¿acaso no resulta tranquilizador pensar que todo depende de nuestra mente y qué la única barrera entre lo que deseamos y la vida somos nosotros mismos?

Las redes sociales se han asegurado de ensalzar el poder de la Ley de la Asunción, que es la metodología necesaria para manifestar cualquier propósito. "Forma parte de la Ley de la Atracción, pero, a diferencia de esta última, que opera desde el ego, la Ley de la Asunción cobra sentido desde la pureza del alma, a través en un vínculo íntimo con el ser. ¿Cómo? Mediante la premisa de que, si deseamos algo desde la consciencia y persistimos en ese deseo, actuando como si ya lo tuviéramos, lograremos que dicho deseo se muestre finalmente en nuestra vida. Es decir, debemos pedir nuestro deseo como si ya fuera nuestro, sintiéndolo como algo ya logrado", explica Inés González Carballo, doctora en psicología clínica, psicoanalista y experta en medicina integrativa.

"De esta forma, nos estamos responsabilizando del deseo que tenemos, visualizándolo, experimentarlo de forma vívida y suponiéndolo conseguido. Todo esto se traducirá en un cambio en la manera de actuar, sentir y pensar que nos llevará a experimentar un triunfo por anticipado y que, junto al trabajo duro, materializará ese deseo en nuestra vida", añade.

Preguntamos a Lorena Gascón, autora de Querido cerebro, ¿qué coño quieres de mí?, si cree que puede realmente ayudarnos verbalizar 'soy la chica con más suerte del mundo' a serlo… "No lo creo. Esto en psicología se llama 'pensamiento mágico', es decir, pensar que una cosa va a causar otra sin que haya ninguna relación entre ellas, incluso cuando se contradicen las leyes naturales causa-efecto. Creer que por verbalizar 'soy la chica con más suerte del mundo' se va a convertir en realidad solo ayuda al bolsillo de las personas que nos venden cursos para convertirnos en eso", dice la psicóloga.

Inés González Carballo tampoco cree que pensar en positivo aumenta (¡ni disminuye!) nuestra suerte. "Pero no significa que vayamos a conseguir inmediatamente todos nuestros propósitos permaneciendo de brazos cruzados, es decir, no es un hechizo que cambie por arte de magia las cosas, pero sí supone una predisposición fuerte a nivel inconsciente hacia ello que se traduce en un cambio actitudinal consciente, el cual se puede materializar en hechos o acciones útiles encaminadas a lograr metas, deseos y objetivos vitales. Por lo tanto, y aunque por mecanismos distintos a la 'suerte', verbalizar (y, especialmente, sentir) 'soy la chica con más suerte del mundo' termina siendo real o, al menos, hace más probable que lo sea. Paradójico, pero cierto", añade.

Lady Gaga ha confesado que ella ha utilizado la Ley de la Atracción
Getty Images

Es decir: el lenguaje positivo influye directamente sobre la forma y actitud que tomamos para afrontar las experiencias del día a día y, por tanto, sobre nuestro potencial de felicidad. González Carballo explica por qué: "Se ha demostrado clínicamente, gracias a los resultados obtenidos a través de resonancias magnéticas y electroencefalografías, cómo varía el comportamiento de las conexiones sinápticas en nuestro cerebro al utilizar un lenguaje positivo de forma habitual y cómo ese cambio puede transformar la vida de las personas ayudándolas a mejorar la forma de comunicarse y relacionarse consigo mismas y con los demás, así como un aumento en sus niveles de autoconfianza, en la capacidad para estar abierto a nuevas ideas, asumir el liderazgo de su propia vida, tener más gratitud, disfrutar más el presente y valorar las experiencias de forma constructiva (lo que hace que las probabilidades de tener una vida mejor se incrementen)".

"Las palabras tienen un enorme poder, sin duda. No solo son capaces de lograr un efecto inmediato en nuestro estado de ánimo, sino que tener un lenguaje positivo habitual incide directamente en nuestra forma de percibir el mundo. Y aquí viene lo más importante: un cambio en nuestro lenguaje es capaz de ir modelando nuestro cerebro y, en consecuencia, nos permite construir una nueva realidad. En definitiva, se demuestra que la clave no es lo que nos pasa, sino la vivencia subjetiva que nos narramos a nosotros mismos a cerca de lo que nos pasa", continúa.

"Corremos el riesgo de dejar de esforzarnos por otras cosas que tal vez valgan la pena"

En su libro, Gascón indica que aunque nos pueden suceder cosas que no son nuestra culpa, en otras podemos ser parte activa de la solución. ¿Realmente influye tanto lo que pensamos y cómo en lo que nos ocurre? "Yo no creo que nuestros pensamientos influyan directamente en lo que nos ocurre, pero creo que los pensamientos sí tienen influencia en nuestra actitud a la hora de hacer las cosas y en cómo interpretamos lo que nos pasa. Por ejemplo: si pensamos que somos tímidos, lo normal es que no nos sintamos cómodos siendo el centro de atención y lo evitemos. La ventaja de que los pensamientos sean nuestro filtro de la realidad es que a veces no podemos cambiar la realidad, pero sí podemos aprender a convivir con ella aceptándola. Todos podemos cambiar nuestra forma de ver las cosas", responde.

Para finalizar, la pregunta obligada es si creer que podemos lograr algo de forma constante no puede, en el caso de que finalmente no lo consigamos, desembocar en una profunda decepción. “El problema de creer que solamente por desear algo se va a cumplir conlleva para mí los siguientes riesgos. En primer lugar, corremos el riesgo de dejar de esforzarnos por otras cosas que tal vez valgan la pena; y en segundo lugar, que podemos llevarnos una gran decepción”, dice Lorena Gascón. “Está claro que necesitamos cierto optimismo o autoconfianza para empezar cualquier proyecto o plan, pero en mi opinión, la forma menos dolorosa de llevarlo a cabo es teniendo en cuenta los riesgos y entrenando la tolerancia a la incertidumbre”, dice.

Jennifer Lawrence en la película 'El lado bueno de las cosas'
NETFLIX

Figuras como Sara Ahmed y Barbara Ehrenreich han cuestionado esa incansable búsqueda de la felicidad y han expuesto su naturaleza destructiva, y definitivamente, no son las únicas. "El pensamiento positivo ha sido empaquetado y vendido como la cura para todos nuestros problemas. Desde buenas vibras y calcomanías para el auto hasta una infinitud de afirmaciones con diseños mediocres en Instagram, playeras con frases optimistas y gurús que prometen que estás a tan solo un pensamiento positivo de la felicidad, constantemente nos dicen que 'ver el lado bueno' nos ayudará a evitar sentimientos y experiencias difíciles", escribe en Positividad tóxica Whitney Goodman. "Cuando se usa correctamente, es genial. Los expertos coinciden en que los sentimientos positivos como la gratitud, la alegría, el optimismo y la confianza en nosotros mismos pueden alargar nuestra vida y mejorar nuestra salud", dice.

"Pero, en algún punto del camino, construimos esta idea de que ser una persona positiva significa que eres un robot que tiene que ver lo bueno literalmente en todo. Nos imponemos la positividad a nosotros mismos porque la sociedad lo dice, y cualquier cosa distinta se considera un fracaso personal. Se ve la negatividad como el enemigo, y nos castigamos a nosotros mismos y a las personas que nos rodean cuando alguien sucumbe a ella. Si no eres positivo, simplemente no te estás esforzando lo suficiente. Si no eres positivo, estar cerca de ti es una carga para los demás", escribe la autora.

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