"¿A qué sabe el Quijote?" era el nombre del acto organizado por Firo, mitad conferencia, mitad espectáculo.
Tras una pormenorizada presentación del Quijote comestible, los asistentes al acto se comieron, página a página, el genial libro escrito por Miguel de Cervantes y publicado hace 401 años.
"Ahora el libro está en vuestras células, es parte de vosotros", siguió bromeando el cocinero, que además dio a los asistentes chinos y latinos un curso acelerado sobre cómo catar un buen aceite de oliva.
No todas las páginas sabían igual, pues algunas de ellas estaban espolvoreadas con polvo de anchoa, otras con picante, ajo, azafrán, avellanas... y no faltaron páginas dulces con sabor a miel o a caramelo.
Las hojas comestibles llevaban impresas a una cara todas y cada una de las aventuras del ingenioso hidalgo, y no sólo eso, sino que además reproducían los famosos grabados de Gustav Doré, esos que con gran prestigio han acompañado durante los siglos a las sucesivas ediciones del Quijote.
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