Portishead enmudece al FIB y Arcade Fire lo remata

Alice tiene 19 años. Vive en París. Era la primera vez que iba al FIB. Le ha parecido "enorme, divertido, genial". "En Francia no hay festivales tan grandes, con tanta gente", explica con un español titubeante mientras un británico se acerca haciendo eses para ofrecerle un poco de mini de cerveza. Sonríe agitando la melena. Menea las piernas bajo los shorts. Del cartel le gustaron especialmente Arctic Monkeys, que tocaron el sábado. No se atreve a criticar a Portishead, que acaban de actuar en uno de los escenarios. Intuye que son "buenos", pero le parecen "muy tranquilos". "Sonó bonito", indica sin convicción, y al momento vuelve a recordar a Artic Monkeys y a The Strokes. También le han gustado Professor Green, que aprovecha los grandes éxitos de bandas consagradas para convertirlos en himnos urbanos.

A unos metros, Susana, histórica asistente del FIB, 33 años, asegura que este será probablemente el último año que asista a la cita castellonense tras acudir a él religiosamente durante diez. "Ya no es lo mismo que antes", afirma con nostalgia mientras esquiva una oleada de cuerpos quemados por el sol, pectorales al aire, que se apresuran al Escenario Maravillas, el principal, ignorando las propuestas de los escenarios pequeños. Apenas vio a The Strokes, cabezas de cartel del viernes. No le interesaban demasiado. En su lugar, disfrutó el concierto de James Murphy, el adalid de la modernidad de finales de los noventa con su proyecto LCD Soundsystem. El sábado no se perdió a Astrud. Y el domingo, Portishead la enmudeció. Una maravilla. Cree que el FIB es hoy un lugar incómodo y masificado. Buscará para las próximas ocasiones citas más pequeñas. Los ingleses que bailan detrás de ella con desenfreno, algunos de ellos disfrazados, no parecen pensar lo mismo. Lo están pasando en grande.

Tras 17 años en activo y un traspaso hace dos de dirección, el Festival de Benicassim no solo ha sufrido un cambio generacional, sino de sensibilidad. ¿Habría Radiohead, gran ídolo fiber hasta la fecha, emocionado hoy en esa plaza como lo hizo en 2002, o por el contrario lo habría dormido con sus lamentos obsesivos y robotizados?

A pesar de ello, la jornada final del festival, la del domingo, logró ofrecer un cartel de encuentro para todos sus públicos, el más amable y completo quizá del programa. Si bien el cansancio había hecho mella en los fibers y era habitual encontrar a muchos de ellos dormidos aquí y allá en los escasos trozos de césped o sobre el cemento, el concierto de Portishead consiguió sobrecoger. Con casi dos décadas en activo y solo tres álbumes en el mercado, es curioso comprobar como los temas de la banda de Bristol siguen sonando avanzados y futuristas. La voz de Beth Gibbons no ha perdido la juventud. Estremece verla aferrada el micrófono, misteriosa, el rostro magullado por la edad. Tal vez el suyo fuera el mejor directo de esta última edición del FIB.

Como revulsivo a tanta magia e intensidad, los canadienses Arcade Fire salieron al escenario para cubrirlo de himnos y de estribillos contagiosos como los de No cars o Roads. Violín, pandereta, acordeón, coros… una de las mejores bazas de esta formación es su riqueza instrumental y el entusiasmo que imprimen a las canciones sus ocho músicos, a quienes a veces parece quedárseles pequeño el escenario. Suenan mejor en el estudio y su empeño por agradar no queda siempre bien reflejado, pero cumplen con las expectativas.

El domingo, último día de los cuatro que ocuparon los directos en el FIB, fue el momento en el que su dirección hizo el habitual balance. Las cifras cuadraron: unas 200.000 personas, una cifra equiparable a la de sus ediciones más exitosas, habían pasado por el festival castellonense. El 55% eran extranjeros; el 45%, españoles.

El FIB ha tenido un impacto económico de 18 millones de euros para la provincia de Castellón

La organización se ha mostrado contenta con los resultados y ya ha puesto a la venta los abonos para el FIB 2012.